Alejo
Mis ojos no podían despegarse de la hermosa chica que estaba ahí tan relajada ensimismada en su mundo, era perfecta no había dudas y no era capaz de ocultar mi fascinación por ella. Había logrado esto en un dos por tres y sin la intención de conquistarme. Increíble la naturalidad que poseía, su belleza iba más allá del atractivo físico toda ella poseía un magnetismo que atraía, aunque no lo deseas.
Tampoco podía negar que la misma no tuviera un encanto un tanto peculiar. El día de ayer la había visto en la ruta, luego de hacerle bromas como acostumbraba con mis amigos para intentar llamar su atención, conseguí que se enfadara conmigo al punto de hacerme un gesto obsceno y dejarme atrás mirando sus luces traseras. Lo cual me sorprendió bastante. La volví a ver cuando estaba en problemas.
Decidí ayudarla porque sería una buena oportunidad de redimirme luego de la broma y quizás conseguir su número de teléfono. Seguro de mí mismo fui a sorprenderla de espaldas, pero lo que menos esperé fue que me doblegara y luego de una forma no intencional la insulté y no tuvo la mejor idea de darme un golpe tan certero que me dejó sin habla y con una sensación de ahogo horrible. Su excusa fue que se defendió ya que creyó que la asaltaría, una maravillosa forma de conquistar a una chica.
Para mi suerte luego de aclarar la situación aceptó mi ayuda y mientras cambiaba las ruedas averigüé que incluso, gracias al destino, iríamos al mismo establecimiento de vacaciones. Entonces supe que esa sería mi oportunidad en definitiva para tratar de impresionarla y al parecer lo logré. Aceptó una cita.
Tanto así fueron los nervios luego de dejarla en su cabaña, que me retiré a la mía con la intención de ducharme y descansar, pero lo que menos pude hacer fue eso.
Lo único en lo que podía pensar era en los ojos verdes más hermosos que nunca antes había visto y la sonrisa más encantadora que logró obnubilar mis sentidos por completo. Había encontrado la musa para mi inspiración.
Había accedido a venir a este viaje para lograr cambiar de aires y poder escribir mis nuevas canciones. La disquera me exigía algo bueno, nuevo y por completo exitoso para el siguiente disco ya que luego del conflicto que tuve con una fan acosadora necesitaba hacer olvidar esos inconvenientes con un disco perfecto. Y ¿Cómo no conseguiría escribir magnificas letras si cuento con la vista más increíble y hermosa que lograba alborotar todos mis pensamientos?
Esa mujer había logrado darme un flechazo, aunque sería más prudente decir que un gancho derecho, pero da igual. Me cautivó desde el primer momento y aprovecharía la oportunidad, disfrutaría cada momento y lo plasmaría en cada una de mis letras.
Tomé mis lápices, mis cuadernos y mi guitarra, me senté teniéndola en la mira, pero no a la vista para que no me viera, no quería espantarla. Disfrutaría de la vista. En la soledad de esta cabaña y con una madrugada hermosa y tranquila, era un momento especial para un cantautor como yo, un mar de ideas invadía mi mente y no lo desaprovecharía, escribiría hasta que no sienta mis dedos.
Y así lo hice, en menos de dos horas logré escribir y componer una canción completa, la letra y la melodía eran exquisitas. Decidí que llegando el momento se lo mostraría a mis amigos y luego se lo mandaría a mi productor como ejemplo de las nuevas canciones futuras.
Aunque si seguía así suponía que en dos días más tendría el disco terminado.
Alrededor de las 5:30 a.m. los chicos llegaron, Martín y Ezequiel llegaron con las amigas de Arami mientras que el torpe de Bastián ni las narices asomó. Luego de terminar de escribir tomé una ducha, pero aún no tenía ganas de dormir y entonces había decidido salir a la playa mientras veía como amanecía. Vaya la sorpresa que me llevé cuando veo que mi hermosa vecina seguía sentada en la misma silla perdida en su mundo con un cuaderno en su regazo mientras observaba el horizonte.
Desde entonces había estado observándola contemplando cada mueca que alcanzaba ver, cada gesto entonces recordé que había dicho que era artista, por lo que esa delicadeza con la que veía todo no queriéndose perder de ningún detalle, era porque estaba dibujando. No quise molestarla por lo que me quedé viéndola a la distancia disfrutando de su belleza.
– ¡Hey vecino! – Grita devolviéndome a la realidad, estaba tan sumergido viéndola que no me percaté que se había dado cuenta de mi presencia. Me avergoncé en el momento – Ven acompáñame.
Sonriendo fui hasta donde ella, con cada paso mientras me acercaba podía ver lo radiante y maravillosa que estaba. Ese aire de naturalidad que denotaba era armonioso. Podía ver lo descansada y feliz que ya se encontraba a diferencia de ayer y me alegraba poder verla tan radiante.
– Buenos días vecina. ¿Cómo estas loquilla? – me siento a su lado y mirándola a los ojos veo su frustración fingida que ocultaba una leve sonrisa.
– No me digas así – me dice, apuntándome con una carbonilla - ¿Quieres café?
– En realidad, quería saber si ya deseabas ir a nuestro paseo y ver donde podríamos desayunar. Aunque veo que estas ocupada.
– ¿Esto? – dice mirando su cuaderno, yo me encontraba realmente curioso de ver lo que había hecho - ¿Lo quieres ver?
– Si por supuesto.
Cuando lo veo me quedo sorprendido, era un hermoso boceto de la vista que estábamos disfrutando, aunque carecía de color podía apreciarse que era un bello amanecer ya que los trazos eran realmente perfectos y delicados. Su técnica era muy buena.
