NO ME PUDE AGUANTAR.
QUIERO SABER SI AL FINAL DEL CAP SIGUEN ODIANDO A ARCHIVALD.
ESPERO SUS REACCIONES.
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ARCHIVALD
¡Casi que no!
Ya estaba empezando a creer, que lo que de verdad le corría por las venas no era sangre.
Por poco y le obliga a complacer a una mujer hermosa, pero no por eso poco deseada ante sus ojos y cuerpo, solo para que se diera cuenta del error que estaban cometiendo.
Darle carta blanca no era la mejor de las elecciones.
No cuando la única mujer que habitaba su cabeza era ella.
Esa loquita que no se fijaba la mayor parte del tiempo, que lo que salía de sus labios podía causar una guerra.
Esa que por más que intentó odiar seguía ocupando su cabeza, y a regañadientes su corazón.
…
Se había enterado de su presencia desde antes de tenerle en frente.
Luchando con sus impulsos para no apartar a Lady Genevieve Harris, por el simple hecho de que tenía que darse cuenta, que con las permisiones estaban perdiendo demasiado.
La suplica siendo la señal que necesitaba para poder frenar su plan.
Asi que, siguiendo lo que deseaba desde un comienzo tomó a la rubia por los hombros, y le alejó con determinación sin llegar a ser tosco, porque cuando escuchó la voz de Evolet se apretó más contra él.
—¿De verdad cederá a la suplicas de la mujer que le estaba poniendo en ridículo en el salón de baile, aceptando las atenciones de sus posibles candidatos a amantes? —mentiría si dijese que eso no le había dolido, pero no le daría el gusto de verlo afectado cuando eso era lo que quería para por fin meterse dentro de sus pantalones.
—Dispense si esto suena muy atrevido de mi parte, pero aquí la que esta con un hombre tomado, estando claramente comprometida no es mi esposa, Lady Harris —el rostro de esta se desfiguró —. Ella lo único que está exigiendo es que le dé su lugar, pese a que no es apropiado salir a buscar a su esposo sola —la rubia se mandó una mano al pecho indignada, con los ojos a punto de brotar llamas —. Asi que ¿Quién es la que está en peor posición, tomando en cuenta el escenario? —apreció de reojo como Evolet aun sin abrir los ojos, que no escuchaba nada al tener los oídos tapados con sus manos, tarareando una canción ridícula que siempre la ayudaba a distraerse de la realidad.
Debía deshacerse de la rubia ya.
—Usted es un… —levantó la mano con la clara intención de bofetearle, pero la atrapó en el aire haciendo que chillase con impotencia.
—Si no es mucho pedir, espero que me deje a solas con mi esposa —le mostró con la mano al camino a la salida del laberinto —. Y lamento si se siente usada, pero era más que claro que nos utilizábamos para llamar la atención de nuestras parejas, la diferencia es que el suyo sigue departiendo en el salón pasando de su existencia, y la mía me ruega para que no me vaya de su vida —porque era un hecho de que, si no la frenaba la rubia, llegaría hasta las últimas consecuencias por despecho.
Y él no le haría eso a Evolet, pero sobre todo a el mismo.
Ni siquiera a Amelia le había faltado, y no comenzaría a hacerlo, pese a que Evolet lo hacía sentir como nunca en la vida.
—¡Canalla! —inclinó la cabeza, aceptando el insulto de la condesa mientras sonreía de medio lado apreciando como se perdía, dejándolos solos lanzándole maldiciones entre dientes.
Tras un suspiro dirigió de nuevo su vista a Evolet, que continuaba con los ojos cerrados y las manos en los oídos.
Rodó los ojos mirando hacia el cielo nublado, con las gotas de agua cayéndole en el rostro.
Casi imperceptibles, pero no dejaban de mojar levemente.
Era tan dramática, y extremista que nadie se le comparaba.
Ni siquiera Freya Somerset.
Su esposa era única.
Como ninguna.
Y le alegraba de esa manera, y asi le tuviera que metérselo a la fuerza de esa noche no pasaba para que entendiera y se diera cuenta que quería que su matrimonio, pese a lo pensado en un inicio prosperase.
—Mis ojos vieron a un Highland.
» Con el cabello tan rojo como el fuego que me quemó por dentro con solo conocerlo —no se esperaba que estuviese entonando esa rima espantosa que compuso solo por el —. Y un cuerpo de infarto. Que cuando lo toqué era puro concreto —sintió las mejillas calientes al rememorar el motivo por el que salió tamaña salvajada para los tímpanos.
» Y eso me hizo babear y no por dentro.
» Lo percibía tan ajeno, hasta que me planteé tenerlo.
» ¿Y cuándo fue eso?
» Cuando sonrió conmigo y no de mí.
» Conmigo y no de mí —dejó de perder el tiempo, disponiéndose a con sus propias manos traerla al presente.
Consiguiendo que se tensase en el proceso, y con prevención abriera los parpados topándose con sus ojos que al parecer le cortaron el aliento.
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Editado: 20.05.2023