Llego a casa a las siete de la tarde con un dolor de cabeza increíble. El cabrón de mi jefe no ha parado de joderme desde el episodio de esta mañana, además, mi compañero no ha venido hoy a trabajar y me he comido yo su trabajo y el mío.
Nada más entrar por la puerta, suelto el bolso en la entrada y voy desnudándome hasta llegar al baño. Necesito una ducha caliente para relajarme antes de prepararme algo y ponerme a estudiar en el escritorio de mi habitación. Cuando salgo de la ducha, me pongo el pijama y las zapatillas con pompón. Necesito estar cómoda y tranquila para estudiar. Por eso puse el escritorio en mi habitación en vez de en el despacho, ya que mi casa tiene dos habitaciones. Para aprovecharla he creado mi biblioteca personal aunque también la uso para dibujar.
Me iba a poner a estudiar pero suena mi móvil. Miro la pantalla para ver quién es y no me extraña ver el nombre de mi madre. ¡Que pereza! Ahora me calentará la cabeza con el tema de mi hermano, pero le tengo que contestar porque sino no va a parar y se va a preocupar.
-Hola mamá, ¿que tal estás?- Oigo su suave risa. Mi madre a pesar de tener cincuenta y cuatro años, es una mujer muy activa. Siempre está haciendo algo de deporte o ocupada con cualquier cosa. No para. Es muy familiar, por eso quiere que mi hermano y yo nos llevemos bien. Cosa imposible.
-Hola, hija bella. Pues muy bien esperando que suba el bizcocho, luego te llevo un trozo.- Me relamo solo de pensarlo, porque me gusta más un dulce que una salchicha a un perro.- ¿Y tú? ¿Que tal el trabajo?- Suspiro antes de contestar.
-Bien, como siempre. Mi jefe es un enano gruñón que no para de quejarse de todo, pero necesito el trabajo.
-No tienes que preocuparte por eso, tu padre y yo tenemos unos ahorrillos para ayudarte. No es necesario que tengas que aguantar a nadie.
-No, mamá. No necesito dinero y sabes que prefiero ser independiente.
-¡Ay hija! Que responsables has sido siempre. No como tu hermano, que nos tiene fritos. ¿Sabes que ayer lo echaron del trabajo a las dos horas de empezar? Menos mal que el dueño es amigo de tu padre y le va a dar otra oportunidad. - ¿Lo veis? Mejor me callo lo que pienso.
Seguimos hablando durante dos horas y cuando me quiero dar cuenta, es de noche. Así que me pongo a estudiar antes de que se haga más tarde. Tengo la costumbre de parar a descansar cada hora para no saturarme. En uno de esos descansos, miro por la ventana aunque no hay mucho que ver. Mi habitación da a un típico patio de luces, por eso es tan tranquila. Me fijo en algunas persianas, que están llenas de mierda y en que al patio le hace falta una manita de pintura. Miro hacia abajo cuando veo una ventana iluminada con un cartel. Me fijo bien y me quedo sorprendida.
“Julia, ¿cómo estás?”
Yo, cómo os he dicho, soy una persona que le cuesta mucho relacionarse así que no conozco a mis vecinos. Bueno, mentira. Conozco a mi vecina de al lado, porque me la cruzo casi todos los días. Además, creía que ese piso estaba en venta. Pero se ve que ya lo han comprado. No se porqué pero el rollito de los carteles, me gusta. Es una buena forma de comunicarse sin que me muera de vergüenza. Así que sigo el juego.
“Muy bien, ¿quien eres?”
Espero durante un par de horas mientras sigo estudiando pero nadie se asoma. Así que dejo el cartel pegado a la ventana y me acuesto. Mañana será otro día.