Todas las chicas de natación iban entrando al lugar y ella se sumó a la fila.
Chelsea se me metió a un vestidor y vistió su delgado cuerpo blanco con su apretado traje negro que dejaba al descubierto sus piernas, brazo y cuello por completo. Se tomó su cabello en un tomate algo suelto pero cómodo, no le gustaba peinarse enfrente a las demás, descolgó su chaqueta impermeable roja de una línea negra más arriba del pecho y se la puso.
La mayoría de sus compañeras ya se habían ido, quedaba ella y unas cuantas más.
Se encaminó a la piscina y dejo sus cosas tiradas en el pasto a unos metros cerca de la piscina.
La profesora Anderson ya estaba junto a las demás dentro de la piscina y ella se metió a la piscina para unirse.
Una sensación fría.
Pero cálida.
Todos sabemos que el frío produce desconfianza muchas veces.
Pero este no era el caso.
Esa agua fría le provocaba calidez, tal vez la calidez que nunca tendría en su familia o con algún amigo, la calidez de tener una casa caliente, pero de amor, la calidez de tener con quien confiar, pero ella no había logrado conseguir esa confianza, sólo con el agua al momento de entrar a la piscina.
El agua le renovaba la piel, ella se sentía como nueva al entrar a esta, ella simplemente… se sentía libre.
-Bien chicas, para calentar los huesos un poco hagamos un nado mariposa ¿les agrada la idea? – todas asentían, excepto una.
De todos modos, igual empezó a nadar. La distancia que había entre ella y su compañera de al lado era de un metro y medio aproximadamente.
‘’Esta es mi oportunidad’’ incluyó en su mente, ese pensamiento retumbó por todos lados de su cuerpo.
Salió un poco a la superficie y notó que su profesora estaba nadando al igual que toda la clase.
Volvió a entrar al agua.
Estaba en la mitad del largo, entonces ahí fue cuando una fuerza la arrastró hasta el fondo de la piscina.
Ella no tuvo la necesidad de intentar flotar nuevamente simplemente… se dejó llevar.
Ella pensó que todos los malos momentos se acabarían, ya no lidiaría con los problemas o con tener que asistir a la escuela, que todo sería paz por siempre.
La corriente la guío hasta el fondo de la piscina, haciendo que su cuerpo, más bien su tocara la cerámica de la alberca por milisegundos, cuando el agua continuaba hacia abajo, ¿o arriba? Había perdido la dirección. Su estómago sintió aire.
Pero en su mente eso no duró mucho.
Se le cegó la vista, y el agua entraba por su nariz y orejas.
Empezó a flotar reiteradamente de a poco, hasta que tocó la superficie, nadó atónita hasta la orilla y salió de la piscina, luego quitaba el agua de su interior y cuando por fin abrió los ojos… No había nadie, ni nada, no había sol, ni luna.
Era de noche, pero tan sólo habían pasado segundos según ella. No se encontraba nadie. Todo le parecía confuso. Todo…
Aquella fuerza eran todos sus pensamientos, todo lo que quería hacer, era la fuerza que le llevaría a un lugar mejor con una familia y vida bastante mejor. Sin embargo, ella no sabía que lo que le esperaba era lo mismo que le esperaría décadas más adelante. La muerte.
¿Qué creen que ocurrirá?
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Su escritora, Juliana DEL RÍO.
Editado: 12.07.2018