En el norte, entre Midosgard y Antares, se encuentran un archipiélago caracterizado por sus bajas temperaturas durante el día y en la noche bajan a niveles que ni siquiera la piel alcanzaría a soportar más allá de las dos horas de exposición. Se dice que en aquellas islas conocidas como las Islas del Norte o Svengers vive el dios del invierno y por eso es que otro de sus apodos es la del Refugio de Adgannor, nombre otorgado al dios nevado en Midosgard.
En el centro del conjunto se islas funciona un centro de lo que fue alguna vez el cuartel de las naciones que sofocaron y extinguieron al culto de Fiesmeros o es lo que muchos creen actualmente ya que allí funciona un centro donde los que siguen aún al culto viven, se desarrollan y entrenan para continuar con la labor. Ya sea prestar servicio a otras belicosas naciones o expandir la creencia del culto de las máscaras.
Durante las semanas previas, el culto no ha dejado de recorrer todo Antares en búsqueda de los niños aristócratas, no para obtener algo ya que se cree que este grupo los secuestra, sino lo contrario, a petición de los mismos cabezas de familia noble y aquel que lidera el consejo. Sus motivos son desconocidos pero los Fiesmeros han de resurgir con fuerza gracias a las ganancias obtenidas por ayuda a los nobles.
Las instalaciones no son más que ruinas de lo que se había dejado en la guerra, pero en el subsuelo estás nociones habían construido pequeñas ciudades de no más de diez cuadras subterráneas donde si ocurría algo durante la guerra podían ocultarse, pero al final Fiesmeros lo utiliza como su refugio.
Los pasillos ahora albergan a los jóvenes nobles y sus prepotentes egos:
—¡Ahhhh, maldita sea! ¡¿Cuánto tiempo tenemos que seguir este chiquero nauseabundo y frío?!— se queja uno de los jóvenes nobles—Llevamos una semana metidos aquí. ¡Exijo ver a mi padre!
El chico patea una y otra vez la aparatosa mesa donde comen ellos en la cocina. Una muy precaria, pero nadie puede, excepto esos niños, quejarse de la situación:
—La naturaleza les dio a los tigres un feroz instinto para capturar a su presa. Ojos para ver incluso en la noche, garras, músculos y colmillos poderosos. —llega un hombre de mediana edad, vestido con túnica banca y sombrero estilo boina blanca.
—¡Hey, viejo! ¡Quiero una respuesta con un demonio! —se dirige prepotente al hombre.
—Los tiburones con sus aletas y dientes fácilmente reemplazables. Son amos de los mares. — el hombre continúa leyendo su libro de filosofía evolutiva.
—¡No me ignores bastardo! —golpea el pecho del hombre con su dedo índice.
—Osos. Leones. Anacondas. Cocodrilos. Halcones. Incluso hormigas rojas. Todos estos animales son duros en su mundo, pero no sé los considera como depredadores supremos de este mundo. ¿Sabes quién es el depredador máximo? —lo mira hostilmente al chico.
—¡¿Y a mí que carajo me...?!
El rostro del chico noble se estampa contra la mesa que anteriormente fue pateada por él mismo con desprecio ahora su frente se abre levemente contra la madera fría:
—¡¿Que mierda estás haciendo?!—recrimina el chico—¡¿Sabes quién soy bastardo?! ¡Mi padre te matará!
—Veo que entendiste mí pregunta o quizás no captaste nada. El depredador máximo en este mundo no es otro que el ser humano. Habiéndole otorgado el don de la inteligencia al ser humano la naturaleza dejo en desventaja a los animales, pero ¿Qué crees? La naturaleza en toda su sabiduría no ha previsto que ese supuesto donde no sirve para todos. Lo interesante es que los animales tienen equilibrio. Si, la inmensa mayoría tiene esos atributos evolutivos pero los que nacen como incapaces son abandonados a su suerte.
—N-No entiendo.
—Pongámoslo de esta manera ¿Quieres? La naturaleza en su infinita sabiduría no ha podido prever que estúpidos como ustedes hayan nacido y crecido en familias tan destacadas. Incapaces de mostrar talento más que el otorgado por lo que se conoce como habilidad de clan. Creen ser genios con talento cuando en verdad son estúpidos niños mimados. Así que por favor te agradecería dejar de hacer tanto alboroto y se un buen mocoso inútil y vete a tu cuarto. —lo patea en el costado de torso y lo obliga a regresar con los demás—Malditos niños. —mira a un lado y ve a otro compañero del culto que permanece parado junto al horno de la cocina—Déjame adivinar, no tendría que haber hecho eso ¿Cierto?
El otro hombre asienta con su cabeza y regresa a sus deberes en la cocina sin decir una sola palabra:
—Que porquería. —enciende un cigarro y es varias pitadas—Ya no estoy para soportar a los estúpidos mocosos. A decir verdad, tuve suficiente con uno hace tiempo y no me causa gracia recordarlo.
***PARTE II***
Por la noche en la Academia, Olympico se reúne con Doncaster cómo últimamente vienen haciendo y muy seguido por las cosas que últimamente vienen pasando. Ante la ausencia de Hiroshi cómo mano derecha del director, momentáneamente ese papel lo cumple Olympico para mantener cierto orden en el Oeste:
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Editado: 23.10.2023