Capítulo 4

4

“Si no encuentras la salida, invéntala”.

-¡Otra vez con eso! –gritó molesto y salió de su habitación. Me quedé sentado en su cama sin saber que hacer o decir, ¿se molestó de verdad? La puerta de su cuarto se abrió nuevamente y levanté la mirada para ver quién era.

-Toma, puedes leer esto en lo que regreso.

Dejó en mis manos un grueso libro de portada negra con detalles rojos. Al parecer era un rostro cubierto con un antifaz. En el titulo se leía Días de sangre y resplandor.

-¿Te hice enojar?

-No tardo –fue su respuesta antes de salir.

-¡Oye! Pero este es el segundo libro, necesito leer el primero.

Escuché otra puerta cerrarse con fuerza y entendí que si lo había hecho enojar. Me acosté con el libro en las manos y después de leer las primeras lineas (que no entendí porque no sabía ni quien era Karou) salí de para ir a buscarlo. Encontré a su madre en la cocina con su padre, al parecer Nic se había encerrado en el baño.

Me detuve frente a la puerta y toqué muy despacio.

-¿Nic? ¿Estás molesto?

-¡Oye! Necesito privacidad en el baño.

-¿Qué haces?

-¡Necesito privacidad! –gritó pero esta vez parecía estar riendo-. ¡Regresa a mi habitación!

Volví a su cuarto un poco más tranquilo y husmeé entre sus libros buscando el volumen uno. Encontré el tres. El uno no estaba. ¿Quién lee una saga a partir del segundo libro? Encontré uno titulado Te daría el sol  y después de hojearlo me atrapó al entender que una parte narraba la historia de amor entre dos chicos. Ana tenía razón, ¿cómo podía estar confundido si llegaba a enamorarme de un hombre? Era una tontería. Volví a recostarme y seguí leyéndolo hasta que después de muchos minutos escuché gritar la mamá de Nicolás.

-¡Antonio! ¡Tu hijo se está convirtiendo en un pandillero!

-¡No soy un pandillero, mamá!

-Entonces tendrás que explicarme esto, lo que acabas de hacer no está bien…

La voz de su madre cobró fuerza y la perdió al abrirse y cerrarse la puerta. Nic entró y se quedó parado viéndome con una sonrisa divertida y maliciosa. No creía lo que estaba viendo.

-¿Ahora crees que soy un feo hombre calvo?

Me levanté de la cama y caminé a su alrededor aun sin poder creer lo que estaba viendo. Se había rapado por completo la cabeza… o casi por completo. Quedaron pequeñas mechones cortos y malhechos en algunas partes que seguro no había alcanzado.

-Yo creo que soy un guapo hombre calvo, y estoy seguro que hasta mi mejor amigo podría enamorarse de mí –imitó el tono que yo había utilizado cuando dije eso.

-Tu mamá cree que eres un pandillero.

-Para mi madre todos son unos pandilleros –rio con malicia y me reí con él. Parecíamos tontos riendo, parados en medio de un cuarto y él  completamente trasquilado. Acaricié su cabeza, sintiendo la suave superficie.

-¿Entiendes que eres un completo idiota?

Sentía las lágrimas al borde de mis ojos. Nicolás había hecho un desastre con su cabello sólo para hacerme sentir mejor. Entendí que yo era el completo idiota por sentirme confundido con aquellos sentimientos que tiempo atrás estaban cobrando fuerza dentro de mí. Me senté en su cama y puse mi cara entre las manos intentando no llorar. Se sentó a mi lado y limpió mi cara con algo muy suave. Abrí los ojos y…

-¿Eso es un calcetín?

-Y es de algodón.

-Que cochino eres…

-Está limpio… creo –lo acercó a su nariz y lo olió por unos segundos-, casi está limpio.

Reí y pensé en lo ridículo que me veía riendo y llorando a la vez. Me acerqué más a él y lo abracé.

-Gracias por hacer esto, Nic, por estar conmigo… por todo.

*&*

Los días fueron pasando, y con facilidad se convirtieron en semanas. Nicolás no dejaba crecer su cabello y siempre usaba bonitas boinas de colores, mismas que después me regalaba. Ahora los dos usábamos boinas todo el tiempo. Cuando llegué a la sexta quimioterapia mi cabello se había caído casi por completo y al final decidí cortarme el poco que quedaba.