A. Alexa. Siempre contigo

26

Mataron a mi hermana.

Las palabras de Camilo seguían resonando en las paredes del hospital, en su cabeza y en su corazón. Se había visto tan devastado así, tomándole las manos a Lina y haciéndole una promesa que él no pudo cumplir en casi treinta años.

Por primera vez desde que le dijo la verdad, lo vio como lo que era. Un niño pequeño que vio morir a su hermana y a su sobrino, que luego creció para convertirse en el testigo silencioso de la injusticia que le habían hecho. Por eso se había aferrado tanto a Julián, porque era lo único que lo quedaba de Nina. Eso y el deseo de venganza que hasta entonces no logró satisfacer.

—Eso me tomó por sorpresa. —Mauricio se apoyó a su lado en la barandilla del pequeño balcón que había elegido como su refugio.

—Fue lo mejor. —murmuró, aún con la mirada fija en la marea de gente que pasaba debajo de ellos, ajenos a sus problemas.

El silencio reinó después de que Camilo terminara de hablar. Un silencio que fue roto por la —ahora sabía— prima de los Gallego, la única que parecía dispuesta a indagar sobre por qué ellos dos habían aparecido juntos.

Te dije que quería decírselo. —No hubo reproche en la voz de Mauricio, pero ella lo conocía lo suficiente para saber que estaba al menos dolido por su decisión unilateral. La de decir que se habían encontrado por casualidad fuera del hospital.

—Lo sé. —Aceptó—. Y lo respeto. Pero, tienes que ver que no era el mejor momento. —Buscó a tientas su mano y entrelazó sus dedos, el suave viento que soplaba le revolvía los cabellos y le daba un poco de esperanza de que todo estaría mejor.

—Nunca va a ser un buen momento. —la corrigió Mauricio.

—Tal vez. —Tuvo que estar de acuerdo—. Pero seguramente los habrá mejores que este. —Se rio, aunque ambos notaron que era una risa forzada—. Yo soy una Rodríguez y es inevitable que les recuerde a ellos, en el mejor de los casos. Todavía me ven como la responsable por lo ocurrido.

—Precisamente por eso. —Insistió el hombre—. Para que vean a la persona detrás del apellido, para que te conozcan como yo lo hago.

—Ya tendremos tiempo para eso. Lo importante ahora es que tu hermana esté bien.

Mauricio deslizó el brazo por su cintura, atrayéndola hacia sí. Era un movimiento demasiado arriesgado, el hospital estaba plagado de gente que los conocía, pero si a él no le importaba tanto, ella tampoco se quejaría.

Eso no significaba que su corazón no se saltó un latido cuando alguien carraspeo detrás de ellos. Por primera vez fue contenta de ver a Camilo y no a otra persona. El detective paseó la mirada del uno al otro, pero tuvo el buen tino de no comentar nada

—¿Podemos hablar? —Se dirigía a ella, Mauricio la miró con extrañeza, pero se retiró sin decir nada, no sin antes depositar un beso en su mejilla—. Así que ustedes… —comentó Camilo cuando él desapareció de su vista, Andrea lo fulminó con la mirada.

—¿Qué quieres? —espetó, cruzándose de brazos. Camilo se quedó en el pasillo, sin cruzar las puertas del balcón y ella lo agradeció. No quería tenerlo tan cerca.

—Lamento que hayas tenido que enterarte así. —musitó, haciendo que la rabia que Andrea estuvo sintiendo los últimos días finalmente alcanzara su punto de ebullición.

—¿Así cómo? —Gruñó—. En medio de una sala de gente que me detesta, ¿a eso te refieres? —Se rio con histeria—. Si tan solo hubiera algo que podrías haber hecho para evitarme ese mal trago.

—Andrea… —Camilo hizo ademán de acercarse, pero ella negó con la cabeza frenéticamente

—¿Sabes? Yo respeto tu dolor, no puedo ni imaginarme todo lo que debiste haber pasado en estos años mientras tratabas de conseguirle un poco de justicia a tu hermana. Sobre todo después de la muerte de Julián, cuando te quedaste realmente solo. Lo entiendo. —Mantuvo su voz baja —tampoco quería alterar medio hospital—, pero por dentro estaba gritando—. Pero eso no te excusa. Me has manipulado para que te entregara las evidencias, te has aprovechado de una casualidad del destino y pusiste a una mujer que no tenía nada que ver en la mira de esos buitres.

Camilo iba a negar, pero no le dio la oportunidad.

—Sabes que sí. Si no me hubieras protegido a mí, ella probablemente no estaría en una cama del hospital. Y ahora esto. —Alzo los brazos al aire en señal de frustración—. Siempre tengo que sacarte la verdad a pinzas. Tuve que venir en medio de la noche para que me lo dijeras. Y entonces, tampoco me dijiste todo. ¿Qué derecho tienes de decidir que es importante para mí y que no? Son mis padres, mi familia, mi tragedia. —Estaba a punto de llorar y lo más sorprendente fue que no hizo nada para impedirlo, necesitaba dejar salir el llanto de una buena vez—. No tenías ningún derecho de ocultarlo, de privarme de mi historia.

—¿Habrías sido capaz de escucharlo? —Camilo le gruñó de vuelta, dando un paso en su dirección. Hubiera sido atemorizante, pero al menos podía aceptar que él nunca le haría daño, al menos físicamente—. Se sincera conmigo y contigo también. Si te lo hubiera dicho antes, si Julián te lo hubiera dicho, ¿habrías sido capaz de aceptarlo?

Andrea se quedó pensando en ello. Las palabras de Camilo la habían sacudido, llenándola de dudas. Quiso decir que sí, que lo habría entendido, pero no pudo hacerlo. No sin estar segura. Se encogió de hombros y Camilo esbozó media sonrisa, seguramente celebrando por dentro haberla dejado sin palabras.




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