Antes de ir al trabajo ese día, Valentina pasó por el hospital para ver a su padre. Encontró a Jimena durmiendo sobre una silla en la sala de espera, se acercó para despertarla.
—Mamá. —la llamó, pero la mujer no se despertó de inmediato. Tuvo que sacudir su hombro suavemente para hacerlo—. Te traje algo para comer. —Dijo, entregándole una bolsa de plástico de una tienda cerca del hospital.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó su madre, aún adormilada.
—¿Cómo está papá? —Quiso saber, ignorando la pregunta anterior. Jimena se encogió de hombros, mirándola con desaprobación.
—¿Ahora te importa? —Picó.
—Claro que me importa. —Protestó Valentina—. Que no esté de acuerdo con su comportamiento no significa que no lo quiera. Es mi padre.
—¿Por qué sigues atacándolo? —Su madre se levantó enojada—. No tienes ni siquiera un poco de respeto por el hombre que te dio la vida.
—Tienes razón. Lo amo, pero no lo respeto. —Aceptó Valentina en voz baja—. Él mismo tiene la culpa de eso.
—No eres quién para juzgarlo. —Espetó su madre. Valentina sintió el rencor se despertaba dentro de ella.
—¿Por qué sigues defendiéndolo? —Alzó las manos en el aire, desesperada—. Después de todo lo que hizo, después de la manera en la que nos dejó.
—Cállate. —Ordenó su madre—, No tienes derecho de hablar sobre ello—. Menos siento la culpable de que esté aquí.
—¿De qué estás hablando?
—Eres tú quien no le dio el dinero que necesitaba. —Le recriminó su madre. Valentina no pudo creer sus palabras, nunca se le había ocurrido que Jimena supiera de eso.
—¿Tú lo sabías? —susurró.
—Claro que sí. —Habló Jimena—. No hay secretos entre tu padre y yo. Simplemente, no quise que Valeria lo supiera.
—Valeria ya lo sabe. —se le escapó a Valentina.
—¿Qué es lo que sabe? —Jimena se frustró, se enojó; Valentina pudo sentir como la fulminaba con la mirada.
—Le dije sobre los problemas de papá con la bebida. Desde antes de su enfermedad.
—No tenías ningún derecho para contárselo. —reclamó su madre.
—¿No? —preguntó con una risa seca—. Está culpándose, piensa que es responsable de todo lo malo que nos está ocurriendo. Tiene derecho a saber la verdad.
—¿Qué más le dijiste? —Insistió Jimena.
—Nada más. No te preocupes. No le conté que su padre nos dejó por más de tres meses cuando más lo necesitábamos. —Una lágrima se deslizó por la mejilla de Valentina y ella no hizo nada para detenerla. No hizo nada para ocultar que estaba llorando, que estaba lastimada. Recordar esos meses de incertidumbre siempre la ponía mal.
—Valeria nunca lo sabrá. —decidió su madre. Valentina asintió, totalmente de acuerdo.
—No. No lo hará. —Corroboró—. Al menos yo no soy capaz de romperle el corazón de esa manera. —Suspiró, sin saber qué más decir a la mujer—. Tengo que llegar al trabajo. —dijo finalmente, girándose.
—Un día te vas a arrepentir de cómo lo estás tratando. —Amenazó su madre. Valentina se encogió de hombros, sin girarse para mirarla.
—Lidiaré con eso ese día. Ahora tengo muchas cosas más importantes en las que pensar. —sentenció Valentina.
💌💌💌
Por primera vez desde que empezó a trabajar, Valentina no se sintió feliz al cruzar las puertas de la empresa. Al no saber lo que la estaba esperando allá arriba, sentía unas ganas inmensas de salir corriendo. Jugueteó con los tirantes de su bolsa en el ascensor, agradecida por encontrarse sola. No se sentía preparada para encarar, para hablar con nadie. Tenía la sensación de que todo el mundo podría ver lo que estaba ocultando en los ojos.
Respiró con alivio al ver que el pasillo que llevaba a su escritorio estaba vacío. Recorrió la distancia con presteza, enterándose de inmediato en el trabajo. Ni siquiera miró hacia la oficina de Jonathan, no quería saber si él había llegado. Si fuera por ello, podría saltarse ese día en el trabajo, no quería verlo. Para su mala suerte, la vida nunca fue muy benevolente con ella. Lo corroboró una vez más cuando Jonathan entró en la oficina sólo media hora después de ella. Rezó para que la pasara de alto, que no le dijera nada. Más, el hombre se detuvo al lado de su escritorio.
—¿Podemos hablar? —preguntó con un tono de voz extraño. Valentina lo miro, negando con la cabeza lentamente.
—Tu cita de las nueve está llegando. —Ignoró su pregunta; rezando para que no volviera a hacerla. Jonathan miró su reloj, dándose cuenta de que tenía sólo unos pocos minutos para prepararse.
—Mándame todos los detalles a mi correo. —Decidió antes de pasar a su oficina sin decirle nada más.
Valentina finalmente pudo suspirar de alivio. Ni siquiera se enojó porque no la había invitado a asistir a la reunión. Al ver qué se trataba del señor Abbey, entendió el por qué. Hasta se lo agradeció. No tenía nada que aprender de ese hombre.
Aprovechó la reunión de Jonathan para adelantar algo de trabajo. Cubrir dos posiciones duplicaba su trabajo y sus responsabilidades. Y ella, debía admitirlo, aún no se sentía muy cómoda con los informes y las estadísticas. Prefería estar con Jonathan, planeando y finalizando proyectos. Era su verdadera vocación, su verdadero sueño.
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Editado: 20.05.2022