Mis cortadas siguen llenando el sofá de sangre, no se que decir, o que hacer, y Joahn solo está frente a mi, viéndome mientras parece estar mudo.
—¡Oye! ¿Vas a ayudarme o te quedaras aquí como una estatua viéndome como si fuera un pedazo de carne? —Cuestiono impaciente.
En otros momentos, sabría exactamente qué hacer para curarme, pero el pánico todavía me invade y me da miedo levantarme porque no se que pueda pasar.
—No —Responde.
—¿No... Qué?
—Callate, tu voz me fastidia —Se levanta y desaparece por la puerta del baño, luego reaparece un minuto después con el botiquín en la mano.
Se sienta y me extiende las cosas.
—¿Qué pretendes que haga?
—Te dije que yo no iba a tocarte.
—Ya lo has hecho, ¿Qué cambia ahora? ¿Te entró el remordimiento?
—Haz silencio, me desconcentras.
—Tampoco estás haciendo algo.
Sube la mirada y me ve directo a los ojos —Cállate, Valentina. O vas a terminar desangrandote y con cinco infecciones.
Es raro. Muy raro verlo a los ojos, hay algo en ellos que se siente pesado, que vuelve el ambiente muy incómodo pero a la vez tan distorsionado de la realidad. Como si verlo me diera inquietud pero me hiciera olvidar lo que me rodea.
Pestañeo y dirijo la vista a las vendas y agua oxigenada que puso frente a mi.
—¿Qué debo hacer?
—Desinfectar las heridas y vendarlas.
—Sencillo —Ruedo los ojos.
—Conmigo no va el sarcasmo, haz lo que te digo y estarás bien.
—Pero si no me haz dicho como, idiota.
Se frota la cien, soltando un soplido que le saco por lo estresante que llego a ser.
—Limpiras las heridas con agua oxigenada. Después secas la piel que las rodea y cuando termines, cubres todo con la venda, la cual cambiaras todos los días —Me explica mostrando cada producto que debo utilizar.
Parezco inútil, mi mente aún no sale del shock.
—Si, bien, de acuerdo —Tomo la gasa y la lleno de agua, la acerco a una gran cortada que se encuentra en el tabique de mi nariz y cierro los ojos con fuerza cuando el líquido toca la piel.
Mierda, arde tanto que suelto la gasa y me levanto de un solo golpe —Mira, no lo haré.
—Eres una miedosa.
—No tengo fuerza de voluntad para hacerlo, Joahn. Al menos ayúdame con el agua y yo hago el resto.
—No.
—¿No dices otra cosa?
—No.
Ruego por paciencia que al final nunca llega.
Me siento de nuevo, me quedo mirando la gasa y luego de unos segundos la tomo, empiezo a pasarla por las heridas y el dolor se va llendo a medida que me acostumbre a la pequeña sensación de ardor y picor. Termino y noto que Joahn me ve como si detrás de mi hubiera un fantasma.
—¿Qué tienes?
—Hay que coserte.
¿Qué?
—No estoy para juegos.
—Y yo no soy de hacer chistes. Hay que coserte en la frente, arriba del ojo izquierdo, en la mejilla derecha y cerca de tu labio.
—Golpeame hasta que me duerma y me coses.
—No. Lo harás tu. Toma el hilo y la aguja y empieza a atravesarte la carne como si estuvieras jugando con un pollo —Me pasa las cosas antes nombradas.
—No voy a hacer eso, maldito loco de mierda.
—Entonces caminaras por ahí y el viento te moverá la carne que traes colgando, maldita idiota.
Detesto que tenga razón. Para ir a algún hospital debemos cruzar el lago en Ferri, nos llevaría mucho tiempo. Pero yo sola, ¿en qué cabeza cabe? En la de un psicópata que le encanta descuartizar a alguien tal vez, pero en la mía que jamás se ha metido en estas cosas es una verdadera locura sangrienta.
—Muévete —Truena los dedos en mi cara.
—¡Si, ya voy!
Cruzo le hilo por la aguja y me preparo para coserme mirando al espejo frente a mi. Elijo la cortada de la mejilla, acerco cada vez más la aguja y la respiración se me agita con cada que pasa. Estoy a punto de tocar la piel cuando a Joahn se le mete el diablo y me empuja la mano para que se una vez por todas atraviese la carne.
En vez de golpear lo que era posible coser, golpeó el núcleo de la herida y me retuerzo presa del dolor por la mierda que acaba de hacer, me duelen hasta los pies.
No encuentro un lugar de donde agarrarme cuando empiezo a caerme por el desmayo que viene.
Narra Joahn
Niña estupida, estresante, altanera, de voz chillona que tengo que estar salvando para que no la mate mi familia. Está volandome la cabeza, ¿Cómo carajos empiezas a averiguar sobre las cosas personales de un asesino, como mi hermano mayor? ¿Y cómo mierda aceptas que el padre de el se meta a tu casa para arreglar la luz? Idiota e ingenua hasta las trancas.
La tomo en mis brazos y la arrecuesto en el sofá. Sigue sangrando y llenando el suelo del líquido, aún no era mi momento de llenarme las manos de sangre, quería estar limpio hasta el final de todo de esto, pero no tendrá final si muere primero.
Agarro los guantes del botiquín y tomo la aguja. Hago todo el procedimiento requerido y que mis padres nos enseñaron de pequeños para preservar nuestras vidas en caso de emergencia. Cierro cada herida con el hilo y coloco una venda encima para que no se infecte y no tenga problemas luego.
Porque si tiene problemas mañana va a venir a joderme y es lo último que quiero.
Tomo un algodón, lo lleno de alcohol y lo pongo en su nariz. Al cabo de unos segundos despierta con una expresión de dolor y sin saber a donde ver.
Hasta que me mira y me aleja dándome un puñetazo en la mandibula que me deja en la otra esquina del sofá.
Siento que se me desencajaron los dientes.
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Editado: 04.12.2021