A. Alexa. Rescatados (#1 Santa Ana)

XIII

Diez años atrás

¡La noche anterior fue la mejor noche de su vida!

Isabella se sentía en las nubes, había disfrutado tanto de todo lo que le había preparado su familia. Ellos siempre eran muy atentos con ella, pero no a esos extremos.

Su madre había cocinado personalmente todos sus platillos favoritos. Hasta los que no eran tan saludables y le daba un ataque de histeria cuando la cachaba comiéndolos a escondidas. También había comprado helado e Isabella juraría que ahí estaban todos los sabores existentes. Maximiliano había pasado todo el día pegado a sus talones y Francisco estaba en casa, para variar. Desde que había empezado la Universidad su hermano se había mudado y lo veían pocas veces. Y su padre no había ido a trabajar.

Le habían dicho que tenían ganas de hacer una fiesta solo ellos cinco, donde se divertirían como una familia. Le pareció varias veces que ellos no compartían su felicidad y diversión, pero estaba tan contenta que no le prestó mucha atención.

Salió del cuarto saltando y cantando y sonrió al verlos a todos en la sala. Había pensado que para la mañana todos estarían de vuelta a sus quehaceres, pero se había equivocado.

Solamente que esa mañana nadie sonreía. Su madre se retiró apenas ella entró en el gran salón de la casa y prácticamente corrió escaleras arriba. Francisco se levantó también, pero él no se fue, solamente se retiró en una esquina y permaneció ahí con la cabeza gacha. Su padre tampoco la miraba y parecía absortó observando la alfombra.

Cuando se acercó, vio que el otro sillón lo ocupaba el mejor amigo de Francisco, Damián. No lo había visto en mucho tiempo, sus padres y hermano habían ido a su pueblo natal para el funeral de su padre varios meses atrás, pero ella y Max no los pudieron acompañar. Se tiró a sus brazos y se decepcionó al ver que no la estrechaba de vuelta. Ella quería a Damián casi como a sus hermanos y él siempre la trataba bien. Fue Max quien se levantó y la retiró de su abrazo, para estrecharla fuertemente. Más tarde se daría cuenta de que no la había soltado hasta el final.

- ¿Pasó algo? – todos siguieron ignorándola y el agarre de Max empezaba a ser un poco demasiado fuerte.

Finalmente, su padre levantó la mirada y la miró con ojos nublados.

- Damián vino por ti. – Explicó – Vas a irte de casa por un tiempo.

Ella lo miró confundida, después esbozó una sonrisa. Su padre pareció lastimado al verla.

- ¿Me voy de vacaciones? – exclamó, el colegio se había terminado una semana antes, pero sus padres le dijeron que ese año se quedarían en casa todo el verano. - ¿Tú también vienes? – le preguntó a Max, porque no concebía ir a ningún lado sin él. Su hermano negó con la cabeza.

- No son vacaciones, Bella. – dijo su padre, con algo extraño en su voz. – Te vas a ir por un tiempo con él. Un tiempo largo.

Estaba cada vez más confundida. Las vacaciones del colegio duraban tres meses. ¿Se refería su padre a eso? ¿Y por qué no venía Max? ¿Por qué todos actuaban tan raro?

- No entiendo, papá. ¿Cuánto tiempo? – su padre no respondió, así que ella repitió la pregunta. Dos veces más.

- No lo sé, maldita sea. ¡Vas a estar afuera cuanto tiempo me dé la gana! – gritó, su rostro volviéndose rojo. Si no estuviera en los brazos de Max, se tambalearía por la sorpresa. En sus quince años de vida, era la primera vez que su padre le levantaba la voz.

- ¿Me… me estás echando? – susurró, temiendo la respuesta. Ella había leído en libros sobre niños a los cuales sus padres mandaban lejos porque les molestaban y complicaban su vida y después nunca volvían a por ellos, pero pensó que era imposible que eso sucediera en la vida real. Los padres aman y protegen a sus hijos, no los mandan afuera.

- Te vas con Damián y cuando sea el tiempo yo iré a buscarte. – su voz estaba más calmada, pero Isabella no podía sacarse su grito anterior de la cabeza. ¡Había hecho algo malo y ahora él la castigaba! Pero ella no podía pensar en que había hecho mal, estaba segura de que no se metió en ningún problema últimamente.

Buscó con los ojos a su madre, ella le explicaría todo. Pero recordó que ella había salido apenas Isabella entró. ¡Tal vez ella también estaba enojada y no quería verle! Pensó en preguntarle a Max, pero él también era un niño como ella y no quería que su padre lo castigara también. ¿Si castigaba a Max, lo mandaría al mismo lugar que a ella?

Francisco. Francisco era grande y su papá no podía castigarlo. Podía gritarle como había hecho varias veces, pero no podía castigarle.

- ¿Fran? – lo llamó, esperando que la viera y que le dijera que todo estaría bien. Pero su hermano no la miró. No levantó la cabeza. - ¡Fran! – sollozó, pero él seguía inmóvil.

¿Qué había hecho para qué todos estuvieran tan enojados con ella?

Un ruido desde las escaleras la alertó y su madre bajó tirando una maleta. Isabella la reconoció al instante. ¡Era su maleta!

- Es mejor que nos vayamos ya. Es un viaje largo. – dijo Damián, levantándose y tomando la maleta de la mano de su madre. El abrazo de Max se volvió aún más fuerte, pero en ese momento no le importaba. Al menos él no parecía enojado con ella.




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