El sol entraba sigilosamente por las cortinas del dormitorio de Rocío. Al sentir el calor de sus rayos acariciándole suavemente la cara, abrió los ojos lentamente, encontrándose ante ella el rostro de su salvador, su amigo y alguna vez su primer amor. Aún dormía plácidamente como si hubiera estado mucho tiempo sin poder conciliar un sueño reparador. Cuidadosamente soltó su mano, que él aún sostenía con fuerza, como si ella fuese a desaparecer de nuevo, y acarició su rostro tiernamente. Con sus delgados dedos recorrió su frente, bajó por su nariz, palpó sus labios con suavidad y terminó por recorrer su mejilla, algo que causó un cosquilleo en Agustín que lo llevó a despertarse.
- Buenos días bello durmiente -. Lo saludó con una enorme sonrisa, de esas que le taladraban el alma.
- Buenos días preciosa, ¿cómo amaneciste? ¿aún duele tu carita? -. Agustín acarició con dulzura el rostro aún hinchado de Rocío.
- Sí, aún me duele, pero gracias a tus cuidados de anoche, pude dormir bien y el dolor ya no es tan intenso. Gracias por estar siempre cuando más te necesito -.
- Ya déjate de tanto halago que me voy a sonrojar y levántate luego, debemos ir a la estación de Policía a denunciar a Faruq -. La cara de Rocío se ensombreció. Solo recordarlo la mortificaba.
- Tengo miedo Agus. ¿Qué tal si se venga de mí? O quizás de ti. Eso no podría soportarlo -. Preferiría volver junto a Faruq que ver a Agustín ser víctima de las maquinaciones de aquella desquiciada familia.
- No tengas miedo, Ross. Haremos lo necesario para que ese desgraciado no aparezca de nuevo en nuestras vidas -. Era un juramento que se había hecho a sí mismo y estaba decidido a cumplir.
Lo que Agustín y Rocío no sabían, era que hubo alguien dispuesto a ayudarlos a deshacerse de la sombra de Faruq en sus vidas, alguien que ni el mismo Faruq hubiera sospechado que lo traicionaría.
Después de volver de la policía, Rocío se encontraba ya más tranquila y se recostó sobre su sofá a mirar la televisión. Agustín estaba preparando el almuerzo cuando un compañero de universidad le mensajeó a su celular advirtiéndole que su imagen estaba apareciendo en las noticias justo en ese momento. Rápidamente corrió al lado de Rocío, tomó de las manos de ella el control remoto y colocó el canal de noticias ante la mirada de extrañeza de su amiga. Allí estaban ambos junto a Faruq en una grabación de lo que había sucedido la noche anterior. La noticia no hubiera sido tal de no haber sido porque la familia Assad era importante en el ámbito nacional. Alguien había grabado a escondidas toda la escena y se encargó de hacerla llegar a los medios. Afortunadamente el rostro de Rocío, como la víctima principal, había sido pixeleado, por lo que solo el rostro de los hombres era reconocible. Los medios se ensañaron con el saudí. Tal fue el acoso de la prensa fuera de su casa, de la empresa e incluso de la universidad, que a la familia no le quedó de más alternativa que escapar rápidamente del país ante la vergüenza pública.
El parcito se abrazó fuertemente y agradeció a ese testigo de buen corazón que haya expuesto la violencia de género de la que Rocío estaba siendo víctima por parte de Faruq. Con su salida del país por fin podía sentirse segura una vez más, aunque todo el episodio le haya significado atrasarse en sus estudios y tal vez le impidiera graduarse de su carrera a tiempo. Pero nada de eso le importó. Estaba viva, libre y llena de vida una vez más. Sintió su alma rejuvenecer y las energías fluir impacientes dentro de ella.
El testigo no fue otro que uno de los guardaespaldas que Faruq había contratado para mantenerla vigilada. Esa noche cuando su jefe le llamó para hacer acto de presencia en el edificio de Rocío y así retomar la labor de vigilancia sobre ella, él estaba relativamente cerca del lugar por lo que llegó antes de tiempo. Estaba por bajar de su auto cuando vio cómo se desarrolló la escena ante sus ojos. Cansado del maltrato que recibía la joven sin provocación ni razón alguna, decidió que no permitiría que su jefe le hiciera daño nunca más. Pensó en su propia hija. De solo imaginar que ella sufriera una situación semejante, le enervaba hasta lo más profundo de su ser. Por lo mismo grabó a escondidas las acciones del hombre y luego envió el video a los noticieros. Sabía que a raíz de ello perdería el trabajo, pero prefería eso a que la muchacha perdiera la libertad y a la larga, quizás también la vida.
Cuando la universidad se enteró de la situación de sus alumnos, tomó cartas en el asunto y expulsó al Señor Assad de la facultad y a Rocío le dieron la oportunidad de realizar los exámenes que había perdido facilitándole nuevamente la chance de poder graduarse junto al resto de los alumnos de su promoción.
En cuanto a su familia, la culpabilidad hizo presa de ellos. Se enteraron por las noticias de toda la situación. No sabían que Rocío había estado viviendo en el mismo infierno esos últimos meses, y es que las pocas veces que se comunicó con ellos siempre les hizo creer que estaba bien y feliz con su relación. Luego, cuando despertó a la realidad, ya no pudo tener más contacto con ellos ni con nadie. Faruq le había requisado su teléfono y la mantuvo cautiva a fin de conseguir su propósito.
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Como era costumbre en la familia Müller, cada vez mes celebraban un almuerzo familiar en las diferentes casas que la componían. Algunas veces era en casa de sus abuelos, otras en casa de su tío Emilio y otras en casa de sus padres. Esta vez la ocasión era animar a la pequeña Rossi. Necesitaba con urgencia la calidez de sus seres amados.