– ¡Wow! De verdad que sabes dibujar, es perfecto al igual que tú, hoy estás radiante.
– ¿Eso crees? – me dice bajando la vista a sus manos – No dormí nada y me la pasé toda la noche organizando la cabaña a mi gusto aprovechando la ausencia de mis amigas.
– Por cierto, tus amigas están en la cabaña con los chicos, llegaron hace una hora – Ahora si podía ver su frustración real, me hacía reír como un tonto – Y cómo te decía, sí. Estas radiante y no me lo creo que estuvieras limpiando toda la madrugada.
– Puedo ser un tanto especial – responde sonriente – Bueno que esperamos, vayamos por ese desayuno muero de hambre.
Allí estaba nuevamente su simpática peculiaridad suya, su sonrisa radiante y sus bellos ojos refulgían de un fuego vivaz. Me pidió diez minutos para dejar sus cosas dentro y buscar su bolsa para ir donde sea que haya comida.
Caminamos bordeando la playa, aprovechando la soledad de la mañana ya que éramos de los primeros que estaban dando un paseo. Aprovechamos a hacernos varias preguntas bastante mundanas como nuestros nombres completos, de donde veníamos y a qué nos dedicábamos. Todo con la idea de conocernos un poco más y saber cosas del otro, que sorpresa me llevé cuando me dijo que acaba de terminar la secundaria.
Aunque más fue su sorpresa cuando le comenté que yo no he ido a la secundaria porque estudiaba en casa debido a mi carrera de músico. Claro me decepcionó un poco que no escuchara nunca de mí, pero qué podía hacer, mi música era conocida en mi país de origen y estaba muy lejos de ella.
Luego de haber recorrido un buen tramo y haber hablado de muchas cosas, reír de otras tantas más decidimos que era momento de buscar el lugar ideal donde desayunar, ambos nos encontrábamos famélicos y más aún al no haber dormido nada y caminado tanto.
Llegamos a una pequeña cafetería, el interior decorado como si se tratara de un barco, bastante original y pintoresco. Era lindo, pero más lindo y embriagador el aroma a café recién tostado que inundaba el ambiente. Tomamos asiento en una de las mesas cercanas a un gran ventanal con vista al mar y rápidamente una chica se acercó a nosotros para tomar nuestros pedidos.
Arami sin dudar y sin revisar el menú, ordenó un latte con mucha canela y un tostado de jamón y queso. No fui tan rápido para desviar la mirada cuando ella clavó sus ojos en los míos y vio mi rostro con admiración y sorpresa.
– ¿Qué? No soy de las que se piden un té sin azúcar y nada para comer porque solo piensan en verse bien. Me encanta la comida y tengo un amor no muy sano por el café.
– Creo que eres la chica más divertida y natural que he conocido y me encanta. – Respondo a su explicación y veo como me regala una enorme y hermosa sonrisa.
– Para mí lo mismo, pero por favor sin canela – Hago cara de asco con lo cual me gano una mirada de sorpresa y decepción de parte de Arami.
– No puede ser, ¿No te gusta la canela? Oh Dios, con quien he aceptado salir. – dice provocando una carcajada de mi parte mientras la veo haciendo muecas muy graciosas.
Inevitablemente y sin poder parar, mi mano va directamente a posicionarse sobre la de ella que se encontraba en la mesa. Ella observando nuestras manos con cierta sorpresa en su rostro creí que la apartaría, pero no lo hizo. Sonreí para mis adentros, había avanzado algo.
– Sabes, podemos quedar con los chicos para almorzar todos juntos, luego una siesta y en la noche salir, no te parece.
– ¿Una siesta? ¿Cuántos años tienes? – respondo molestándola. Me devuelve una mirada ceñuda.
– Bueno, aún no he dormido nada así que sí, necesito una siesta. Por lo menos dos horas.
Me dice enojada para luego sonreír maliciosamente y sé que alguna idea absurda acaba de cruzar su mente.
– Me dices abuela a mí, apuesto el desayuno que soy más joven que tú.
– Chica lista, de todas formas, iba pagar el desayuno, pero para tu información tengo 23 años cielo.
– ¿23? Vaya anciano que eres – me responde y saca su identificación de la cartera – Para que no digas que miento, tengo 18 años.
Observo el documento y es verdad tenía 18 años, era muy joven. En un primer momento creí que sería un poco más mayor, pero su madurez mental era impresionante puedo ver que incluso más que el mío.
– Que pasa chico bonito, el gato te comió la lengua – me dice con la ceja arqueada escrutándome con esa mirada esmeralda.
– Es que me sorprendí. Pensé que eras mucho mayor, te ves más seria y madura que una chica de 18 años.
– ¿Qué me estás queriendo decir? ¿Aburrida? – dice sorprendida – Genial, nada más eso me faltaba.
Como amaba esos berrinches, desde que la conozco creo que tiene una facilidad increíble para encontrar el motivo y las circunstancias para armar uno.
– Tranquila Rambo, no quise decir eso. No eres para nada aburrida, desde que te conozco, ósea ayer, no has parado de sorprenderme y hacerme sonreír, no te das cuenta, pero no eres de ese tipo de chica, eres diferente y me fascina eso. – Veo como su muy leve enojo fue a parar ya en otro lugar y entonces aprovecho para molestarla otra vez – Acaso crees que cualquiera aguantaría estar en mi lugar. Tengo un estómago fuerte cielo.
– Tú – me dice apuntándome con un dedo – No puedes estar cinco minutos sin molestarme ¿No? Y luego me dices cosas bonitas, que tipo más exasperante…
– Pero admítelo te gusto – digo moviendo las cejas de arriba a abajo, ganándome una carcajada de parte de ella.
– No tienes remedio.
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Editado: 18.02.2022