A Toda Velocidad

Capítulo 1

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­            “¿Qué quieres que haga qué?” Mi espalda golpea contra el respaldo acolchado de la silla mientras miro a la mujer frente a mí con evidente aturdimiento.

            “Me escuchaste,” responde Daisy Collins, actual CEO de MIY Corporation y su jefa, mientras escribe en su teclado sin siquiera darle un vistazo. Su peinado recogido está perfectamente intacto a pesar de ser casi el fin de la jornada laboral y sus dedos hábiles golpean todas las teclas necesarias. Al cabo de unos segundos detiene lo que hace y baja sus gafas caras para posar sus ojos en su subordinada o sea yo, “necesita una sombra.”

            Frunzo levemente el ceño tratando de comprender sus palabras. “¿Quieres que sea niñera de un hombre maduro?” Pregunto con desconcierto. Daisy cruza las manos sobre el escritorio de vidrio y sonríe de lado.

            “No su niñera,” contradice. “Quiero que lo acompañes por unas semanas y ayudes a que las personas lo vean como alguien bueno y empático,” mueve su mano en el aire restándole importancia al asunto.

            “Pero soy una publicista,” recalco como si eso fuese a cambiar las cosas.

            “Y yo sagitario.”

            “Sabes a lo que me refiero,” me cruzo de brazos sintiendo como mi cabeza empieza a doler. Si bien Daisy es la cabecilla de este edificio, nunca se ha jactado de su posición y es bastante amigable, especialmente cuando quiere conseguir algo.

            Como ahora.

            “Sí, te dedicas a hacer atractivos los anuncios, los mejoras,” suspiro desviando la mirada al gran ventanal a su lado. Si hay algo que amo de esta oficina es lo cercana que se siente del cielo y por la noche las estrellas se ven más brillantes desde aquí. “Ahora necesito que mejores a este hombre.”

            No puedo evitar lanzarle una mirada con extrañeza. ¿Cómo mejoras a un hombre? ¿Acaso mejoran?

            “¿Mejorarlo?” Repito insegura.

            “Es un malnacido,” dice sin rodeos, “su patrocinador más importante está a punto de dejarlo y mi mejor cliente me pidió ayuda para, cómo lo digo…” divaga mirando a su alrededor en búsqueda de una respuesta.

            “¿Que deje de ser un idiota?” termino por ella.

            “¡Sí!” Exclama con firmeza. “Hay que suavizar el impacto que dejó en la sociedad hace unos días,” añade soltando una mueca casi imperceptible de sus labios.

            Bufa pasando una mano por mi frente sin convencerme de la idea.

            Si hay algo que recalcar es la suerte que tiene de que Daisy sea una persona con la que se puede hablar tranquilamente sin sentir la presión que daría cualquier otro jefe. Es más, si fuese cualquier otro jefe ni siquiera hubiera podido protestar y a esta hora estaría averiguando cosas sobre el hombre en cuestión como un duendecito obediente.

            “Tienes a muchos otros mucho más capacitados que yo para esto,” vuelvo a hablar, “así que, ¿por qué yo?”

            Temo que su respuesta sea un simple ‘¿Por qué no?’ Eso no me daría margen alguno para defenderme.

            “Porque eres en la que más confío y estoy segura que vas a saber manejarlo.” La mujer se levanta de su asiento para dirigirse hasta los estantes repletos de carpetas coloridas y organizadas alfabéticamente.

            Al igual que ella, me pongo de pie y la sigo por la oficina como si fuese un cachorro.

            “Josie se especializa en relaciones públicas,” comento, “yo no sé cómo relacionarme con las personas, ella sería genial,” espeto sin pensarlo. Es cierto, Josie tiene un carisma nato y le gusta conocer gente nueva el cuál no es mi caso.

            Las fiestas de la oficina son un tormento para mí. La idea de tener que estar en un salón con muchas personas no es mi plan ideal para pasar la noche. Me digo a si misma que sufro lo que se dice, una leve ansiedad social, es por eso que trabajo con anuncios. Son más fáciles de manipular que las personas.

            “Sí, también es una loca hormonal,” responde, “todos sabemos cómo termina en las fiestas de la empresa,” mi boca forma una mueca para no contestar a esa aclaración. Tiene razón, Josie puede ser buena para muchas cosas pero si hay algo que no tiene, es control sobre sí misma. “No quiero que sea molestado, no queremos otro escándalo.”

            Y por otro se refiere a cuando casi clausuran la empresa el año pasado por una falsa acusación a uno de nuestros colegas por apropiación de bienes personales cuando un importante cliente llegó al edificio. Devon, uno de los chicos nuevos en el lugar, fue el encargado de estar todo el tiempo asegurándose de que el hombre se sintiera cómodo durante la reunión de esa mañana, pero horas más tarde fue inculpado de tomar el segundo teléfono que el hombre carga con él dentro de su bolso.

            Fue un completo drama hasta que el hombre se dio cuenta que en realidad había dejado el teléfono en su propia oficina cuando creyó que lo tenía con él. Por supuesto, se disculpó a través de un correo electrónico, porque es sabido que a muchos poderosos del ambiente no les gusta dejar de lado su orgullo para disculparse frente a frente.



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En el texto hay: diversion, amor

Editado: 14.09.2023

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