Me levanté con la cara de un muerto andante de mi cama echa un desastre, ayer no podía pegar ni un ojo gracias a los acontecimientos que sucedieron. Y cuándo por fin pude dormir, tenía fecha pautada de arreglar el departamento y hacer una limpieza profunda.Como todos los lunes, repitió mi mente.
Pase una mano por mi cara pálida y caliente. Eran las ocho de la mañana si es que no me engañaba el reloj. Abrí la puerta del baño, no, mejor dicho el único baño de mi casa era el de mi habitación.
Me incliné un poco sobre el lavamanos mientras trataba de quitarme todos los cabellos pegados de mi cara somnolienta. Bostecé mientras me estirada y chasqueaba mi boca. Agarré mi cepillo dental para ponerle pasta, pero algo me llamó la atención, no era algo espectacular pero era raro.
Al lado de mi cepillo dental, había otro cepillo. Si lo sé, que gran susto pero la cosa es qué.
¡Yo vivo sola!
Agarré el cepillo azul mirándolo detalladamente, sera que Hestia lo habrá olvidado, o simplemente lo puso ahí para hacerme una broma. Puse mi mano en mi corazón acelerado, sera mejor que lo boté en el basurero.
—¿Qué tanto miras mi cepillo? — mi cuerpo reaccionó como un exorcista, haciendo que mi cuello doliera un poco por tan brusco movimiento.
No lo dejaba de mirar boquiabierta, estaba recién salido de la ducha. Las gotas que caían por su cabello resbalaban gustosamente por su firme barbilla mientras hacían una carrera bajando por su pálido pecho con velocidad, perdiendose en ese final cubierto completamente. Hecho su cabello hacia atras y sus ojos se oscurecieron.
Salí de mi trance, mientras mi mano buscada algo duró y efectivo para hacer daño. Agarré la pasta dental lanzandola en dirección a su cabeza.
—¡¿Qué mierdas haces aquí?! — grite,él me miro enojado — ¡¿Quién te dijo que podías entrar en mi casa como si fuera tuya?! — empecé a lanzarle todo a mi paso —¡Desfigurado por el espíritu del mal, cerdo, aborto! ¡Oprobio del vientre pesado de tu madre! ¡Engendro aborrecido de los riñones de tu padre! ¡Andrajo del honor! ¡Un sinvergüenza con cara de pollo!
Él se defendía con sus manos cubriendo su cuerpo mientras se hacercada mas a mi, yo seguía insultando y dejando que mi ira fluyera como el mar.
Agarró mis hombros con fuerza estremeciendome, sentía como sus manos hacían presion contra mi piel.
— Te puedes callar, estorbo — su voz fría salió como un cuchillo de mil cortes —. No es momento para que te vuelvas loca — quité sus manos de mis hombros con brusquedad.
— Fuera — susure, baje la mirada avergonzada.
—No — lo miré —,no me ire — suspire calmandome.
—¿Porqué no lo hablastes conmigo ayer? — él no respondió — ¿tan difícil era decir "me puedes acoger en tú casa, por favor "— lo miré molesta, él miró hacia otro lado chasqueando su lengua.
—No era necesario — me crucé de hombros, alcé una ceja.
—¿No piensas mucho,eh? — su fría mirada se giró rápidamente a mirarme, retrocedí.
— Pienso, luego existo —abrí los ojos.
—Rene Descartes — él me miró raro —, es unos de los grandes filósofos de la historia, más bien, de la humanidad.
Él miró al otro lado desinteresado.
— ¿Te gusta mucho la filosofía? — él paso de mi —¡Oye! ¡Te estoy hablando!
—¿Y? — volteó la mirada.
— ¿Y? — lo imité con burla —¿Sé te va un foco de la cabeza o qué? Todavía no arreglamos este problema.
— ¿Arreglamos? El problema es tuyo, no mío — apreté los dientes, mientras que él mirada mi habitación. — creo que durmiré contigo, estorbo.
—Conmigo y tus cojones — él alzó una ceja.
—¿Cojones? — repitió, puso su mano en su mandíbula — ¿Es una nueva palabra? — mi boca no tocaba el suelo de la sorpresa porqué no podía.
¿Y esté extraterrestre de que te enamoraste, de donde salió? Murmuro mi mente.