Acordes del Corazón (libro 7. надати се)

Cap. 37 Los que están y los que nunca volverán

 

Eino estaba encendiendo un cigarrillo cuando los escuchó y juntó las cejas. Un momento después se hizo visible la multitud, pero lo más importante era la alta figura que venía al frente.

  • Un mal rayo te parta, desgraciado – pensó Eino

Sin embargo, su expresión no varió hasta que estuvieron verdaderamente cerca, pero no notó que los miembros de la comisión se bajaban del vehículo y casi se perdió el saludo del presidente de la misma, ocupado como estaba mirando en forma venenosa a Dàmir que finalmente había dejado de cantar.

El presidente de la comisión era Nadim Bakri, un árabe muy estirado que había estudiado leyes en Harvard, un individuo muy formal y de la clase idealista, razón por la cual su país lo había enviado como delegado a la CDN, posiblemente y casi seguro, para que encontrase un mejor patio de juegos en alguna comisión defensora de los derechos humanos, de protección ambiental o cualquier otra que le acomodase, y dejase de molestarlos a ellos. De modo que en aquel momento, en el que tenía la mano extendida hacia Eino y como este parecía no notarlo, juntó las cejas con disgusto, pues le parecía muy grosero de su parte, así que se aclaró la garganta.

  • ¿Señor Naime? – dijo finalmente y fue cuando Eino dejó de mirar a Dàmir
  • Si las miradas mataran, sin duda estarías muerto, hermano – dijo Imran
  • Y él también – agregó Mix

Y si eso fuera posible, con seguridad Naime habría caído víctima de las muchas miradas iguales o peores que la que él le había estado dispensando a Dàmir, porque no solo era la de los chicos, sino la de la multitud que los acompañaba, y que tenía sobradas razones para odiar a aquel individuo. Sin embargo, como no era así, cuando dejó de mirar a Dàmir, saludó al delegado, solo les hizo un gesto al resto de los integrantes de la comisión, y volvió a mirar hacia donde estaba el grupo de chicos.

  • Dàmir, por favor – dijo Nadim, consciente de que se imponía la presentación, al menos en su ordenada y educada cabeza

Dàmir dio el primer paso y Andrija lo hizo junto con él, mientras Nick tecleaba en su móvil.

  • ¿Lo tienes?
  • Lo tengo, pero es lejos hasta para mí, Nick

Nick masculló una maldición y miró a Charlie que le hizo un gesto de asentimiento. Aunque se suponía que estaban allí para proteger a Mihailo, Charlie lo conocía lo suficiente y sabía lo obsesivo que era aquel individuo, y que también estaba preocupado por el rokerito, aunque dijese que no, así que estaba preparado para actuar si veía algún peligro, y ciertamente en su opinión había muchos, de modo que tenía sus sentidos tan alertas como era posible. Dàmir por su parte, había avanzado hasta donde estaba el delegado, pero sin dejar de mirar a Eino.

  • Señor Naime, tal y como se acordó, y en atención a su solicitud, como puede ver, el joven señor Zazvic nos acompaña para atestiguar la liberación de los detenidos.

Aquella fue una de esas ocasiones en las que ambas personas sienten tanta aversión la una por la otra, que fueron incapaces de darse las manos.

  • Dàmir Zazvic – dijo Eino en un tono que estaba muy cerca de la ironía

Dàmir aún se tomó un largo minuto, y antes de contestar, miró al individuo de arriba abajo preguntándose cómo cabía tanta maldad en tan poco espacio, mientras que Eino fue violentamente lanzado a su infancia en la que los miembros de la realeza solían mirarlo de aquella forma, pero finalmente escuchó a Dàmir y volvió al presente para encontrarse con la azul y helada mirada.

  • Naime – le dijo en tono seco y mirándolo directo a los ojos

Andrija que casi podía ver el funcionamiento de aquel cerebro, tuvo la clara y acertada impresión, de que Eino quería clavar un cuchillo en el pecho de Dàmir, y Charlie debió percibir lo mismo, porque se movió con celeridad situándose al lado de Dàmir, y si Eino siquiera hubiese respirado, se habría encontrado con una inconveniente navaja atravesada en el cuello, pues la velocidad de Charlie era famosa entre los suyos. Sin embargo, Andrija le salvaría su necio cuello a aquel fulano.

  • Hechas las presentaciones, no veo motivos para demorar nuestra estancia más de lo necesario en un lugar tan poco… agradable

Los miembros de la comisión, prácticamente no lo conocían, pero con lo poco que habían visto de él, pensaron que por desagradable que fuese el lugar, él lo aventajaba por mucho.

Eino salió del trance de odio en el que se hallaba, miró de nuevo a Nadim y luego le hizo un gesto a Ostovic, quien le entregó una carpeta que él pasó a su vez a Nadim.

  • Ese es el registro de los detenidos. El señor Ostovic – dijo señalando al hombre – los conducirá hasta donde podrán verlos abordar…
  • Disculpe, señor Naime – lo interrumpió Carpenter – pero primero debemos verificar el estado de los detenidos – completó y Dàmir le dio varios puntos por ello
  • El señor Carpenter está en lo cierto, no solo en que debemos verificar el estado de los detenidos, sino constatar que se correspondan con los mencionados en el listado, y usted debe estar presente – le recordó




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