A. Alexa. Siempre contigo

10

El lunes, sintió que había pasado una eternidad desde la última vez que había estado en la sala de reuniones donde se realizaban los eventos del concurso. Los últimos días fueron una mezcla de trabajo incesante y diversión como nunca antes la recordaba. Cada momento con Andrea —hasta el más común— adquiría una frescura diferente. En pocas palabras, pasar el tiempo con ella hacía que viera el mundo desde una perspectiva diferente. Así que se sentía indeciso sobre volver al concurso. Su tiempo juntos se vería reducido, aunque ellos se engañaban de que no será así.

¿En qué momento estar con alguien se ponía delante de mi trabajo? Se preguntó mientras buscaba una silla donde sentarse. Se sentaron en filas diferentes, aunque sus asientos quedaban cerca. Ella permanecía sumida en sus papeles, así que no le prestaba mucha atención. El viernes le habían llegado las confirmaciones de que su pedido había sido aceptado, así que pasó el fin de semana preparándolo todo para comenzar cuanto antes los labores. Temprano ese día había mandado listas de materiales a sus proveedores, se puso en contacto con Pedro para avisarle que pronto comenzarían con las construcciones y solo le quedaba reunirse con el alcalde.

Todo eso lo afrontaba con una sonrisa, resolvía los problemas a medida que se presentaban sin dejarse llevar por el pánico o el miedo. Lo tenía todo planeado hasta el último detalle: cada pequeña compra, cada pequeño trámite. Verla trabajar se había convertido en su pasatiempo favorito, así que muchas veces tuvo que obligarse dejar de mirarla y concentrarse en sus propios proyectos. Afortunadamente, la construcción del edificio en la capital se había terminado, Edna había tomado las riendas del proyecto en su última fase. Así que se encontraba ligero de trabajo, con todo el tiempo del mundo para dedicarse al concurso y al manantial. Y a Andrea.

El coordinador apareció con diez minutos de retraso, deshaciéndose en disculpas por los inconvenientes debido al huracán. Una disculpa que no debía tomar más de dos minutos se convirtió en un soliloquio de media hora. Finalmente, el hombre se calló y les dio la palabra a los economistas de la empresa, que se ocuparon de mostrarles el lado financiero del proyecto. Los presupuestos, los gastos y las previsiones lo aburrían, así que —después de que les asegurarán de que recibirán la presentación en sus correos— se desconectó de la charla y se entretuvo ultimando los detalles del manantial.

En circunstancias normales, crear un proyecto desde cero le tomaba semanas, a veces hasta meses, pero Andrea tenía razón cuando dijo que si no lo hacían en ese momento, cuando la noticia del huracán todavía estaba actual, después todo se complicaría. Así que se obligó a terminar el esquema en menos de una semana, así estaría preparado para cuando Andrea comenzara las labores. Hacer las dos cosas al mismo tiempo les ahorraría tiempo y dinero, además de que acortarla el tiempo de espera para los lugareños.

Cuando la presentación acabó, su estructura estaba casi terminada. La sala se vació de a poco, con más de una hora entre las presentaciones, la gente aprovechó para ir a comer algo. Olió el perfume de Andrea antes siquiera de que se sentara a su lado, reprimió las ganas de besarla. Aunque habían llegado juntos, existía un mundo de diferencia entre eso y besarse en público. No quería chismes aún, menos que llegarán a los oídos de sus familias.

—Mi reunión con el alcalde es en dos horas. ¿Crees que llegaré al taller? —preguntó, con la vista en frente y el celular en sus manos.

—Supongo. Aunque, fue un trabajo en conjunto, así que sí llegas un poco tarde, ya me dirán a mí como nos fue. —Resolvió, borrando una parte del boceto porque no le gustaba como quedaba el final del canal.

—Tienes razón. —Aceptó, levantándose—. ¿Quieres beber algo? —Negó con la cabeza, escuchó sus tacones resonar sobre el piso de madera a medida que se alejaba.

La segunda parte de la presentación fue tan aburrida como la primera y el tiempo de espera entre los talleres se le hizo insoportable con la ausencia de Andrea. Al menos había terminado finalmente el plano del manantial y estaba listo para mandárselo a su hermano. Desde ese punto, la mayoría de las cosas pasaba a manos de Pedro, aunque fuera necesaria su presencia de vez en cuando, no era tan grave. Podía centrarse en el concurso finalmente.

Para el inicio del taller les pidieron que se sentaran a lado de sus parejas, así que apartó una silla para Andrea, quien aún no llegaba. La coordinadora —menos habladora que su colega— pasó rápidamente a los comentarios de las obras. No se cortaba a la hora de dar su opinión, a veces hasta resultaba cruel con algunos comentarios. Andrea llegó a mitad de su discurso, la mujer la fulminó con la mirada, pero se abstuvo de decir nada.

—¿Ya nos pasó? —Cuestionó en un susurro, Mauricio negó con la cabeza.

Los había dejado para el final: le había gustado lo que habían hecho, aunque ninguno de los bocetos la había dejado encantada. Mencionó que repetirían pronto el mismo ejercicio, con las mismas parejas, y después ya rotarían. Terminó la reunión antes de lo esperado, salió murmurándoles un apenas audible adiós.

—Ya me gustaría ver su prepotencia planear un proyecto en dos horas. —Murmuró uno de los concursantes, un hombre de mediana edad que —irónicamente— tenía prepotencia escrito sobre todo su rostro. Varios más estuvieron de acuerdo con él, Mauricio se abstuvo de comentar nada. Sí la mujer había sido deliberadamente cruel en sus devoluciones, pero ellos no eran niños de jardín, sino gente de negocios que sabía en qué mundo habitaban. Debían ser capaces de encajar una crítica sin ponerse a insultar a los demás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.