A Billion Destinations With You

CAPÍTULO 6

Necesité un recordatorio al pisar el tercer universo, fue extraño que haya pasado por dos dimensiones sin recurrir a ninguno de ellos, después de todo yo no era el viajero perfecto, sin los recordatorios corría el riesgo de olvidarme de mí mismo y quedar atrapado en el cuerpo del anfitrión, en su mundo para siempre.

Abracé el dolor que venía con cada uno, mereciendo cada descarga por lo que tuve que hacer en el Greciaverso. La mirada desamparada y perdida de Theos me perseguiría para siempre, yo había puesto esa mirada en él.

Una vez que me recuperé observé mi entorno. Era un departamento como cualquier otro, busqué en mis bolsillos descubriendo por primera vez que se trataba de un pantalón de pijama, no llevaba camisa.

Había una alianza platino en mi dedo anular.

¿Estaba casado? ¿Quién se casaba con veinte años?

De pronto se me ocurrió que este era uno de esos universos donde Marguerite y yo estábamos juntos, al parecer demasiado juntos, y el hecho de que ella no pudo saltar significaba que algo le había ocurrido...¿Y si estaba muerta?

La simple idea me horrorizaba, los mundos más brillantes eran los que Marguerite Caine pintaba en sus lienzos. Ella veía cosas que nosotros no. Ella era especial. Ella no podía estar muerta, ¿verdad?

Un ruido fuera de la habitación me sobresaltó, el aire volvió a ingresar en mis pulmones, claramente habíamos cometido un error con su firebird y ahora ella, la versión suya de este universo, se encontraba ahí afuera, esperándome tal vez.

Busqué una camiseta para cubrirme, casados o no, no estaba saliendo de esta habitación semidesnudo para encontrar a la hija de mis jefes. Nunca podría volver a mirar a la Marguerite de mi dimensión si lo hacía.

Encontré una camiseta que supuse sería mía. El estampado de alguna banda cubría el frente dejándome confuso. No era un secreto que yo no conocía muchas bandas, por no decir ninguna. Mi repertorio musical no incluía nada producido después del 1900.

Supongo que este Paul tenía nuevos gustos, y al parecer le gustaban las bandas y las camisetas estrechas ya que la prenda parecía pegarse a mí como una segunda piel.

Suficiente de esconderse en la habitación.

Con un suspiro me dirigí hacia el origen del sonido, el apartamento era pequeño por lo que no me llevó mucho tiempo descubrir que además del dormitorio había un baño, una sala-comedor y la cocina al fondo. El sonido provenía de este último con lo que supuse sería mi esposa cocinando la cena. Antes de dirigirme ahí fui hacia una ventana que percibí en la sala de estar y miré hacia el exterior.

Estaba en casa. En California.

Bueno en una California alternativa.

Reconocía la calle cerca de la universidad, aunque algunos edificios me eran desconocidos. Esperaba que esto significara que hallar a Conley aquí sería más fácil.

El sonido del grifo abierto me recordó que debía ser un buen marido y saludar a mi esposa.

̶ Hey, qué cenarem...¿Theo?

Mi pregunta quedó volando en el aire mientras un Theo demasiado similar a mí Theo se encontraba cortando pimientos y echándolos en una sartén que ya estaba en el fuego, se limpió las manos con un paño de cocina que llevaba en el hombro y me notó ahí parado, mirándolo boquiabierto.

̶ Buenas noches, dormilón. Sabía que estabas cansado por desvelarte anoche pero no creí que dormirías casi todo el día.

Antes de que pudiera responder, Theo tiró el paño sobre el granito y se acercó con una sonrisa, todavía seguía sin palabras mientras me sujetaba la nuca para inclinar mi rostro y besarme.

Theo Beck me estaba besando.

No quise reaccionar, esto podía ser sólo un casto beso de saludo, pero entonces su lengua acarició mi labio inferior para luego morder la huella del roce, y tenía que estar muerto y sin sangre en las venas para evitar responder a eso con un gemido desde lo más profundo de mi ser.

Una sonrisita cubrió su boca y la sentí en la mía, apostaría a que no era la primera vez que me torturaba así, seguramente era consciente del efecto que tenía en mí y eso solo lo motivaba a hacerlo cada vez.

De pronto nada de eso me importaba porque su lengua estaba en mi boca, y su sabor era la cosa más perfecta que había probado en mil vidas.

En mil millones.

No podía apartarme, aunque quisiera, ¿y por qué querría hacerlo? Theo me estaba besando, sus manos ya no eran simples anclas en mi cuello, sino que ahora me recorrían con confianza y familiaridad, una acariciando mi pecho mientras la otra se abría paso a mí espalda. No sabía qué hacer con mis propias manos así que las apoyé en sus hombros y me sostuve de ellos con cada uno de mis dedos, me aferré a él con cada célula de mi cuerpo. Un gemido escapó de sus labios cuando mi lengua acarició la suya en un intento de imitar lo que le estaba haciendo a mi boca, el sonido viajó dentro de mí y se instaló en mi vientre, donde quemó a fuego lento.

Tenía que detener esto, pero no podía, no había manera en que yo pudiera dejar de besar a Theo, soltarlo, dar un paso atrás, lejos de su calor.

Un escalofrío lo recorrió y lo sentí, de pronto su cuerpo quedó rígido y me pregunté si había hecho algo mal. Theo se alejó del beso, pero no soltó sus manos de mi cuerpo, sus ojos estaban perplejos buscando mi rostro.

Una cadena dorada del firebird brillaba en su cuello.

Decir que la incomodidad llenó el apartamento después de que Theo saltara dentro de su homónimo de esta dimensión era quedarse cortos. Seguía sin mirarme desde hace media hora, cuando se apartó de mí tan pronto descubrió lo que estaba pasando, apagamos la cena y nos pusimos a buscar pistas, ninguno mencionando el beso más revelador de la historia.

Me encontraba en el sofá, observando a un Theo nervioso pasearse de un lado al otro dentro de los reducidos confines del apartamento que al parecer compartíamos.



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En el texto hay: universos paralelos, romance, boys love bl

Editado: 03.07.2021

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