Valentina giró sobre sí misma, ocultando el rostro con la almohada.
—¿Esto también debe olvidarlo? —Preguntó Jonathan. La joven retiró la almohada lo suficiente para mirarlo y negar con la cabeza.
—Esto es tu culpa. —acusó—. Tú me dijiste que hiciera lo que quería.
—No tuve esto en mente. —Le dijo—. Además…
—Lo sé. —lo interrumpió, abochornada. Él quiso parar, fue ella la responsable de traerlos hasta allí. Un motel de carretera y mucha pasión reprimida por años.
—¿Te arrepientes? —Quiso saber después de unos minutos. Valentina negó, incapaz de mentirle con algo así.
—No lo hago. —dijo en voz alta, no quería malentendidos—. Qué hacemos ahora? —interrogó. Sintió como Jonathan deslizaba su mano por encima de las sábanas hasta encontrar la suya. Le dio un suave apretón.
—Qué quieres hacer? —Preguntó de vuelta.
—Quiero sentirme así de nuevo. —dijo completamente sincera. Ya no tenía ningún sentido fingir—. Quiero sentirme así siempre.
—Cómo? —Jonathan giró de costado, para mirarla—. ¿Cómo te hago sentir?
—No seas presuntuoso. —Intentó bromear, quitarle un poco de seriedad a la situación—. Viva. —respondió finalmente.
Esa palabra, solo cuatro letras, contenía en sí la verdad de su existencia. Por primera vez, se sentía viva. Hasta en sus relaciones —breves— anteriores, se sintió como una intrusa en su propia vida. Como si los sentimientos que experimentaba no le pertenecían, como si fuera otra persona la que los sentía. Con Jonathan, sintió cada beso, cada caricia en el fondo de su corazón. Él tocaba su piel, pero despertaba su alma. No podía decirle eso, sería quedar demasiado vulnerable delante de alguien, pero, aprendió en las últimas horas, con él no necesitaba usar palabras para que la comprendiera. Se estiró hasta alcanzar sus labios, anhelado sentir el sabor adictivo de nuevo.
—Me sentí viva. —repitió, necesitando que le creyera.
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—¿Estás segura de que no quieres que te deje en tu casa? —preguntó Jonathan por enésima vez desde que salieron del motel. Afuera, la noche estaba apoderándose de la ciudad y las farolas comenzaban a encenderse, dándole un aspecto tanto mágico como tenebroso—. No tienes que ir hasta la oficina y después hacer el camino de regreso. —Insistió. Valentina volvió a negar.
—Necesito terminar los reportes para mañana. —le recordó. Al ver que él iba a protestar, lo detuvo poniendo la mano sobre su muslo—. Por favor, no lo hagas. —pidió. Él la miró brevemente, sin comprender—. Tengo trabajo que terminar, trabajo que ya habría terminado si no fuera por… —se encogió de hombros, de repente tímida—. No quiero un trato preferencial solo porque me acosté contigo. —añadió. Los nudillos de Jonathan se pusieron blancos por la fuerza con la cual apretaba el volante.
—Nos estás insultando a ambos con lo que acabas de decir. —Nunca antes lo vio tan serio—. Lo que sucede entre nosotros fuera de la empresa, es cosa nuestra. No tiene nada que ver con el trabajo. —explicó, Valentina asintió.
—Por eso, quiero dejar todo listo para mañana. —repitió y él no insistió más, aunque podía ver qué seguía molesto.
Lo lamentaba, pero quería dejar las cosas claras desde el principio. Porque, ambos sabían que aquello era solo un principio. Abrirle la puerta a la pasión que quemaba entre ellos no la apagó, la enardeció. Y ahora, debían quemarse en ella. Jonathan aparcó delante de la empresa, pero no hizo ademán de salir.
—¿No subes? —quiso saber Valentina.
—El día laboral terminó. —replicó—. Y no me gusta mantener mis empleados fuera del horario de trabajo, así mismo no me gusta quedarme yo mismo.
—Estás enojado. —dedujo Valentina. Él negó con la cabeza, esbozando una sonrisa algo triste.
—No lo estoy. —afirmó—. Esto es terreno nuevo para mí también. —confesó—. No sé cómo sentirme, como actuar. Ni siquiera…
—Dale tiempo. —interrumpió Valentina; sus dedos hormiguearon por la necesidad de tocarlo, más no iba a hacerlo delante de la empresa donde ambos trabajaban—. No tienes que resolver todos los problemas de una vez. —Hablaba por experiencia, aunque nunca fue capaz de seguir su propio consejo.
—Te propongo algo. —Jonathan se acomodó en el asiento para quedar frente a ella. Valentina lo miró expectante—. Déjame llevarte a casa. —Fue a negar, pero la interrumpió tomando su mano. Al parecer, él no tenía problemas con el lugar donde se encontraban—. Déjame terminar. Déjame llevarte y mañana venimos ambos una hora antes para terminar los pendientes. —ofreció, Valentina se lo pensó—. Yo también me perdí en esa habitación. —le recordó—. Estamos juntos en esto.
—Está bien. —Se rindió, dejando caer la cabeza en el respaldo—. Un compromiso.
—Exactamente. —Jonathan sonrió, contento de haberse salido con la suya.
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—¿Quién fue ese? —Valeria se asomó en la puerta de su habitación, mientras Valentina se cambiaba. Había aprovechado que Juan dormía en la sala para escabullirse, para evitar preguntas indeseadas, pero al parecer no logró esquivar la mirada curiosa de su hermana.
—¿Quién? —se hizo la desentendida, buscando su pijama.
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Editado: 20.05.2022