Dos días más tarde, Doncaster, Lucy y Olimpico llegan a la academia con la sorpresa de los ataques e inmediatamente corrieron a contener a los estudiantes. Junto al campanario de la academia, Hiroshi se reúne con Kamata quien luego de tratar sus leves heridas acude al llamado:
—¿Te acuerdas cuando te rescaté de los ronin? ¿Aquellos que te consideraban injustamente como un paria?
—Casi no tengo recuerdos de eso.
—Si, no es algo que gustosamente desees recordar. —piensa al verlo tan crecido y portando la espada tan peligrosa que entregó a Olympico y que este regalase al club de Kendo—Creciste mucho en estos años. Tus padres deben de estar orgullosos de ti. — añade con nostalgia, recordando aquel fatídico día en que lo rescató.
—…—se queda en silencio.
—¿Tuviste miedo?
—Mate a varias personas con esta arma maldita, no creo estar orgulloso de eso. —se siente triste y con el corazón acongojado.
—¿Por qué decidiste usarla?
—Porque no había de otra. Algo me impulsó a eso. Siento algo de arrepentimiento.
—Pero lo hiciste para salvar a tus amigos y en particular a tu amiga. Además, esos enemigos buscaban secuestrar a tus compañeros, si no hacías algo todo hubiera salido mal. —lo contiene al chico.
Kamata piensa en Kotomi y como en su sonrisa albergaba una presencia que lo hacía sentir calmado y sin preocupación:
—Es verdad y lo volvería hacer. —responde y aprieta con su mano el mango de la espada.
—Como cualquiera de nosotros al ver a una persona querida en tal peligro.
—¿Eso es todo? Tengo que ir a ver a Kotomi. No la veo hace días y estoy preocupado por ella.
—Por eso es que te convoque aquí.
—No entiendo.
Hiroshi se acerca a Kamata y posa su mano en el hombro del chico con intenciones de consolarlo ya que una mala noticia para él llega desde la joven Kotomi:
—¿Huh? —lo mira al profesor, confundido por el gesto.
—Kamata, esto será muy duro para ti. —le dice con un calor fraternal digno de lo más parecido a un padre.
—¿De qué hablas? ¿Qué está pasando?
—Es sobre Kotomi.
—¡¿Q-Que le pasó a Kotomi?! —toma de ambos brazos a Hiroshi y exige una explicación.
Hiroshi lo calma, sentándolo en una banca de piedra junto a la estructura:
—No conozco los detalles, ya que Lucy es quien la ha estado cuidando —responde.
—¿Dónde está ella?
—Cálmate y trata de escucharme por favor.
Kamata se pone de pie y camina en dirección a donde se encuentra el dojo del campus mientras que Hiroshi intenta calmarlo. Sin embargo y lejos de escuchar razones, empieza a correr hasta llegar al pequeño lugar. Este se encuentra con cintas colocadas por los asesinos guardias y aquellos investigadores para prohibir el paso a cualquier civil.
El chico aparta las cintas y entra al lugar, no sin antes quitarse el calzado, tradición que respeta sin problemas. Entonces encuentra manchas de sangre secas en el suelo y varias espadas de kendo rotas y que Kotomi utilizó para defender a los miembros del club.
Una vez revisa el sitio, sale al patio y allí lo esperan Hiroshi y Lucy:
—¿Cómo está Kotomi? — pregunta Kamata.
—Creo que es mejor que te sientes y…—dice Lucy.
—¡Por favor, necesito una respuesta clara! —interrumpe el chico en estado de nerviosísmo.
—Escúchame, ella está bien y lo tienes que tener muy en claro ¿sí? —le responde Lucy.
—Entonces…
—Antes de que continues, ten esto. —le entrega una carta.
—¿Qué es esto? —toma la carta y ve que es de parte de Kotomi—¿Por qué me escribió una carta?
—Eso es algo que ella nos ha pedido para no causarte tristeza. —responde Hiroshi.
Hiroshi y Lucy regresan a la academia, respetando la intimidad del chico.
Cuando los profesores se van del lugar, Kamata intenta abrir la carta, pero cuando llega a la parte final se detiene y empieza a temblar de miedo. Siente como si fuera algo malo lo que hay en la carta y en lugar de leerla de una vez, se sienta y contempla el cielo despejado y con el sol iluminando todo a su paso.
Una brisa ligera recorre el suelo y sin darse cuenta la carta se abre, obligando a Kamata a levantar su mano y abrirla con sus dudas. Aunque no lo desea por temor, empieza a leer lo que Kotomi dejó para él:
“Querido Kamata:
Si lees esto, no te preocupes, estoy bien, pero tuve que regresar a mi hogar en oriente. El motivo es muy simple, mi enfermedad no ha hecho más que empeorar y mis habilidades tienen que ser pulidas. En mi hogar hay un tratamiento que puedo hacer y neutraliza los efectos de la enfermedad por lo que no podré volver. Al menos no por el momento.
Solo quiero que sepas, por esta carta, que con el tiempo que pasamos juntos he llegado a atesorarlo. A fin de cuentas, te volviste un preciado amigo y eso no podrá reemplazarse.
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Editado: 19.07.2024