—«¿Eric? ¡Dios!». —Le tomé la mano—. «¿Cómo te sientes? Tengo muchas cosas que contarte. ¿Cuándo vas a despertar? Estos días han sido terribles».
—«Espero que pronto».
—«Yo no sabía que tenía este talento del grito, discúlpame».
No oí su voz de nuevo.
—«¿Sigues ahí?»
Quizá no tenía suficiente energía. Aún necesitaba descansar.
Abandoné de la sala de recuperación y me apresuré en ordenar las palomitas. Que Eric hubiese respondido a mi llamado me aliviaba. Era un enorme progreso. Me postré frente al mostrador y vociferé:
—¡¿Hay alguien?! —Escuché unos murmullos detrás de la ventanita donde recibían los pedidos—. ¡Oigan, si no quieren atender entonces cierren!
Pronto apareció una mujer conocida atándose el delantal.
—¿Tessa? ¿Qué haces aquí?
Traía el rostro ceñudo a causa de la labor.
—Hola, Nina —saludó, fastidiada—. ¿Qué vas a querer?
—¿Me podrías dar unas palomitas?
—Claro. —Fue hacia la ventanita y gritó—: ¡Una palomitas!
Regresó, desganada, y se apoyó del mostrador. Miraba hacia la entrada condenando al próximo que se atreviera a pedirle algo.
—¿Qué clase de acto cometiste para estar castigada aquí? No me digas que fue porque me ayudaste a escapar de Emmanuel y Perla. Oye, si es así…
—No estoy castigada —aseveró en un tono cortante—. También te envían a la cocina si tienes puntuaciones bajas. —Rayó el mesón con el lapicero, siendo consciente de que la tinta no mancharía el granito.
—¿En qué práctica no eres tan buena?
—Telepatía. Detesto a los tutores. Tengo problemas con la fuerza mental y por una estupidez cometí el error de inscribirme.
—¡Listo, Tessa! —llamaron desde la ventanita.
Se giró, retiró las palomitas y las trajo.
—Si no eres buena, ¿por qué lo hiciste? —Me llevé unas cuantas a la boca.
—Por Eric.
Una comezón se posicionó en mi garganta ocasionándome una breve asfixia. Comencé a toser por no haber masticado lo suficiente. Tampoco negaría que lo escuchado no contribuyera al atoramiento.
Tessa corrió hacia el refrigerador y sacó una botella de agua. Me la embutí tan pronto tocó mis manos. No podía imaginar que se hubiese inscrito en la práctica solo por él. ¡Dios mío! Yo más bien le huía.
—Disculpa —dije carraspeando—, a veces no mastico bien la comida y me ahogo.
—Sí, ya veo. —Se fijó en mi cara—. Como te iba diciendo, quise estar más cerca de Eric. Él es lindo.
—Yo no diría lo mismo —mencioné, cerrando la botella.
—¡Pero si es bellísimo! Tiene unos ojos para morirse. —Se echó en el mostrador—. Nina, yo sé que tú eres su aprendiz y por eso me gustaría pedirte que le hablaras de mí. Él me gusta mucho.
¿Por eso me había ayudado a escapar ayer, para luego tener que devolverle el favor? No le diría bobadas a Eric acabando de despertar. No oiría por un par de semanas y estaría de reposo. Lo único que yo podía hacer por ella era comentarle sobre una de sus alumnas cuyas calificaciones no surgían, con la esperanza de recibir una mísera observación. Cual hubiese sido la intención de Tessa en haberme ayudado, no tenía derecho a juzgarla. Nadie podía decidir de quién enamorarse.
—No es que tengamos mucha confianza... pero lo haré cuando despierte, ¿sí? Porque tiene que despertar, ¡debe hacerlo!
Lanzó un agradecimiento a los dioses haciendo rebotar sus rizos.
—Gracias, Nina. Serás mi madrina de bodas.
Al día siguiente, antes de haber ido a la práctica de pociones fui visitar a Eric. Y la cama estaba vacía. Me acerqué para comprobar que no fuese un sueño. Rocé la tela cuando una vocecita pronunció mi nombre. Me volví, hallándolo sonriente en la entrada.
—«¿Me buscabas?»
De verdad era él. Estaba ahí, mirándome con ternura. Corrí hacia sus brazos y me guindé de su cuello agradecida de que aún respirara.
—«Ay, Nina, despacio. Me duele» —se quejó, aunque no demostró querer apartarse.
—Sigo creyendo que esto no es real. —Lo solté, deslizando las manos por sus brazos velludos.
—No oigo casi nada —dijo, apuntándose en la oreja con el dedo—. Háblame mentalmente.
—«Lamento haberte hecho esto».
—«Descuida, de no haber sido así nunca te hubieras enterado de tu talento». —Me columpió los brazos—. «Creí que más nunca volvería a moverme».
—«¿Qué dices? Eres fuertísimo. Aunque yo también tuve miedo».
De pronto mostró una débil sonrisa compadeciéndose más por mí que por él.
—«¿Cómo estás sobrellevando lo de Destiny?»
Rodé los ojos y lancé un suspiro.
Editado: 11.10.2021