Dolores despertó alegremente el segundo día en California. Al levantarse varios de sus músculos internos se resintieron debido al trabajo sometido la noche anterior, pero ella se sentía plena, bonita y sobre todo bien atendida.
Sonrió alegremente y se dirigió al gran baño de su habitación. Allí se maravilló con la hermosa bañera y decidió darse un relajante baño de espuma. Esta era una de esas oportunidades que jamás volvería a tener en su vida.
La mañana transcurrió lenta, pero bastante entretenida. Dolores fue tratada como la mismísima reina por el personal que trabajaba en la casa. Ellos se mostraron amables y muy serviciales con la esposa del señor.
Marcó el número de su esposo, pero este no contestó. Ella no se hizo mucho problema, ya él le había avisado que estaría con Daniel tratando un par de asuntos y si él le decía que se iba a la luna, ella confiaba.
Llamó entonces por teléfono a Bibi y le avisó que iría a visitarla.
—Señora, ¿desea que le preparemos alguno de los autos del señor o que llamemos al chofer? —preguntó solicito el mayordomo.
El día estaba hermoso en Palo Alto, ella pensó que sería ideal pasear con su esposo por las playas. Hizo nota mental de pedirle un recorrido personalizado por el lugar.
—No hay necesidad, Theodore —sonrió Dolores. —Caminaré un poco para conocer el lugar y ya después llamaré a un taxi.
Ella vio como el rostro del hombre se descomponía. Una expresión entre el horror y desconcierto cubrió sus facciones.
—No se preocupe, hombre —lo tranquilizó. —Le avisaré a Nicholas. No hay problema.
Y así, Dolores caminó tranquilamente por las calles de Palo Alto. Ella configuró el mapa en su teléfono celular y disfruto de las hermosas vistas que el pequeño suburbio tenía. Respiró hondamente disfrutando de la brisa húmeda.
¿Pensó alguna vez que sería tan feliz?
Agradeció al cielo por los bonitos momentos que estaba viviendo.
***
—Te ves muy contenta y descansada —sonrió su amiga dándole la bienvenida. Laurie dormitaba en su cama abrazado a su muñeco de Batman. El pobre Hombre Araña había quedado relegado a dormir en la mesita de apoyo de la habitación.
—Lo estoy —sonrió. —¿Cómo esta nuestro pequeño super héroe?
Bibi le comentó sobre la agotadora noche que había pasado junto a Laurie. Una parte de su relato llamó la atención de Dolores.
—¿Dani? —dijo procurando no sonar tan sorprendida. Bibi le explicó que el amigo de Nicholas le había dicho que prefería ese sobrenombre ya que Daniel, a secas, era la forma en la que llamaban a su difunto padre. —¿Él volvió?
—Vino anoche y se fue en la madrugada —afirmó Bibi sin reparar en lo raro que eso se oía. Para ella era un conocido más que al encontrarse aburrido en su habitación de hotel, había decidido visitar al objeto de su interés de turno. Todos los ricos eran así. —Nicholas le envió un mensaje bien temprano. Yo estaba durmiendo, pero… él me dijo que seguramente vendrías en la mañana —ella miró de reojo a su amiga. —Dolores, el señor Daniel me ofreció el dinero para saldar tu deuda con su amigo.
Esa noticia fue como un balde de agua fría para Dolores. ¿Por qué alguien como Daniel Vaduz querría saldar una deuda que no era suya?
—¿Qué, por qué? —fue lo único que pudo decir en su lugar. —¿Qué le dijiste?
Bibi se encogió de hombros. No había entendido muy bien a lo que se refería Daniel la noche anterior cuando le había hablado de cómo podía actuar de intermediario en la deuda de Dolores con Nicholas. Deuda que en realidad le correspondía a ella, a Bibian. “En caso de futuros inconvenientes” había dicho para tranquilizarla.
—Yo me negué, claro está —aclaró al ver el rostro de su amiga.
Bibi pensó que al oír esa noticia Dolores se sentiría en paz, pero su expresión distaba mucho de ser una de alivio. Le tomó un par de segundos y armarse de valor para consultar sobre una duda que venía rondando su mente.
— ¿Por qué piensas que él diría algo como eso? ¿Tu y Nicholas se están relacionando más allá del contrato? —una sola de esas preguntas tenía una respuesta certera, la otra quedaba a criterio de quien la hacía y quien la sufría. Sin embargo, Bibi no podía serenarse. Ella tenía que saber dónde se encontraba parada para que en el caso de que las cosas marchasen mal, pudiese saber a qué atenerse. —¿Crees que él podría oponerse a continuar el tratamiento de Laurie si las cosas no funcionan entre ustedes?
Dolores palideció.
—Claro que no —respondió inmediatamente. Ella estaba segura de que Nicholas jamás haría una cosa como esa. Ella conocía la historia de la señora Baron y su lucha contra el cáncer, pero no sería quien divulgara esa información sobre la familia de su esposo. — ¿Qué cosas dices, Bibi? —respiró profundamente y el aroma al perfume Chanel n° 5 llegó hasta sus fosas nasales. — ¿Sería tan terrible? ¿Qué Nicholas y yo… ya sabes...?
—No lo sé Dolores —contestó Bibian avergonzada por ser quien pusiera en aprietos a su amiga. — No soy quién para juzgarte y tú me has concedido el favor más grande sobre la tierra… Pero yo en tu lugar iría con pasos de pluma en una relación con mi jefe y peor aun cuando hay dinero involucrado…
Dolores quiso reír por la ironía. El burro hablando de orejas.
Sonrió. El dicho de que no era lo mismo ser espectador que el ser protagonista de una historia aplicaba al cien por cien en esta situación.
—¿A qué te refieres?
—No lo sé, pero la propuesta repentina de Daniel no me dejó muy tranquila que digamos —contestó con expresión resignada Bibi. Ella calló la parte de que le daba mala espina esa oferta. —Discúlpame, Dolores. No necesitas mis dramas innecesarios. Es que yo solo… no me gustaría que tu la pasaras mal con tu “esposo”, por mi culpa. Que no puedas terminar ese contrato cuando quieras o que él te obligue a hacer cosas por la suma tan alta de dinero.
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Editado: 31.05.2020