Quizá no vale la pena luchar tan arduamente por alguien, aguantar todo por quien consideras importante, quizá nunca te das cuenta de lo que significa lo que haces; y es que cuando actuamos pensando en hacerle bien a otros, muchas veces lo hacemos por impulso, sin considerar las consecuencias, sin ver al futuro porque, seguimos creyendo que "la vida es hoy", y no es que sea malo, sino que al final, nada de aquello queda, nada importa.
Pero eso definitivamente yo no lo sabía. No en este momento. No cuando ni siquiera pensaba que pudiera haber consecuencias. No cuando solo miraba al chico a mi lado como un simple amigo, cuando creía que las cosas inesperadas sucedían solo en las historias; que la vida real era planeada, y que nada podía salirse de control. No conmigo.
Pero la vida te enseña demasiadas cosas.
—¡Bienvenidos! Qué bueno que ya han llegado.
La sonrisa deslumbrante de aquella mujer me deja anonadada, sumándole a eso el nerviosismo del momento. Me tiende la mano. La mía tiembla.
—Un placer —dice en mi dirección, ni siquiera me percaté de haberme presentado—. Pero pasen, hace un poco de frío, no quiero enfermarla —ríe un poco, mientras me mira y se hace a un lado para que entremos.
Una mano sobre mi cintura me hace volver a la realidad, generando en respuesta un respingo de mi parte. Miro a Óscar.
—Vamos —susurra muy cerca de mi oído, y da un leve empujoncito a mi espalda para que comience a avanzar.
A pesar del esfuerzo que me cuesta dar un paso, lo consigo luego de unos segundos. Estoy paralizada, y más desconcertada que nunca. No entiendo cómo el solo hecho de conocer a unas personas logra ponerme aún más nerviosa que los exámenes de la universidad.
—Y si... —mis palabras son silenciadas al escuchar las risas provenientes de la sala. Definitivamente, hay aquí más personas de las que me gustaría.
Escucho a la mujer que nos ha recibido susurrarle algo a los presentes luego de cruzar la puerta, y mis sospechas son confirmadas, porque justo cuando Óscar y yo nos adentramos en la sala, un hombre joven alza la voz.
—Así que regresó el hijo pródigo —comenta con burla—. Qué sorpresa.
—Lo mismo digo, Nicolás—responde Óscar en su dirección, con el mismo tono que el tal Nicolás ha usado.
Un escalofrío recorre mi espalda, y no estoy segura si es por los nervios o por lo que sea que se traigan estos dos. Mi vista va de uno a otro, mientras ellos se desafían en un duelo de miradas. No sé lo que pasa ahí, pero intuyo que no es precisamente bueno.
—¡Basta ustedes dos! —los reprende una mujer joven, aunque ya un poco más grande—. Incomodan a las visitas.
Al parecer hasta este momento nadie se había percatado de mi presencia a excepción de aquella mujer, porque la cara de Nicolás al mirarme, fue verdaderamente de sorpresa. Sin mencionar que hasta que se escuchó su voz, un hombre más levantó la vista del periódico que leía.
Y aquí estoy yo, sintiéndome cada vez más pequeña bajo las miradas imponentes de toda esta gente. ¿Pero a dónde vine a meterme? Mi cabeza no deja de reprocharme, sabía que esto no iba a salir bien.
—Mamá, papá —habla Óscar—, ella es Jaune, mi novia.
Quizá fue mi imaginación, pero podría asegurar que aquello lo dijo mirando a Nicolás, como si su intención hubiera sido marcar "su territorio", acercándome más a su costado, y ejerciendo más fuerza en su abrazo.
—¡Jaune! —grita la chica que nos abrió la puerta, corriendo desde donde se encontraba parada hasta mi lado, para abrazarme—, pero qué bello nombre, y ¡qué linda estás! —dice al dejar de abrazarme, tomando mi rostro por las mejillas—. Estoy segura de que seremos grandes amigas —menciona demasiado efusiva—. Yo soy Nathalie, la hermana de este cabeza dura —dice dándole un codazo a Óscar.
Así que tiene una hermana, no lo hubiera imaginado, mucho menos así como ella: demasiado extrovertida y amigable. Sabía que Óscar era extrovertido, pero su hermana le ganaba por todo. Son absolutamente contrarios. Se nota a leguas que ella es tierna y linda; al contrario de él, que es más serio y cerrado.
No puedo evitar sonreír, esta chica logró deshacerse de la tensión del ambiente.
—Se ve más bonita sonriendo —escucho la voz de Nicolás.
Hablé demasiado pronto, la tensión vuelve a caer inundándo la habitación.
Mi vista se dirige hacia él, aunque no podría decir lo mismo de mi sonrisa.
—Ella se ve bonita siempre.
Bueno, eso sí no me lo esperaba. Óscar defendiéndome era una cosa; Óscar haciéndome cumplidos para defenderme era totalmente distinto.
Su madre sonríe.
—No lo dudo —responde arrogante Nicolás, sin apartar sus ojos de nosotros. Al tiempo que Óscar da un paso pequeño justo en su dirección.
Tomo su brazo. No es momento de peleas, al menos no conmigo presente; cuando me fuera podría golpearlo todo lo que quisiera.