15 de marzo de 1997
"Orfanato Childrin's Smiles"
—Ven, hermano, juega conmigo a las muñecas —mi voz de niña produjo un eco dentro de la sombría mazmorra.
Hacía mucho frío, mi piel estaba helada... casi que congelada; Asher y yo nos habíamos acostumbrado a la carne de rata asada y algunos murciélagos rostizados que ingeríamos para no morir de hambre.
El polvo, más las telarañas dentro de las oscuras paredes grisáceas parecían ser la única decoración atractiva dentro de las mazmorras, ya que el putrefacto olor a excremento y el pellejo en descomposición de las sucias ratas —nuestra cena— no colaboraban en mucho para la ambientación.
Nos estábamos sumergiendo en un profundo vacío sentimental, donde solo existía el resentimiento y la soledad, la locura y la desesperación.
Todas estas emociones ligadas al término de salir a flote con una nueva sensación agobiante.
—Estoy muy exhausto, Tomoe, no tengo ánimos de jugar en estos momentos —Asher se quejó con la voz aguda de un niño de siete años—. Busqué la llave por todos lados y no vi rastro de ella... creo que... no podremos salir nunca de este asqueroso lugar —se lamentó con aquellas palabras.
—No digas eso, hermanito, saldremos de aquí mientras estemos juntos... apoyándonos, seamos positivos, todo saldrá bien —le respondí tratando de ser optimista para que no se desalentara.
—¿Lo crees, Tomoe... crees que saldremos vivos de esta? —al soltar la pregunta su voz se quebró.
—Estoy más que segura hermanito.
La verdad no estaba segura de nada, solo quería pasar los últimos momentos que nos quedaban jugando a las muñecas.
Siendo las muñecas nuestro único medio de distracción.
—Entonces confiaré, hermana —musitó.
—¿Eso significa que si jugaras a las muñecas conmigo, hermano? —mi voz de infante chillaba como nuestras ratas acompañantes en la oscuridad de la mazmorra.
—Pues... —pensó por un instante.
—¡Por favor hermano! Por favor, por favor, por favor, por favor... —supliqué repetidas veces hasta llevarlo al punto de que aceptara.
—¡Sí...! Basta, está bien, jugaré contigo, pero solo unas horas, no más —con la cabeza baja aceptó.
Yo sabía que aún se sentía frustrado por fallar al buscar la llave que nos llevaría a la libertad. Y seguiría fallando en su búsqueda, ya que mamá me pidió que la guardase en el bolsillo de su abrigo la última vez que salió de este chiquero.
Y eso fue hace mucho tiempo... ahora mamá debe estar hablando con los peces.
Grité de la emoción.
Nos sentamos en suelo de la mazmorra con toda mi colección de muñecas de porcelana a pasar el rato. Mis pies estaban mugrosos al igual que mi vestido blanco, que irónicamente la tela ya no se veía blanca sino negra cuan carbón, mi pequeña braga debajo del mugriento trapo que cubría mi cuerpo de la desnudez, hedía.
No recordaba la última vez que había tomado un baño... pero sé que debieron ser días... semanas... o tal vez meses; ya no estaba segura de la hora ni la fecha porque nunca veía luz. Todo era oscuridad y sufrimiento para los dos... aguantando hambre, sed, picadura de arañas, y con falta de amor maternal.
Pero no podíamos hacer nada... la vida no era justa para nosotros, unos pobres niños desnutridos y ojerosos.
Solo esperábamos el último momento para salir del orfanato o morir en el intento...
—Bueno, ¿cómo quieres empezar nuestro juego Tomoe? —Asher esperó una respuesta.
Y así comenzó nuestro juego.
Dejando a la narrativa de las muñecas de porcelana fluir dentro de mis más macabras y quebradas maquinaciones.
—Pues... contigo, tontito —solté una carcajada como si fuera muy obvia la respuesta—. Tú estabas en...