***Cristian***
Mi cuerpo estaba fuera de control. Las cuerdas que yo mismo había atado a mis pies y a mis manos para inmoviliza y evitar hacerme daño, ya estaban hechas añicos en el suelo. Ahora mi cabeza golpeaba fuertemente el espejo del baño. Sangre brotaba por mi rostro, pero por más que intentaba evitar hacerme daño, “esa cosa” de alguna manera, tomaba el control de mi cuerpo, obligándome a lastimarme con lo primero que pensaba ya estando dentro de mí. No obstante, a pesar de intentar resistirme, sólo conseguía que los golpes fueran más consecutivos, profundizando el dolor y provocando que el tiempo se hiciera más largo. Eso último lo había descubierto la tercera vez que tomo mi cuerpo y me torturo. Por qué de alguna forma. Sin mirar el reloj. Estaba al tanto de cuantos minutos faltaban para que mis torturas terminasen.
Una vez más estrello mi cabeza contra el espejo. Sabía que sólo quedaban 2 minutos. Pero, también sabía que yo ya no aguantaría mucho. Y él también estaba consciente de eso porque sentí como su enojo se intensificaba con la rapidez que comenzaba a perder mis fuerzas. Pronto mi cuerpo comenzó a convulsionarse, provocando que perdiera el equilibrio y callera con mis rodillas terminando en el suelo. Mi espalda se arqueaba con fuerte violencia. Mis huesos y articulaciones me hacían tomar posturas que jamás imagine hacer. De mi boca salían espumajos de sangre y por primera vez, desde que comencé mi infierno, temí que esto nunca terminara.
***
Desperté debido a los fuertes golpes que sonaban a la puerta del baño.
-¡Cristian!- La voz de mi padre sonó del otro lado de la puerta.
Me levante con dificultad del piso del baño. Mirando a mi alrededor el desastre que tenía.
-¡Cristian voy a abrir la puerta si no me dices que mierda está pasando contigo!- Mi padre dijo con evidente preocupación.
- Ya. Ya. Estoy bien. Me estoy bañando. – Dije abriendo la regadera y comenzando a limpiar la sangre del piso con papel.
-No te escuchas bien. Abre la puerta. – Me ordeno. - Necesito asegurarme de que estés bien –
- ¿Estás seguro de que quieres oler el hedor de mi vomito? Porque tengo una resaca tremenda. Pero si eso es lo que quieres…- Me acerque a la puerta para fingir quitarle el pasador extra que le había puesto.
- Olvídalo. Cuando termines de bañarte ven a buscarme. Por qué el director hablo conmigo. Dice que has estado faltando demasiado a clases y quiero saber por qué. –
-De acuerdo- Dije
- Por cierto. Ayer por la noche me hablo la Sra. Álvarez. Preguntó si podía hablar contigo. Le dije que la llamarías después-
Al escuchar el nombre de la madre de Sandra, mi exnovia, sentí que dejé de respirar, pero me las arregle para responder con un simple “sí” Sin embargo, Algo dentro de mí, sabía que fuera lo que fuera que iba a decirme, no sería nada bueno.
Con Sandra habían comenzado mis pesadillas. Ella había sido de las primeras en tenerlas y toda su familia, incluyendo yo, la tomamos por loca. A tal punto que la habían internado en un manicomio. Pero las ultimas veces que intente verla, me lo impidieron diciendo que ella estaba realmente en mal estado, física y mentalmente. Había pasado ya más de dos meses de la última vez que la había visto, que ahora, pensar en ella me hacía sentir mal debido a que ya sabía lo que sufría y lo difícil que para ella había sido los últimos 5 meses.
Terminé de limpiar el baño y me di una ducha rápida. Pero a pesar de sentir el agua fresca sobre mi cuerpo, un fuerte cansancio se apoderaba de él. Pareciendo que imploraba a gritos un poco de descanso. Limpie las heridas de mi cabeza y maquille mi rostro, con los cosméticos que le había robado a mi hermana menor, para cubrir las cortadas que eran evidentes. Estando ya listo, cogí mi teléfono y marqué el número, que ya sabía de memoria, de la Sra. Álvarez la cual al primer timbrazo respondió.
-¿Sra. Álvarez? –
-¿Quién habla?- Preguntó con una voz quebrada. Dejando en evidencia su estado de ánimo decaído.
- Soy Cristian. Mi padre me dijo que me buscaba. –
-Cristian...-Dijo y respiro hondo. Como si lo que me tuviera que decir fuera difícil para ella. -Ella murió- Pronuncio las palabras en un susurro apenas audible. Inmediatamente mi estómago se contrajo al comprender lo que decía. No supe que responder ni supe que pensar. Por un minuto mi cerebro se quedó completamente en blanco. -Ella se suicidó – Continúo diciendo. – No sé cómo pudo hacerlo, pero le encontraron un nido de huevos de arañas dentro de su garganta. Eso la asfixió. – Comenzó a sollozar. – ¿Puedes creerlo Cristian? Ella odiaba las arañas. ¿Cómo pudo tragarse eso? ¿Tiene acaso lógica? – Dijo, pero a pesar de estarla escuchando mis pensamientos estaban en otro lado.
En la primera vez que Sandra tuvo una de esas pesadillas. Me había dicho que le había resultado aterrador soñar con aquellos insectos que odiaba tanto y por si fuera poco, me había dicho que algo que nunca vio pero que sabía que estaba ahí, la tenía en un cuarto lleno de arañas que subían por su cuerpo y entraban y salían por su boca al igual que se enredaban en el cabello. Sólo logró salir de ahí comiéndose cada una de esas arañas.
Trague saliva con fuerza. Todo eso solo me confirmaba una cosa. Yo sería el siguiente y si así era. No me quedaba mucho tiempo.
Terminé la llamada y corrí rumbo a la escuela. Mi mente sólo podía pensar en todo lo que estaba pasando, pero parecía que, con cada segundo, cada minuto o cada día que pasaba, sólo se volvía más confuso, más escalofriantes y más doloroso. Pero aun así alguien debía saber lo que estaba a pasando. A pesar de que probablemente no serviría de nada, pero al menos sabrían por lo que pasarían y tal vez, tal vez. Podrían encontrar la punta del iceberg y tener una idea de a lo que se estaban enfrentando.
*** Kian***