Academia de Asesinos Volumen 2

Capítulo III: La tribu Abinue

Existen muchos grupos étnicos a lo largo y ancho del continente Antares, pero ningún territorio supera al Oeste, donde no solo los conocido Orientales habitan por mayoría numérica los oasis y frontera con el centro. Están los ronin, hombres de honor, creyentes en la filosofía del Bushido, padres dedicados y esposos devotos mejor conocidos en las afueras del Este como samuráis y cuya capital es el pueblo de Nagatomo, una villa enorme donde convergen los famosos espadachines.

Los Abinues, conocidos por participar en algunas ocasiones de la esclavitud, atacando caravanas como bandidos y arrebatándole la libertad a los mercaderes y viajeros. Como se sabe de ellos, lo poco realmente, no son para nada amistosos y su existencia radica en adaptarse al desierto para luego prepararse y vencerlo, sin perder el respeto ya que ni ellos mismos con su larga experiencia y resistencia a los rayos abrazadores del sol, y conocimiento por las criaturas que lo habitan dejan certeza de poder superarlo en su totalidad.

Cada aldea abinue tiene su propio líder y dentro existen grupos en los cuales se delegan las tareas. Hay hombres encargados de la construcción de viviendas junto a los ríos, mientras que las mujeres recolectan comida en el agua. El líder mayormente se encuentra lejos del grupo, solo se lleva a un puñado de hombres, mujeres para las labores y a niños para que aprendan de las tradiciones.

Durante una época concreta donde las estrellas se unen en una línea vertical que se ve en todos los rincones del Este y esto dura cuatro días exactamente, da la indicación de que los grupos deben unirse y celebrar la venida de las Pléyades. Las Pléyades son divinidades que adoptan forma de estrella o hasta el mismo desierto y observan, presentándose en tormentas de arena o hasta la luminosidad del cielo. Muchos hasta afirman haber visto a una de las diosas descender del cielo para unirse a la fiesta. Lo cierto es que estas festividades sirven para otorgar tributo para sus dioses, porque de eso se trata la religión llamada Pleyaidismo y donde alienta a los abinue a continuar con la practica esclavista en honor a los dioses.

El esclavismo no solo es una practica cuestionable por ellos sino también una forma de vida donde se retribuye lo que los dioses otorgan. Qumash no queda fuera de esto y respeta tales seres a pesar de nunca haberlos visto pero si gracias a ellos pudo sobrevivir la primera vez que cayó en el desierto y luego fue rescatado por un anciano y líder de los abinue. De esto hace quince años. Tristemente para el hombre su vida llegó al fin con un puñal en su pecho y sin oposición, Qumash celebró su rápido ascenso que le tomó apenas cuatro meses. Nadie sabe eso, excepto el mismo Qumash:

—Si que armas escándalo para dormir Theo. ¿Por qué no simplemente te diviertes con alguna esclava? Puede que te quite lo virgen ¡jajaja! — se burla mientras bebe leche de cabra con cerveza robada a un mercader a quien asesinaron y esclavizaron a su hija de apenas quince años.

Mientras más lo ve, más le causa repulsión a Alex la existencia de tal sujeto. Disfrutando del abuso propinado a los más débiles como niños y adolescentes. De solo pensarlo hace que su estómago se revuelva. Entonces, Qumash lo ve desde lo lejos, sonríe y levanta su tarro con leche:

—Pedazo de basura…voy a matarlo…— murmura apretando los dientes.

—¿Por qué no lo haces entonces? — una voz le susurra por detrás.

—¡¿Huh?! — se voltea hacia atrás y no ve a nadie— ¿Me estaré volviendo loco? — se pregunta— Tranquilo Alex, son los efectos de estos sedantes. — mira de nuevo a Qumash y no lo encuentra en su asiento junto a la tienda donde duerme con varias mujeres, muchas de ellas esclavas a quienes golpea hasta desmayarlas.

—¡Buh! — susurra a su izquierda sin siquiera asustarlo— ¡Buaaaaa, que aguafiestas! — se queja y bebe el tarro.

—¿Qué quieres imbécil? — pregunta Alex con mirada penetrante, en su jaula y adormecido aún por las toxinas que recorren sus músculos.

—Estaba pensando que quizás pueda hacer algo con tus grilletes y condición de esclavo. Por alguna razón me intriga que puedes hacer y, a decir verdad, me gustas mucho. Quizás quieras cambiar tu destino si tan solo tu…

—¡Púdrete estúpido animal! — grita y escupe en el rostro a Qumash.

—Da gracias que puedes comer. Parece que no agradeces nada que te mantenga con vida. — se molesta Qumash.

—Oh ¿enserio? Pues déjame ser cortés. En cuanto me libere te mataré, rompiéndote el cuello y los brazos. ¿Crees que no lo he hecho antes? Piensas que soy benevolente o te intentas poner en una posición errónea contigo en la parte más alta solo por liderar a estos energúmenos. —sonríe Alex— Pues que mal para ustedes porque yo soy quien se pose por sobre todos aquí. No lo olvides. Tendrás que sedarme hasta dejarme dormido y en coma porque no me seguirán conteniendo más.

—¡Suficiente! — grita Qumash, atrayendo la atención de todos a su alrededor, incluyendo a la mano derecha, quien nunca lo ha visto así de nervioso.

Las amenazas, en combinación con la mirada y el lenguaje corporal hacen que el líder esclavista empiece a sentirse nervioso y con ánimos de no volver hablarle al mercenario. Temor o ansiedad excesiva, Qumash nunca había sentido eso de tal manera y lo hace retroceder lejos de la jaula. Mientras que Alex solo mantiene la mirada en su enemigo a quien ha jurado asesinar brutalmente.

Por más que quisiera no puede moverse de su sitio salvo para seguir retrocediendo, sin dejar de mirar los intensos ojos que lentamente cambian a un color azul brilloso y en el interior de eso, descargas tan ínfimas casi indescriptibles, pero alcanza a notar. Se exalta y cae al suelo:




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