–Veo que me encontraste reemplazo tan rápido.– Instintivamente lo busco y cuando nuestras miradas se encuentran, siento que me rompo en mil pedazos. Me prometí que no dejaría que volviese a lastimarme, que no dejaría que nada de lo que dijera me afectara, que sería fuerte y me mostraría altiva ante él, pero no puedo evitarlo. La forma en que me mira, cargado de decepción, me duele. Me duele que me juzgue a pesar de que no estoy haciendo nada malo. Me duele, y es muy estúpido porque siento que de verdad lo estoy traicionando, cuando entre nosotros no hay ninguna relación y soy libre de hacer lo que quiera con mi vida. Mi corazón late con tanta prisa que siento que va a escapar de mi pecho y mis ojos se vuelven cristalinos.
–Deja que yo arregle esto.– Dice Ezequiel en tono seguro haciéndome volver a la realidad. Lo que menos necesito en este momento es una nueva pelea, que tengo que ser fuerte y enfrentarme a él yo sola.
–No Ezequiel, esta bien... Esto es algo que tengo que hacer yo.– Afirmo en tono tranquilo logrando que me suelte y que al mismo tiempo deje de estar a la defensiva. Salgo del agua con calma, sin perder mi semblante apático y él hace lo mismo. Me toma de la mano, y por mas que no dice una sola palabra se que no quiere dejarme sola con Romano, pero lo necesito. Tengo que cerrar esta historia de una vez para poder comenzar con una nueva, para no volver a quedar atada a un pasado que lastima como hice en el pasado. –Déjame hablar con él gallego. Espérame en mi habitación, enseguida te alcanzo.–
–No tardéis demasiado. Se que tenemos toda la noche para nosotros, pero contigo ni siquiera la eternidad es suficiente.– Acorta la distancia entre ambos y ante la atenta mirada de Romano besa mi frente. Mis mejillas se ponen coloradas y sonrío como una tonta cuando lo veo alejarse, olvidando que tengo a mi ex novio en frente.
–¿llevas cuanto de conocerlo? unas semanas, quizás unos días y ya lo metiste en tu habitación. Te creía distinta.– Articula Romano en tono despectivo, logrando que despierte en mi una vorágine de sentimientos que creía enterrados para siempre. No pienso, solo actúo. Me acerco a él y descargo todo el resentimiento que le tengo acumulado. Mi mano se estrecha sonoramente contra su mejilla con tanta fuerza que mis cinco dedos quedan marcados en su nívea piel y por un momento el tiempo parece detenerse y el silencio se apodera de todo.
–¡Eres una maldito idiota Romano! ¿Con que cara vienes a reclamarme algo?– Exclamo molesta.
–¡Me cambiaste por otro en menos de un mes cuando jurabas que me amabas! Estábamos haciendo planes para dar el siguiente paso... Alai yo quería construir una vida entera a tu lado. ¡Como se supone que reaccione! ¿Acaso esperabas que te felicite?– Aprieto mis puños con fuerza intentando contener la sensación de frustración que me invade, pero al mismo tiempo, esos sentimientos tan tóxicos y destructivos son los que me da la fuerza para gritarle en la cara todo lo que se merece.
–Tu cinismo me da asco. ¿Te olvidaste de quien engaño a quien? ¿Acaso pensaste en los planes que teníamos para el futuro cuando metías a Lucía a tu cama la misma noche en la que discutimos?– No puedo evitar que mi voz se rompa después de nombrarla, aunque al final, después de mucho reflexionar me di cuenta de que ella no me debía nada. Lucía ni siquiera me conocía, el que me traiciono fue quien decía que me amaba.
–Así que es eso... yo lo hago, tu lo haces... ya no se con que palabras explicarte que lo que pasó con ella fue solo un error. Había tomado demasiado, ella estaba ahí y yo...–
–No quiero escuchar tus explicaciones Romano, lo que digas no cambia nada.– Murmuro intentando mantenerme entera. –Y no, no es tu lo haces yo lo hago. Mi mundo no gira alrededor tuyo. Lo que tengo con Ezequiel no es una venganza ni nada parecido, estamos empezando algo, es divertido, inteligente, sincero, lindo, y me siento muy bien estando con él...–
–En ningún momento dijiste que lo amabas.– Interrumpe y yo me quedo en silencio un segundo.
–Vos repetías hasta en cansancio que me amabas, y mira lo que pasó... Las palabras ya no significan nada para mí.–
–Vos también me engañaste. ¡Estuviste meses jugando conmigo y con Alex!– Me reclama
–Eso es mentira. Lo único que hice fue no decirte que Alex fue mi primer amor, pero ambos habíamos acordado que no hablaríamos del pasado. ¿O acaso vos me dijiste que llevas el tatuaje de la cruz por una tal Sora?– Cuando la nombro algo en su mirada cambia, la incertidumbre y la sorpresa lo invaden y no puede disimularlo.
–¿Que sabes de Sora? ¿Quien te hablo de ella?– Sonrío con melancolía, al parecer lo que dijo Alex era cierto, de lo contrario no estaría a la defensiva.
–Eso no importa en este momento. Lo que me interesa es que entiendas que yo nunca te engañe ni siquiera con el pensamiento Romano, y que vos también me ocultaste cosas pero no por eso me fui con el primero que se me cruzo por el camino.–
–Alai yo... Me equivoque, pero lo que siento por vos no lo sentí nunca por nadie.– Dice con arrepentido acortando la distancia entre ambos. –No sabes lo mal que me sentí cuando me enteré de que te habías ido, cuando pensé que quizás no volvería a verte más.–
–Es que esa era la idea Romano... No quiero verte mas... de hecho, ni siquiera se que haces aquí. Estoy segura de que no te invite.–
–Vine a buscarte porque te amo, te amo tanto que me duele. Sabía que esto no estaba bien, que todo había terminado, pero no pude no venir a verte cuando sabía que estabas tan cerca. Vine porque te extraño, porque te necesito. Desde el día que te fuiste todo se detuvo, siento que si no te tengo no tengo nada.– Doy un paso atrás sin tener en cuenta que a mis espaldas esta la pileta y pierdo el equilibrio, pero antes de que caiga aparatosamente al agua, Romano alcanza a agarrarme y me atrae hacia su cuerpo. La distancia que nos separa ahora es nula, y no puedo evitar estremecerme al sentir el calor de su cuerpo. Mi piel tiene memoria y recuerda muy bien como la hacía vibrar con cada caricia.