A los ojos de la luna somos inocentes

Capítulo 08

Sophia

 

PASADO

 

   El camino a casa se había hecho eterno, los autos estaban estacionados ocasionando tráfico mientras que las personas cruzaban las calles a paso ligero. La noche estaba cayendo y, mientras abría la puerta de mi casa, siento una mirada a mis espaldas.

   Me doy la vuelta.

   Nada.

   Abro la puerta y siento como la sensación regresa.

   Doy la vuelta.

   —¡Mierda! —Grito—. ¿Qué haces aquí a esta hora? 

   —No era mi intención asustarte, solo venía para saber cómo estabas y si podíamos salir a caminar —sonríe—. Claro, solamente si aceptas.

   Lo pienso dos veces, escucho unos pasos en la sala.

   —¿Quién está en la puerta?

   Se acercan.

  —Sophia, hola —mi madre deja un beso en mi frente—. ¿Está todo bien? —Observa al chico de afuera—. ¿Quién eres?

   Él se acerca.

   —Disculpe mi falta de respeto —dice—. Mi nombre es Matheo, un gusto en conocerla, soy un viejo amigo de Sophia —me observa—. Pensé que ya le habías hablado acerca de mí.

   Dos pares de ojos me comen viva en busca de una respuesta, no hablo.

   —Solo somos amigos, no era necesario decirle eso a mis padres, Matheo. Además nuestra relación —mi madre levanta una ceja—de amigos no va tan bien.

   —Prepararé chocolate —mi madre se retira.

   Cierro la puerta.

   —¿Qué crees que estás haciendo, Matheo? No puedes venir a mi casa y decirle eso a mi madre cuando fui clara en decirte que no voy a salir contigo ni hoy ni nunca. No me gustas, no te quiero y lo de la otra noche solo fue sexo y nada más. ¿Te ha quedado claro?

   Sus ojos se cristalizan, siento como su corazón bombea rápido y puedo escuchar como tiembla y respira fuerte. No había pensado en lo que dije y ahora tenía a un chico roto frente a mis ojos.

   —Yo —digo—, no era mi intención decir todo eso.

   —¿Solo fui una noche de sexo? —Pregunta.

   Su mano limpia una lágrima que recorre por su mejilla.

   Doy dos pasos al frente y él retrocede.

   —Lo lamento.

   —¿Lo lamentas? —Dice—. Tú sabes muy bien que no fui solo una noche de sexo, me dijiste que me querías y que me darías una oportunidad. 

   —Estaba muy ebria y no pensaba en lo que decía —miento.

   —No habías tomado ni una gota de licor ese día, Sophia. Recuerda que me dijiste antes de entrar que te cuidara y no te dejara tomar.

   Suspiro.

   —¿Podrías irte?

   Asiente.

   —Si me voy ahora no volverás a verme nunca más en tu vida, espero que pienses en lo que acabas de hacer conmigo.

   —¿No verte nunca más?

   —Me voy del estado la próxima semana —duele—, he pedido un traslado en mi trabajo para empezar desde cero en Florida, pero antes de irme quería verte y despedirme.

   Cierro mis ojos por un momento.

   

   Eres una estúpida.

 

   —Matheo —susurro—, lo siento mucho, sabes que te aprecio demasiado pero ese día estaba pensando en otras cosas y no sabía lo que te decía. Solo fue una noche de fiesta y pues necesitaba tener algo con alguien en una noche —observo como más lágrimas se deslizan por sus mejillas—. Solo quería sexo, vi la oportunidad contigo y quise aprovecharla.

   Lo he destrozado.

   Antes no había visto a un hombre llorar, ahora tenía a uno que lloraba por mi culpa y en lo más profundo de mi corazón me dolía mentirle. Tenía miedo de decirle que si lo amo y darle esa oportunidad. 

   Pero no puedo.

   —¿No significó nada para ti?

   Niego.

   —De acuerdo —suspira—, espero que estés bien —se da la vuelta—, espero verte pronto.

   Lo perdí.

   Alguien abre la puerta nuevamente y siento uno brazos rodearme. Siento el aroma del cabello de mi madre, lloro mientras acaricia mi cabello, tiemblo por la cobardía de seguir a mi corazón, me destrozo yo misma al ser una débil.

   ¿Qué me había pasado?

   —Cariño —susurra mamá—. Tal vez una taza de chocolate te ayude a tranquilizarte y a pensar en todo. Ven conmigo —me toma de la mano, me siento en el viejo sillón—. ¿Te gustaría hablar de lo que acaba de pasar?

   Niego.

   No quería que nadie supiera.

   No quería decir nada acerca de mis sentimientos.

   Me sentía una cobarde, una inútil y mala persona haber destrozado a alguien.

   —Yo si lo amo, mamá —digo sin pensar—. Yo si lo amo.




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