Rosas
El crudo viento de diciembre se colaba entre sus dedos, tan frío y profundo que incluso le calaba los huesos, unos pobres rayos de sol se escabullían entre las cortinas dándole un poco de calidez a la pálida piel de sus delgadas manos, dio unos débiles pasos hacia aquella vieja ventana quitando de su camino las molestas cortinas que la cubrían, la vista que le regalaba aquel vidrio parecía tan surrealista, tan lejana y extraña para ella.
Extendió su mano con la intención de liberar el oxígeno que yacía atrapado en esa habitación desde hace meses y así al fin poder sentir el aire correr sobre la piel marcada de sus muñecas, pero no pudo hacer más que dejarla en el mismo lugar con sus dedos bailando en el aire a tan solo unos centímetros. Centímetros que marcaban tras una fina línea el inicio y el final de su encierro y su libertad, de su luz y su oscuridad y justo cuando una lágrima silenciosa la acompañaba en su triste realidad, una mariposa con alas negras como el carbón se posó en el marco lleno de escarcha dejándola maravillada, era tan delicada y tan hermosa como una rosa, tan inocente, pero lo que ella no sabía era que las rosas más hermosas son las que cargan las espinas más peligrosas, era un secreto a voces que todos, incluyéndola, parecían ignorar.
¿Cómo te atreves a ignorarlo?
Todos los días esa molesta voz le hacia la misma pregunta, sin embargo, jamás había sido capaz de responderle sinceramente. Un pequeño golpe en el vidrio la sacó de sus pensamientos, un poco asustada se acercó esperando descubrir qué o quién había sido el responsable, pero la imagen frente a ella la dejo congelada.
Esa mariposa que segundos atrás la había dejado sin aliento por lo delicada que parecía ahora se estaba golpeado violentamente contra la superficie transparente que las separaba como si quisiera entrar, como si el vidrio que las separaba fuera su peor enemigo. Una pequeña mancha había quedado como evidencia, ¿era sangre?, no lo sabía y tampoco quería averiguarlo, temblando se acercó para tratar de apreciar mejor esa espeluznante criatura que hace tan solo unos instantes la había dejado maravillada, pero… eso ya no era más una mariposa.
Aquella cosa no era una mariposa, era un pájaro, más bien un cuervo con plumas negras como el carbón y esa diminuta mancha se había convertido en una gran mancha de sangre con pequeñas venas desprendiéndose desde el centro como si salieran largas raíces y la mancha fuera su roble, la blanca escarcha hace rato que había dejado de serlo y las gruesas raíces ahora no solo estaban en la ventana se extendían en las paredes, en el suelo e incluso se atrevía a decir que en los que la rodeaban, se extendían al igual que una plaga. Poco a poco el aire empezó a entrar cada vez con más dificultad hacía sus pulmones, sentía como si unas frías y oscuras garras estuvieran rasgando desde adentro sus pulmones haciendo que cada respiro ardiera más y más, en ese momento cada gota de cordura que había conseguido durante ese año lleno de terapias y doctores que siempre le repetían que “nada era real”, desapareció como si el mismo monstruo que estaba rasgando sus pulmones se las hubiera bebido todas y cada una, los gritos desgarradores desde lo profundo de su garganta no se hicieron esperar mucho. La habitación era cada vez más oscura y pequeña o tal vez era ella quien había crecido, no tenía ni la más mínima idea pues hace rato que había dejado de ser consciente de todo lo que pasaba a su alrededor, se estaba asfixiando de la manera más dolorosa y no había nadie que la salvara… no esta vez cariño.
Entonces la oscuridad que había estado en silencio durante tanto tiempo, acechándola entre las sombras de su pequeña y acolchonada habitación despertó al igual que el fénix de entre las cenizas, más esplendorosa y grande, alzándose en su grandeza, una grandeza que podría ahogarla. Las frágiles uñas rasguñaban la piel de su monstruo y sus manos abrazaban sus oídos protegiéndola de todo el ruido ensordecedor, una fría aguja beso su cuello y el líquido que se derramaba por todo su sistema parecía más una caricia a su alma.
Antes de entregarse a los brazos del sueño que prometía protegerla de su oscuridad logro visualizar ese espantoso cuervo, la veía fijamente desde el suelo, como si se estuviera burlando de ella y a los pies de este estaba esa maldita rosa negra.
Él regresó… regresó por mí.

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Editado: 22.11.2020