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CAZADO
Iglesia de Philadelphia.
Agosto de 1807…
Una marcha nupcial agónica.
El sonido estridente de los pasos que no deberían ser notados.
La tensión en el ambiente.
La mano enrollada en el brazo del que dentro de poco seria un hombre tomado.
Ese que escuchaba los votos de forma atenta, y declinaba a la hora de decir unas palabras a su casi esposa porque no encontraba su voz.
Esa que tenía el rostro ocultó tras un fino velo, que no dejaba cabida para que la viese con las emociones a tope.
Seguramente ocultando las lágrimas de alegría a la par de nerviosismo por haber conseguido unirse al hombre que “Amaba”.
Ese que la observaba sin parpadear, pero lejos de ser con adoración plena el ceño fruncido no desaparecía de su semblante, a la par de sus ojos esmeraldas chispeantes que se volvieron más amenazadores cuando escuchó la pregunta que ante todo lo que se había prometido debía de contestar con una afirmación.
—Achivald Kendrick Stewart Burke ¿Aceptas por esposa a…? —eso era definitivamente algo que no esperaba volver a experimentar en lo que le quedaba de vida.
Se perdió el resto del interrogatorio, hasta que un carraspeo en conjunto con un codazo lo sacaron de su cabeza llena de elucubraciones oscuras.
Giró hacia donde estaba su agresor topándose con un velo mal acomodado, y el cuerpo delgaducho impaciente bufando a la espera de su respuesta.
Todo sin mirarle, pudiendo escuchar una risa de puerquito mal disimulada.
» ¿Hijo? —le apremió el servidor del señor para que diera su respuesta o en su defecto saliese huyendo, después de todo con la mirada le daba a entender que no sería juzgado por los que estaban en el recinto.
Mucho menos por él.
Se aclaró la garganta intentando que la voz le saliese firme y condescendiente.
Para no sonar grosero, o sencillamente mandarlo todo al diablo en una de las casas del creador.
Pese a que no era seguidor de esa doctrina.
—Si, acepto —definitivamente no estaba pensando con claridad.
Se había enloquecido, pero el don de responsabilidad lo tenía tan arraigado a la piel que no se podía culpar.
La exclamación de alivio de su casi esposa lo hizo apretar la mandíbula.
Si no fuera mujer, estarían solucionando ese percance de otra manera.
Es que lo que ocurrió no…
Deja de echarle la culpa.
Estuviste lo bastante implicado para haber llegado hasta estos extremos.
—Evolet del perpetuo socorro Wright Frensby…
—Evolet para los amigos, padre —subió la superficie del velo a la altura de los ojos para guiñarle un ojo al clérigo —. Así solo me dice la pa… mi amada abuelita —se corrigió antes de cometer una indiscreción como si no fuese suficiente con su extravagante presencia —. Y lo has hecho dos veces hoy William, lo suficiente como para que mis traumas queden expuestos una buena temporada —parpadeó ante la confianza con la que trataba al cura.
El que al solo ser aparentemente una década mayor que ellos, mostró una mirada divertida en respuesta, aunque su gesto de cara al público era de completo vacío.
—¿Aceptas por esposo a Archivald Kendrick Stewart Burke prometiéndole serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida?
—Como si mi aspecto me permitiera hacerme a un amante —carraspeó incomodo el pelirrojo.
Ni siquiera se habían desposado, y ya quería hacerlo el hazmerreír de dos continentes.
—Limítate a responder hija —esta volvió a reír de forma nasal, percatándose en ese momento de que estaba nerviosa.
—Si, acepto —dijo con voz resignada.
Un deje de alivio escapando con las palabras temblorosas.
Con eso se entregaron las alianzas negándose a mirarle para no escupirle todo su desprecio.
Prefería hacerlo todo teniendo el mínimo contacto.
Es que no aguantaba su desfachatez.
Cuando creía que no podía hallar peor persona en el camino, se la ponían de frente demostrándole que si existían cuestiones que superaban sus expectativas.
—Los declaro marido y mujer —ya estaba hecho —. Lo que Dios a unido que no lo separe el hombre —sonó a advertencia, pues seguramente vio la mirada asesina que le lanzó a su querida esposa cuando le levantó el velo para apreciarle al completo, conteniendo el estremecimiento de sus extremidades al toparse con su semblante.
Odiando que desde que la conocía le hubiese ocasionado ese tipo de sensaciones, que ahora le hacían maldecir haber tenido la iniciativa de querer descubrir el motivo por el cual se apreciaba de esa manera en su presencia.
En todo caso, ya todo estaba cerrado.
Acompañando su sentencia un sollozo claramente herido.
Sabiendo de antemano de quien era, alimentándolo el siguiente acto.
Que, pese a lo normal en esos casos, no lo esperaba. Solo dándose por enterado que fue tomado de las solapas del saco siendo jalado, y sin tiempo a protestar en un parpadeo tubo la boca ocupada con un beso torpe a la par de salvaje.
Aquel que duró lo que un suspiro, pero dejó un cosquilleo que se negó a asociar con anhelo o algo siquiera parecido en cada extremidad.
Sobre todo, en sus labios.
Después de eso fue tomado por el brazo, y jalado hacia la salida en medio de lo que era el puñado de asistentes que no sobrepasaban las diez personas como mucho, creyendo que la mitad de estos eran feligreses que solo iban a escuchar la misa.
Estando entre estas la hermana menor de la que era su nueva esposa, la cual salió corriendo entre lamentos a su hermana haberle ganado el prospecto de marido.
Por su parte la abuela de esta le dio su bendición mientras ignoraba a su nieta, para acto continuo subir al carruaje que momentos atrás abordó Emily con ayuda de un mozo, el cual sin dar espera partió dejándolos con el restante de asistentes. Siendo solo la mejor y única amiga de su flamante mujer y los padres de la rubia, quien la apretaba contra su cuerpo mientras lloraba inconsolable.
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Editado: 20.05.2023