Sus sollozos se esparcían por todo el dormitorio. Eran lentos, casi imperceptibles, pero dolorosos.
La chica tendida en la cama no tenía ninguna enfermedad, pero estaba muriendo, se estaba desangrando lentamente. Le quedaba poco tiempo para irse. Las lesiones en su cuerpo ya eran mortales. Se las hicieron poco a poco, una por una. Cada una más profunda que la anterior.
La más grave le recorría la cara y le llegaba hasta la pierna. Había sangre por toda la cama. El olor era insoportable y el ambiente era muy abrumador.
Su linda cara, aquella que alguna vez se veía fresca y feliz, ahora la adornan moretones y raspaduras. Sus lindos ojos, los que algún día brillaron cálidos como el sol, están hinchados y rojos. Sus labios, que alguna vez fueron suaves y rosados, ahora tienen grietas. Están pálidos y secos. Sus suaves manos, que un día tocaron muchas maravillas, poseen heridas abiertas y están maltratadas. Su hermosa y cremosa piel, ahora da a la luz la cantidad de cortes que posee.
Cada una sangra, dejándola sin aliento. Algunas más que otras y las demás son cicatrices horribles, como si hubiese venido de una guerra espantosa.
Ya no sirve ponerle gasas, ya no sirve intentar curarlas, porque vuelven a abrirse, vuelven a hacerla sufrir. Cada semana tiene un nueva, parece increíble que en ese cuerpo tan débil y masacrado quepa una herida más, pero es así. Es imposible pensar que, aún la personas viendo su estado de debilidad, sigan aportando para su muerte.
Dime, ¿tú viendo a una persona con esa magnitud de daños le harías otro?
Su cara está desfigurada, su pecho está destruido, sus brazos y piernas no poseen la fuerza necesaria para levantarla. Ya no hay más sangre en su cuerpo, porque con cada herida la ha sacado toda. Las últimas gotas del líquido rojo salen con un desgarrador sollozo, manchando lo que queda de las sabanas blancas, llevándose cada pena consigo...
¿Cuál fue la causa de todo este daño? ¿Qué tuvo que pasarle a esa bella joven para verla en tal estado de destrucción? ¿Qué la está llevando al borde de la muerte?
La respuesta es simple, pero inaudita: Amor.
Demasiado tarde se dio cuenta de que el amor es un chucllido con doble filo y justo ahora está a punto de morir por amor.
Ya no se sienten sollozos salir de su cuerpo, ya su respiración se volvió más lenta, ya sus ojos se están cerrando...
Sin embargo, antes de irse, un sonido proveniente de su cómoda le hace abrir con dolor sus ojos. Una tenue luz ilumina por unos segundos la habitación antes de volverse oscura de nuevo.
La joven hace un último esfuerzo y se mueve con pesadez hacia la mesita al lado de su cama para tomar el móvil.
Era un mensaje.
Número desconocido: "Soy yo. Sé que mis palabras ahora no cuentan, que tal vez me odies por lo que hice, pero no podía dejarlo pasar. Feliz cumpleaños."
Cualquier persona hubiera apartado la mirada ante la imagen que ahora presencian mis ojos.
Una herida tres veces peor que la que recorre su cara aparece en su espalda y una gran cantidad de sangre sale sin cesar de ella. Gritos desgarradores brotan de su débil garganta, haciendo que se doble del dolor.
Lleva sus manos hacia su rostro e intenta limpiar sus lágrimas, pero estas no son transparentes, son rojas. Todo su cuerpo está cubierto por el rojo líquido.
Bastó solo un mensaje, unas palabras para condenarla y arrastrarla hasta una muerte inminente.
Aquella chica guardaba para ella misma sus dolores y sus penas, pero no sabía que su peor error era no soltar todo lo que la dañaba a tiempo. Ella no comprendió que en brazos equivocados seremos dañados y cuando por fin lo hizo, ya no tenía cura.
Cuando la vean en fotografías y recuerden quién era, no podrán evitar pensar que por amor se soportan muchas cosas que son como balas a nuestro corazón. Cosas que lentamente nos matan, nos esfuman, hasta consumirnos enteros por un dolor incesante.
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Editado: 01.10.2024