It's a quarter after one
I'm all alone and I need you now.
Need You Now.
Lady A.
Melinda.
San Diego, California.
Un mes después.
El alarme del despertador comenzó a sonar de forma frenética al otro lado de la habitación. Un día de estoy voy a matar a Noah. Son las cinco de la mañana y su turno empieza a las siete de la mañana, aunque tengo que decir que despertarme tres horas antes de ir a la universidad me ayuda a poder terminar algunos pendientes que no pude llegar a terminar el día anterior por ir a trabajar, ser el sustento familiar no es de mi agrado y nunca lo será, pero es lo que tengo y es mi responsabilidad hasta que mamá encuentre un nuevo trabajo o uno en dónde le paguen más de lo que ya le pagan.
Me recosté sobre mi espalda observando el techo blanco, pero por la oscuridad se observa de color negro, siento ese vacío dentro de mi pecho de nuevo y no puedo contener más las lágrimas que comienzan a resbalar por el costado de mi rostro mojando mi almohada, me tape la boca con ambas manos para no sollozar tan fuerte y llamar la atención de Noah quien ahora mismo debe de estar preparando el café y algo de desayunar. Nunca me escuchara admitirlo, pero me alegra que siempre empezamos el día demasiado temprano así me ayuda a olvidarme de algunos problemas durante el día. Tarde al menos quince minutos antes de poderme tranquilizar y dejar de llorar, cada día se me hace más difícil poderme levantar de la cama sin sentir que mí vida es una completa mierda sin sentido y que todo lo que hago realmente no lo hago y que simplemente vivo día con día dentro de un cuerpo que ya debería de estar muerto, pero por alguna razón sin sentido alguno sigue caminado entre los vivos.
Me tome un gran respiro cuando me incorpore sentándome en la orilla de mi cama quitándome de encima mis cobijas para poderme despertar más rápido. Metí mis pies dentro de las esponjosas pantuflas que me regalo Noah en navidad, según él para que mis mañanas fueran más cómodas y no tuviera que andar por la casa descalza. Cuando me levante abrí la cortina de mi ventana dejando que el aíre frío me golpee como cada mañana la cara y así poderme dar cuenta de que es real, que sigo viviendo en el mismo sitio desde hace diecinueve años. En dos meses por fin cumpliré veinte años y quizás en medio años más podré decirle al mundo que estoy graduada y que tengo derecho a hacer mi vida como a mí se me dé la regalada gana, pero mientras aun dedo de estudiar, trabajar y mantenerme viva por al menos un año y medio más.
Observe un par de segundo la vista, es tan preciosa como cada mañana. El lugar está en un punto medio para ambos, entre que Noah tiene que ir a la facultad de medicina y después al hospital general por su servicio y como yo trabajo en ese lugar después de la escuela como recepcionista por lo regular siempre regresamos juntos a la casa sino es que a él se le ocurre que vayamos a alguna fiesta universitaria en la que es el chico del ambiente y yo la amiga que solo bebe agua mineral en alguna esquina alejada de toda la sociedad. No solo somos Noah y yo también tenemos más amigos con los que regularmente compartimos viajes en vacaciones o algunas otras cosas, pero por el momento seguimos siendo él y yo viviendo en una casa que en la que claramente podríamos vivir cuatro, pero no. Solo vivimos dos y nos hace nada de falta para comprar un maldito gato y morir de alergia.
En cuento salí de mi habitación y baje las escaleras el rico aroma de café entro por mis fosas nasales haciendo que me quiera lanzar a los brazos del maldito idiota de mi mejor amigo por tenerme tan consentida.
—¿Y la chica rubia con la que has llegado ayer? —le pregunte tomando haciendo en uno de los bancos de la barra que tenemos en la cocina.
—Se acaba de ir hace cinco minutos —respondió aun dándome la espalda.
—¿Qué planes tienes para esta noche? —volví a preguntar mientras giraba en el banco matando un poco el tiempo en el que él sirve el desayuno. Odio admitirlo, pero Noah siempre es demasiado detallista hasta en como decora un maldito plato de comida.
—Iré con los chicos a un partido de futbol, ¿quieres venir con nosotros?
—¿Ira Shelley o Jin Men?
Él negó con la cabeza varias veces antes de girarse y darme mi plato de avena con una carita feliz casi igual al de la película de Mulán.
—¿De verdad? —inquirí sin ninguna pisca de sorpresa.
—No me juzgues —acerco su plato sentándose frente a mí—, tal vez a ti no te gusta admitirlo en voz alta, pero si fueras mi novia sería la novia más feliz del mundo e incluso la más consentida de la cuidad. Pero lamentablemente no eres rubia.
—Nunca hubiera salido contigo, aunque fuera el ultimo hombre en la faz de la tierra.
—¿Pero tendrías sexo conmigo?
—¡Joder! Noah son las cinco y media de la mañana y ya estás hablando sexo, ¿qué es lo que pasa contigo? —intente no reírme y mejor comer ignorando su pervertida pregunta.
—No es una pregunta capciosa es simplemente una pregunta.
—Claro que tendría sexo contigo, pero estando en un estado casi poco consiente —le di otro bocado a la avena y después un sorbo a mi taza de café.
—Y por esa razón yo siempre mantendré mí gusto por las rubias tan alto como tu ego —agrego.
Puse los ojos en blanco por lo dramático que es.
—¿Te ha llamado de nuevo? —pregunto de nuevo.
Levante mi mirada del plato las chispas de chocolate y las fresas se han quedado hasta abajo deshaciendo la carita feliz. El plato está casi vació como yo. Creo que estamos igual en estos momentos.
—No.
—¿Y has intentando contactarlo?
—Le he dejado demasiados mensajes en su contestadora, también le he escrito demasiados mensajes, pero al parecer ni siquiera tiene tiempo para mí, las videollamadas siempre me mandan a buzón como su celular entonces no puedo hacer nada, tampoco he querido saber que ha estado haciendo en todo el mes.
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Editado: 24.07.2022