Aberrantes

Capítulo 24 - Te joderás por tu propia cuenta

Darrin bajó ambas manos para clavar el cuchillo en medio de los ojos de Lebanon. Él, para prevenir que eso sucediera, Sostuvo el cuchillo por su filo con ambas manos. Lebanon no se iba a rendir. No iba a morir así, no tan sencillo. Darrin aplicaba más fuerza, podía sentir que la punta de la hojilla estaba a solo unos centímetros de tocar su piel.

A su dorso, podía sentir y ver como la luz del sol comenzaba a revelarse entre los edificios. Estaba amaneciendo. El cielo se tornaba más claro y el sol revelaba las sombras de ambos.

Lebanon logró sentir el frío del metal en su frente. Sus manos comenzaban a humedecerse, estaba sangrando alrededor de sus palmas. Gotas de sangre caían entre sus mejillas, el carmesí tintaba su piel blanquecina. Lebanon aplicaba más fuerza. El dolor aumentaba, la adrenalina no ayudaba a calmar la pena, sin embargo, apretaba sus dientes para que la tortura disminuyera.

—¿Es esto lo que quieres? —preguntó Lebanon—, ¿Venganza?

Lebanon alzó su pierna y le propinó una patada en la rodilla de Darrin. El dolor fue tal que sus fuerzas disminuyeron haciendo que Lebanon tomara el cuchillo y lo lanzara lejos de ambos. Lebanon lo golpeó en la cabeza haciendo que cayera a un costado, se levantó del suelo, al igual que Darrin haciendo una pirueta.

—La venganza no está en mis planes, viejo —Darrin veía el arma de reojo. El sonido se volvía más renuente—, te jodes por tu propia cuenta.

Darrin corrió y tomó la navaja con su mano. Sin detenerse, continuó corriendo hasta llegar al borde del edificio. Por un momento Lebanon comenzó a pensar que iba a saltar al vacío porque el edificio de enfrente era muy alto para lograr dar en contra de la azotea. Sin embargo, al ver como su compañero caía, Lebanon liberó un grito ahogado y dio un paso con la esperanza de que eso lo salvara.

Si, casi lo asesinaba, y si, era un mal sujeto, pero era su amigo, al fin y al cabo.

—¡No! —Gritó Lebanon.

Un helicóptero emergió de ese vacío, de ese gran espacio. Un helicóptero color nieve. El viento que emergía provocaba que la tierra volara por los aires cayendo partículas en los ojos de Lebanon cubriendo su visión. Él protegía su mirada con un antebrazo por encima de sus ojos y observó quienes estaban en ese medio de transporte.

Ese hijo de perra.

Darrin se encontraba en la entrada del helicóptero con una sonrisa llena de satisfacción.

—Quizás nos encontremos de nuevo, Lebanon —hablaba Darrin con fuerza para ser escuchado entre el aire que emergía más el ruido del helicóptero—, quizás seamos menos enérgicos y más lentos, más viejos, y estaremos justo delante del otro —Lebanon apartó su brazo alzando la mirada notando como se alejaba cada vez más—. Pero ahora, amigo mío soy un caos para tus pensamientos y tú eres veneno para mis venas.

El helicóptero dio un ligero giro a la izquierda, se iban a marchar en dirección al sol. Eso no lo podía permitir.

Lebanon tomó una de las pistolas que se encontraban adheridas a su cinturón y apuntó al patín de aterrizaje. El gancho se aferró al fierro y antes de que lograra siquiera dejar un pie fuera de la tierra, Darrin, con su navaja, cortó el cable dejando el gancho aún adherido al patín de aterrizaje.

Darrin alzó su dedo del medio mientras se alejaba cada vez más de su excompañero. Jeff maldijo en silencio. Estaba aclarando, el sol ya estaba en lo alto. Debían de ser las seis de la mañana.

—¡Lebanon! —Era una voz dentro de su cabeza. No, era el intercomunicador en su oído. Era Cooper, Guyana.

—Perdí a Darrin —dijo Lebanon observando la silueta del helicóptero. Sentía tanta impotencia en ese momento.

Una luz azul atravesó las calles hasta dar al lado de Lebanon. Él giró para ver cómo el pequeño rayo evoluciona en Lissa. Su cabello azul tan distintivo era lo que más acapara la atención además de su hermosa sonrisa. Ella se cruzaba de brazos.

—Lo sabemos —dijo ella con un tono de superioridad—, escuché todo, Lebanon, excesivamente todo.

—Entonces sabes lo de la bomba.

—Si. Intenté ver cuáles eran los puntos más probables para que explotara, pero no encontré nada.

—Hackea las señales de transmisión policial. Reportes, llamadas, correos, lo que sea ¿Puedes hacerlo?

—¿Lo quieres con los ojos cerrados o las manos vendadas? —preguntó Lissa alzando una ceja.

—La opción más rápida.

Lissa le sonrió. Parpadeó y sus ojos volvieron a ser completamente celestes. Mientras Lissa se encontraba ocupada, Lebanon habló por su intercomunicador.

—¿Guyana?

—Aquí estoy.

—Necesito que sigas buscando a los alrededores algún Aberrante o algo fuera de lo normal. Te necesito en tierra ¿De acuerdo?

—De acuerdo —afirmó Guyana y el derrape de las ruedas se escuchaba a la lejanía.

—¿Blue Velvet? —preguntó Lebanon.

—Sigo buscando, pero no hay nada de diferente —Blue Velvet hablaba sin necesidad de mover alguna parte de su cuerpo que no fuera la boca. Del resto permanecía inmóvil como una estatua—. Lo mismo de siempre, niños perdidos, jóvenes robando en centros comerciales y guardias que reportan sus robos, pero nada fuera de lo común.



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En el texto hay: poderes, peleas, aberrantes

Editado: 24.09.2018

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