A Mi Corta Edad

Quinto Capítulo

A veces suelo recordar cómo se siente la decepción, cada vez es peor, sentir que alguien que sabe por lo que has pasado te abandone sin ninguna excusa coherente y que todos sepan lo que pasa menos tú. Es horrible, pero ¿Qué puedo hacer?

Tomo mi libreta, el menú y mi bolígrafo, para dirigir me ha donde se han sentado los nuevos clientes.

–Casey ¿Por qué no mejor nos vamos a la playa y dejas a tus hermanos con una niñera? –le propone Nataly a Casey, sin darse cuenta que estoy cerca de su mesa.

–Porque mis padres se enterarán y no me darían mi nuevo auto –él responde como si fuera lo más obvio del mundo.

Paula rodea los ojos y en un movimiento despreocupado dirige su mirada hacia mí. Se acomoda en su silla, aclara su garganta, Nataly y Casey voltean a mirar me.

–Bienvenidos a la Cafetería Elisa Amor ¿Que se les apetece pedir? –hablo automáticamente.

–Elisa –susurra Nataly– No recordaba que trabajabas aquí –agacha la cabeza y mira el menú que les acabo de entregar.

–Quiero tu delicioso pastel de queso –responde Casey de una manera tan fría que causa en mi un escalofrío de pie a cabeza.

Nataly y Paula lo miran con los ojos abiertos, ya me lo esperaba venir.

Suspiro y lo anoto en mi libreta. Paula me mira y niega con la cabeza.

–No es necesario que lo hagas –reniega.

–Este es mi trabajo y el postre está en el menú, solo les digo que tardaré un poco, ya que no tenemos ese postre echo, como lo ven –señalo al mostrador donde se encuentran todos los postres habidos y por haber que hemos hecho Margaret y yo, mientras por costumbre golpeo la libreta con el lápiz– ¿Está seguro que desea esperar por ese postre? –pregunto a Casey.

–Estoy muy seguro –responde con la misma frialdad de hace un rato.

Ok. Y... ¿Ustedes que desean? –miro a Paula y a Nataly.

–Quiero... –Paula duda en dejar de mirar a Casey, pero se decide a mirar el menú– Quiero un batido de fresa.

–Yo... Elisa... –Nataly agacha la cabeza y pone sus manos en ella– Solo un té –susurra en un hilo de voz.

Termino de apuntar los pedidos y en pasos seguros y firmes me dirigí a la cocina y cuando llegue a la cocina me apoye de la mesa que está justo en medio del lugar, todo mi peso está en la mesa, inhalo y exhalo. No puedo dejarme caer por él.

–Ya te he dicho que no te puedes dejar llevar por este tipo de sucesos –Margaret pone una mano sobre mi hombre derecho y con la otra mano pone la harina en la mesa– Manos a la obra, pequeña.

Con su dedo pulgar limpia una lagrima que estaba en mi mejilla, busco los demás ingredientes y los coloco delante de nosotras, sobre la mesa, me mira y suspiro.

–Por lo menos hacer este pastel traerá gratificantes y bonitos viejos recuerdos y con ellos el recuerdo de tu abuela –toma mis manos entre las suyas y me miro directo a los ojos– Sufro al verte triste, por favor, sonríe.

Intento con toda la fuerza que tengo de sonreír, pero no fue una sonrisa verdadera, era una forzada, ella se sintió satisfecha y comenzó a hacer el postre.

Al verla haciéndolo me hizo recordar a mi abuela, entonces había logra tener una sonrisa verdadera en mi rostro, una digna para Margaret y para hacer este postre.

Me lave las manos y al lado de ella comencé a preparar el postre solicitado por el cliente recién llegado.

–Oh, Margaret –ella me miro atenta, mientras que yo tomo mi libreta y arranco la hoja donde había escrito los pedidos–Llévale esto a los clientes que acabo de atender, por favor.

Ella sonriente agarra la hoja rugada y sale de la cocina dejándome sola, haciendo el pastel favorito de mi abuela. Precisamente porque yo lo hacía ese era el favorito de Antonella.

Antonella, un nombre hermoso para una mujer hermosa. Porque ella era la mujer más hermosa que yo he visto, hermosa de corazón, alma y cuerpo. No hay que negar lo mi abuela era hermosa y estoy segura que en sus días de adolescente tiene una muy larga fila esperando a poder salir con ella. Sin exagerar era la verdad.

Mi abuela ¿Que sería yo sin mi abuela en estos momentos? ¿Que sería yo sin ella? De seguro tuviera el corazón negro, estaría sin sentimientos, odiaría a mis padres por su manera de ser conmigo, volviéndome loca por todos mis problemas. Eso fuera yo sin ella. Y le doy gracias a Dios por haberme dado una abuela como la que tengo. Gracias Dios.

Miro la masa que ya está lista para meterse al horno, la dejo reposar por unos minutos en la mesa y me lavo las manos de nuevo. Miro por la ventana que conecta la cocina con el mostrador, veo directo a la mesa de Paula, Casey con un semblante serio, actuando impaciente mientras golpea su pie contra el suelo perennemente, Nataly distraída mirando todo el lugar mientras toma su té y Paula revolviendo su batido con el carrizo. Haber venido a este local no fue bueno para nadie, pero siempre hay que enfrentar las consecuencias de sus actos y aunque esto no fue de mi parte, también lo enfrentaré.

Meto la bandeja del pastel en el horno, lo aprendo y lo pongo a la temperatura adecuada para que el pastel se cocine bien.

Salgo y atiendo a los demás clientes, anoto sus pedidos y otros dándome propina por un buen servicio.

Ya después de haber pasado un buen rato, escucho el timbre del honor, dándome a entender que mi pastel de queso ya está listo para el comensal que lo pidió. Me dirijo hacia la cocina y Margaret me sonríe nuevamente, cuando entro a la cocina tomo los guantes, para no quemarme la mano al tocar la bandeja. Abro el horno y me aparto para dejar salir todo el calor del honor, espero unos segundos y saco el pastel rápidamente y con cuidado.

Lo dejo en la mesa y atravieso el pastel con un cuchillo para confirmar si ya está listo, el cuchillo sale limpio, quiere decir que si está listo para comerse esa delicia, lo huelo y lo dejo reposar unos minutos para después cortar una porción y ponerlo en un plato de porcelana. Y esta vez solo pondré unos cuantos minutos en el refrigerador, ya que no quiero hacer esperar más al comensal.




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