Across - the mirror

Capítulo Diez

 

Huellas

 

 

 

Apenas entró al salón de clase, Will se percató de que el profesor Grince aún no había llegado.  Lanzó una amplia mirada a todos los estudiantes, tratando de buscar una cara conocida. Pero no vio a nadie.

De pronto, sintió una pequeña estocada en su espalda y justo después de eso, escuchó "Te encontré." Por un segundo, esas palabras le helaron la sangre. William no era un chico muy valiente. Nunca fue el tipo de persona que le gustara pelear. Dudó un poco antes de darse la vuelta.

– Hola muchacho – dijo una voz conocida que venía desde atrás.

Eso lo llenó de alivio. El muchacho regresó la mirada con una amable sonrisa dibujada en su rostro.

– ¿Yoyo? – William parecía estar atónito – ¿Qué te ha pasado? Te ves tan... diferente.

Ella se acercó a Will, alborotó un poco el cabello, le lanzó una dulce mirada y sonrió sin más.

– ¿Diferente? ¿En qué sentido? – Dijo actuando con ingenuidad.

Aquella era ese tipo de preguntas que suelen hacer, aunque ya sepan la respuesta. La cara del muchacho enrojeció inevitablemente. Se pasó la manó por la cabeza, alborotándose también el cabello. Desvió inquieto la mirada antes de responder

– No lo sé – Una risita nerviosa se filtraba entre sus palabras – con el cabello largo, te ves muy… Muy bien– dijo al fin, haciendo énfasis en esas dos últimas palabras.

Las mejillas de amiga se ruborizaron, pero su sonrisa denotaba que eso era exactamente lo que quería escuchar.

Will, aún estaba algo nervioso. No sabía muy bien que hacer o decir. Jamás había visto a Yoyo así. De cierta forma, se puede decir que, jamás la había visto de ninguna forma. Esa chica siempre había sido un misterio. De inmediato, trató de cambiar el tema de conversación.

– Al parecer, este año seremos solo tu y yo – Dijo bromeando.

Ella asintió con la cabeza y le lanzó una sonrisa coqueta.

Avergonzado, el muchacho comenzó a retroceder un par de pasos y torpemente tropezó de espaldas contra alguien. Era mucho más grande que él. Se detuvo en seco y cerró los ojos. Conociendo su lastimera suerte, no necesitaba darse la vuelta para saber con quién había chocado.

– Primero que nada – Dijo con un clásico denote de molestia en su voz. Le dirigió una dura mirada a William como si su sola presencia lo molestara. Hizo un gesto con su mano y continuó –Tomen asiento, por favor.

Todos se sentaron de inmediato. Nadie rechistó. Nadie dudó ni siquiera un segundo. El salón de clase quedó invadido por un tenue silencio.

– Felicitaciones a todos por haber pasado, a este, su último año de preparatoria. Me han asignado darle la bienvenida a este nuevo año. En esta primera hora de clase; aprenderán un poco sobre la historia de este instituto. Yo soy el profesor Robert Grince. Mi especialidad son los idiomas.

Casi todos los alumnos lo observaban; procuraban no hacer ninguna clase de movimiento o ruido. Al parecer, su reputación lo precedía.

– Parece que hay mucho silencio – Se tomó un tiempo para mirar a todos sus estudiantes.  – pues bueno, que empiecen las clases. Este lugar, fue construido… aproximadamente hace casi cien años. Un tiempo en el que, la tercera guerra mundial estaba a punto de desatarse. Su fundador; James Andrew Gressenheller, creía firmemente en que no había la necesidad de involucrar a los jóvenes en esa guerra. Aunque todo el planeta tierra estuviese en guerra, los jóvenes del mundo necesitaban de una educación. Así que, presentó un proyecto en el cual, de una u otra manera, todos los países colaborarían para crear una escuela. En esta, podrían salvaguardar lo más valiosos para el futuro del mundo, los jóvenes. – Hizo una pequeña pausa dando el espacio para las preguntas, pero nadie dijo nada. Así que continuó. – La guerra duró poco más de cuatro años. Cobró la vida de miles de personas y…

Las horas de inducción, podían ser muy interesantes para algunas personas y, seguramente, tenían algo de importancia para los nuevos estudiantes. Pero Will ya llevaba varios años ahí.

La clase transcurrió muy lentamente. La hora del almuerzo parecía cada vez más lejana.

– Muy bien– Dijo el maestro mirando su reloj – parece que ya casi es hora del almuerzo. Recuerden que la próxima semana tendremos el viaje tradicional para los estudiantes de último año. Serán tres días en la naturaleza. En esta ocasión, iremos a un volcán inactivo que se llama Black Rose.

Una ruidosa campana interrumpió las palabras del profesor Grince. Anunciaba el fin de la clase de introducción.

– Por fin – festejó el muchacho y se puso de pie tan rápido como pudo.

Todos los estudiantes iban saliendo tranquilamente del salón. Pero, tal vez, ninguno de ellos estaba tan ansioso por irse de ahí como William.

Antes de que lograra salir del aula, el profesor tomó a William por el hombro.

– Señor Dyne ¿Podemos hablar un momento? – Dirigió su mirada hacia Yoyo que se mantenía expectante en el marco de la puerta, luego, regresó su mirada a Will – en privado.  

El muchacho asintió suavemente la cabeza y su amiga se marchó.

– No quiero tener más problemas con usted – decía, al tiempo que se acomodaba en su escritorio – Conozco a tu padre, yo fui su tutor hace muchos años, incluso se podría decir que fuimos buenos amigos. Pero la amistad y el respeto son cosas muy diferentes. Kayle no lo sabía y por lo visto usted tampoco lo sabe.

William solo mantenía la cabeza agachada, le molestaba escuchar a Grince hablando así de su padre. Producto de su frustración, sus dedos se cerraban con fuerza casi clavándose en la palma de su mano. Su mirada se tornó fría y aguda como el filo de una espada.

No quería decir nada, solo darse media vuelta y marcharse. Pero antes de que el chico continuase, el maestro lo detuvo del brazo. Su gesto de molestia perpetua casi había desaparecido por completo. Sus ojos transmitían la dulzura y preocupación de un padre.




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