Miré detrás de la super intendente, habían tres hombres con traje, uno dastente mayor a la derecha, en el medio un hombre promedio, bien guapo.
Y a la izquierda.Abrí mis ojos, karma me mirada con sus ojos asesinos. Estaba acomodándose la manga de la muñeca, pero no dejaba de mirar la escena.
—¿Y bien? —hablo el del medio. Nos miró a las dos, sus ojos se oscurecieron —¿No hablaran par de idiotas?
—Señor Múller —¡¿Señor Muller?! Eso quiere decir qué— No esta pasando nada —sonrió.
—¿No esta pasando nada? —alzó una ceja — ¿Crees que soy estúpido?
—¡No, para nada! —hablo rápidamente —Solo era un pequeño problemas que se presento, nada más —se colocó a mi lado, abrazando mis hombros.
—¿Entonces? —miró al señor mayor, hizo una señal con la cabeza — ¿Porque estaban haciendo un teatro en mi local, locas?
—No volverá a pasar señor Muller —me apretó más entre si, haciendo que las dos hiciéramos una pequeña inclinación hacia él.
—Bien — escuche como se volteaba —¡No hay nada que ver, sigan en los suyo! —hablo fuertemente, haciendo que la mayoría le hiciera caso.
¡Ya no quería estar aquí! Había renunciado, ¿porqué no puedo ser libre de esto por una buena vez?
Me zafe del agarré de la super intendente con busquedad, no podía dejar pasar esta oportunidad, me quería ir, pero al carajo.
Corri rápidamente hacia él, estaba unos metros de distancia. Pero con suerte alcanzaría al señor Muller.
Al tenerlo a centímetros de distancia, agarré fuertemente de su caqueta, haciendo que sin querer se moviera hacia atrás.
Y al parecer hice algo malo, muy malo. Todos me miraban con horror y sorpresa. Él se volteó viendo mi mando sujetar su chaqueta y luego a mi, sentí que sus ojos fríos azules me matarían.
—¿Qué haces, esclava? — abrí mi boca.
—¿Es.. Esclava? —lo miré, rápidamente extendí mi mano hacia él — Asi, lo siento, me llamó Afrodita —sonreí .
Se giró haciendo que me soltara bruscamente de él, sonrio con arrogancia.
—Estúpida niña —miró mi mano estendida — Quita esa porquería de mi vista.
—Porquería —repetí atónita —, es mi mano, señor —fruncí el seño.
—¿Quién te dio permiso de hablar, esclava? —apretó sus dientes, su mirada en cualquier momento me ahorcaría.
—El derecho de la ley — sus ojos se oscurecieron —. Soy una ciudadana, no una esclava y por ende, ¡vengo a exigir mi renuncia! —todo el local quedó en silencio.
—Renuncia dices —sonrió de lado —¿sabés, a donde dan los que renuncian en mi establecimiento si que yo los boté? —trague grueso, alzó una ceja divertido — Eres un estorbo, sal de mi vista.
Lo miré encabronada, este viejo de pacotilla, si dije que era lindo, todo se le fue con su actitud de mierda, apreté mis dientes.
Miré detrás de él, karma mirada todo fríamente, tenia su mirada en mi. Sus ojos azules se oscurecieron y sus expresiones no eran nada lindas. Ya sé de donde saco su mierda de actitud.
De repente, sentí como algo frio y helado recorría todo cuerpo, miré atónita al señor Muller, tenía un vaso de agua encima de mi cabeza.
—¡No era necesario y echarme agua! ¡No soy una perro! —lo miré frustrada.
—Eres una perra, eso es lo que eres —hablo fríamente — ¡Sal ve mi vista aborto mal nacido!
No sé si era por rabia o porqué ya quería partirle su en demoniada cara a este tipo, pero mi cuerpo empezó a temblar.
—Usted es un ser despreciable —dije fríamente —, lo único que le importa es usted mismo. Y no, yo no soy el aborto mal nacido, ¡es usted es cara de gallina verde! Y igual que su hijo.
—¿Conoces a mi hijo? —alzó una ceja disgustado.
—¡Si! Dejame felicitarlo, salió igual que usted.
—¿La conoces? —miró a karma ignorandome olímpicamente, él lo miró con los brazos cruzados.
—No, no conocería a alguien tan detestable.
—¡Si, si me conoce! —grite, llamando la atención de todos — ¡Estas mintiendo, karma!
—Estas loca —me miró a los ojos, le saqué el dedo el medio.
—¡Saquen a esta loca de aquí! —dijo fríamente el señor Muller — Y tú karma — volteó su cuerpo hacia él,
porpocionandole fuerte golpe en la mejilla — Si vengo de nuevo, y encuentro otra vez algo así, no verás la luz de mañana, entendido.
—Si, padre — su voz salió como un susurro, mientras se colocaba recto de nuevo.
Abrí mis ojos, su mano había quedado completamente marcada en la mejilla de karma, él me mirada con frialdad.
Ya sabía, había metido hasta el fondo del mar la pata.