Acuarela

Mezclas

Ambos se miran extrañados. Sus rostros muestran una expresión curiosa, pero a la vez atenta.

—¿Una propuesta? —pregunta mamá en un agudo tono de voz. —¿Qué tipo de propuesta? —termina la frase aún con ese bello tono.

Vuelvo a inhalar, pero, esta vez, de una forma más relajada.

—En realidad, es un plan que hicimos respecto al traslado de Gabin y Alvar.

—¿En serio? —ambos sonríen ante la introducción. Se ven muy intrigados. Mamá continúa. —Nosotros apenas íbamos a ver ese tema después de la cena, pero, adelante. Cuéntanos.

De a poco mis hermanos se acercan, más tranquilos.

—Estamos de acuerdo en que tienen que viajar si irán a la nueva escuela, pero… no irán solos.

De pronto sus rostros se transformaron en un semblante neutro. Temí seguir, pero lo hice.

—Lo pensamos bien y… creemos que ser parte de su aventura sería grandioso —Gabin y Alvar se posicionan uno a cada extremo de mí. —Queremos ir con ellos, así sea necesario que consigamos algún trabajo para ayudar y pagar nuestras cosas, y si no podemos asistir todos a la misma escuela, tenemos opciones de escuelas en línea.

—También es la oportunidad de demostrar lo independientes que podemos ser —completa Alvar en un tono seguro.

 Volvieron a mirarse, pero con la de diferencia de que, esta vez, se acercaron y voltearon para tener más privacidad. Susurran entre ellos. Mis hermanos y yo solo nos limitamos a cruzar miradas confusas y algún encogimiento de hombros.

Finalmente, regresan a nosotros. Se sintió como una eternidad; la sonrisa de papá deja un mundo de ideas para entender el por qué.

—Bueno, debo decir que nos gusta su propuesta y nos alegra saber que se adelantaron en ese aspecto.

—Así es, y también decirles que con su padre estamos de acuerdo en dejar que vayan todos en lugar de separarlos.

No puedo creer lo que estábamos escuchando.

—Pero con una condición.

 Debí suponerlo.

—¿Qué condición? —pregunto disimulando los nervios que poco a poco regresaban.

Mamá junta sus manos sobre la mesa, como si fuera una ejecutiva a punto de hablar en una junta.

—Dejaremos que vayan con la condición de que permitan que nosotros nos encarguemos de los gastos —como si supiera lo que íbamos a decir, prosiguió en seguida —Y no se preocupen. Ustedes son muy jóvenes aun como para adoptar más responsabilidades aparte de estudiar. Su padre y yo estamos agradecidos de los trabajos que tenemos y sabemos que podemos pagar lo que necesiten. No piensen en nada más que la escuela y el grandioso futuro que les espera dentro de Viitor, ¿bueno?

Nuestra única reacción fue lanzarnos sobre ellos en avalancha para darles el más grande abrazo familiar. Realmente son los mejores padres del mundo.

—¡Gracias! —gritamos, casi con lágrimas.

Después de cenar, nos encargamos de limpiar y ordenar todo, como otra muestra de agradecimiento.

Al día siguiente comenzó la búsqueda de un lugar, el lugar que nos alojará durante nuestro tiempo en Owoka. El problema es que Owoka, al ser una ciudad grande y populosa, es costosa, por lo que encontrar un sitio para seis personas a buen precio será todo un reto. No nos quedó más que adelantar bolsos y maletas; el tiempo no es una elección. El traslado tiene un plazo desde la aceptación. Dos semanas aproximadamente para comprar pasajes, buscar un sitio y acomodarse.

Increíblemente, se logró en una. Apenas encontraron el lugar, papá nos ayudó a reservar nuestro vuelo. Owoka queda bastante lejos como para ir en auto.

“Mentiría si dijera que hemos hecho cosas tan fáciles sin ayuda de adultos. Es difícil no admitir que todo es gracias a ellos, y que son muy escasos los logros personales, y no se trata solo de cambios o gastos, sino de logros como persona. ¿Acaso no es un logro el ser uno mismo, gracias al apoyo y enseñanza de alguien mayor? Bueno, no necesariamente de alguien mayor. Todos aprendemos de alguien, pero sin duda son los mayores quienes nos brindan el primer peldaño."

La camioneta daba tantos saltos que tuve que terminar el escrito y cerrar el diario.

—Más despacio, papá, la calle no es montaña rusa.

—Lo siento, An, pero tenemos poco tiempo para llegar al aeropuerto.

—Pero aún falta para nuestro vuelo —comenta Bas revisando su reloj color azul que tiene en su muñeca derecha.

—Lo sé, pero tardarán más chequeando su equipaje y que todo esté en orden. No son pocas cosas —su voz se escucha nerviosa.

Apenas estacionar guardé el diario, para luego bajarme y ayudar con el gran equipaje (seis mochilas y cuatro maletas). Los chicos se encargaron de las maletas y nosotras de las mochilas, ya que no eran tan pesadas.

Nos revisaron los boletos y entregamos el equipaje. Solo queda esperar.  

Dos horas tranquilas. Bajas voces y susurros en nuestro círculo, pero extensos ruidos dentro de todo el aeropuerto. Nada fuera de lo común, hasta que sentimos un sollozo. Es mamá.



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En el texto hay: adolescentes, novela juvenil, amor

Editado: 30.07.2021

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