Capítulo 22
Haarlem
Los primeros días de noviembre habían iniciado de la mejor manera. La temperatura empezaba abajar ya luego de un par de días y el clima lluvioso y nublado se empezaba a sentir en la ciudad.
Haarlem tenia muy pocas atracciones. —bueno suelen ser pocas cuando ya sueles conocerlas a la perfección— pero algo en lo que sentía que Ámsterdam se destacaba, era en su arquitectura tan tranquila. Recuerdo cuando venía de Italia, mi padre apenas comenzaba a permitirme tener un iPad mini conmigo, mientras venia en el avión buque cuales eran las cosas que hacían destacar a Ámsterdam. Para cuando los resultados salieron le di clic en un apartado que tenía por nombre lugares que debes visitar si vienes a Ámsterdam hubo tres imágenes que me llamaron la atención, entre ellos eran el Parque de Tulipanes de Keukenhof, la ciudad roja y para mi mayor desgracia La Condomerie, me arrepentí mucho de decirle a papa que quería visitare ese lugar, ya que el resto del vuelo iba molesto debido a que me había descamisado mi iPad.
Para cuando llegamos, Haarlem era el destino al que íbamos, mi padre con ayuda de uno de sus dos amigos, logro comprar un terreno y una casa en un barrio residencial. Tiempo después, el padre de Wayne y ella llegaron. Haarlem no tenía más que unas 200 mil personas aproximadamente si no me equivocaba, y gracias a la cantidad de habitantes los niveles de criminalidad eran muy bajas.
Algo que a mi me tranquilizaba mucho. Ya que había sido muy miedosa toda mi vida.
Otras de las maravillas que Haarlem tenía desde la primera vez que llegue aquí. Era su estructura como ciudad. Era pequeña, pero era muy cálida. Me gustaba mucho venir por una nieve en verano y posarme en el puente mientras miraba el canal.
Así como me encontraba en estos momentos.
Estar de esta manera me traía mucha paz, observar desde el barandal de la avenida el canal que había enfrente de nosotros a las personas que viajaban en los cruceros, a las parejas que iban en algunas góndolas tomando una copa de vino. Pensaba que debido a los canales que Haarlem tenia, Italia no me había hecho tanta falta como lo esperaba.
No extrañaba a mi familia. Desde un principio solo habíamos sido papa y yo, aun cuando mama aún seguía con nosotros, siempre habíamos sido el y yo. Al principio miraba todo un reto crecer con mi papa debido a que no sabia si cierto punto de mi vida me entendería y tener ese miedo constante en que fuésemos a chocar en muchas peleas una vez creciera. Pero doy muchas gracias que las cosas no hayan sido de esa manera.
Los edificios aun seguían teniendo ese aspecto con ladrillos rojos y rayas blancos, ese aspecto que parecía como si estuviese en una película romántica. Los árboles también ya comenzaban a perder sus hojas y solo las ramas secas quedaban en ellos. Las personas se movilizaban en bicicletas, algunos con maletines y otros viajaban con mochilas, algunas ya salían de sus trabajos o de sus escuelas, y también había otras que solo se dirigían al parque a leer un buen libro y para venir a disfrutar un café.
Como yo.
Estar en Haarlem me daba un sentimiento de paz visualmente. Se sentía como si estuviera en la época de la princesa Diana, pero sin perder este toque moderno que la ciudad tenía. —Nunca había estado en la época de la princesa diana— pero se sentía de esa manera. Pasear por las calles de Haarlem ocasionaba ese sentimiento de libertad en el aire, era como sentirse en una película, se sentía como se estuviese en la parte final de una película, esa parte en donde la protagonista habla mentalmente para poder reflexionar las cosas y poder dejar una moraleja al final de la historia.
¿Qué moraleja puedo dejar yo?
El viento a estas horas empezaba a ponerse un poco más fuerte, pero sin dejar de sentirse agradable.
Lo sabía porque mi cabello empezaba a colarse por mi boca haciendo que hiciera muecas raras por tener que quitármelo de encima; hasta hace algunos meses, estaba casi un poco más arriba de la línea del busto, pero ahora se encontraba un poco más largo, nunca me había acostumbrado utilizar mi cabello a esta altura, pero cuando Phil en algunas ocasiones solía jalarme de él, empecé a cortármelo a cierto punto. Y desde entonces el miedo de volver a llevar el cabello largo me atacaba.
Llevaba puesta una chaqueta estilo iglú en color negro, papa me la había comprado en uno de sus tantos viajes y que yo solo utilizaba para cuando estas fechas llegaban. Aun debajo de esta gran chaqueta sentía como mis vellos se erizaban debido a las ráfagas de viento que había.
Cuando el viento comenzó a subir su intensidad me tome el atrevimiento de cerrar un momento los ojos y poder disfrutar el momento. Era tan irreal encontrarme en ese estado de paz en el que estaba, que una pequeña risa se me escapo de los labios, además por ser tan cliché lo que hacía en esos momentos, había estado muy pensativa desde que habíamos salido de la escuela, además que estaba muy agotada. No sabia si se tratase por lo mucho que toco investigar en libros y planos sobre nuestro proyecto en la biblioteca o sobre las tareas de las demás que había hecho para estar algo mas libre hoy en la tarde. No me quejo sobre el tiempo que pase en la biblioteca, ya que Cross con la excusa de que lo ayudara a buscar un libro solía llevarme atrás de un pasillo y besarme durante algunos momentos. Me dio mucha vergüenza para cuando en una de esas Connor se dio cuenta. Lo sé porque empezó a subir y bajar las cejas a mi dirección.
—Un chocolate caliente para ti y un café con mucha leche y azúcar para mí. Compre donas también, dos de dulce de leche, espero sea suficiente.
Abrí mis ojos y volteé para ver a mi espalda, Wayne estaba ahí con dos vasos en sus manos y con una expresión divertida en su cara. Se acerco y se colocó de la misma forma en la que yo me encontraba en el barandal. Me tendió mi chocolate caliente y mi dona y ella tomo la suya y le dio una mordida.