Junto a las rejas negras, bajo el árbol más cercano a ellas se halla una figura masculina cuyos ojos verdes son nuevos conocidos. Apenas nos ve se acerca.
—Hola ¿Puedo acompañarlos?
—Claro.
De a poco la presencia de Yago se ha establecido entre nosotros, aunque por ahora sigue siendo un conocido o simple compañero. Sin embargo, no voy a negar que su personalidad es agradable.
—¿A qué hora es la cena? —pregunta Bas apenas cruzamos la primera calle.
—A las siete de la tarde.
—¿Podemos cooperar con algo? —pregunta Al sin voltear la mirada, concentrado en el camino.
—Solo con su presencia.
Yago nos regala una amplia sonrisa.
En la penúltima calle, la anterior de la cual se ubica el edificio, compartimos nuestros números con Yago. El poco camino restante fueron conversaciones variadas, desde cómo estuvo el día, hasta gustos y algunos pensamientos compartidos.
Un par de nosotros comenzó a alistarse desde las cinco: Aniza y Alvar, cuyo cabello es de un trato más delicado y tardío. Para las seis ya estábamos todos listos. La ropa elegida es la más informal pero decente para la ocasión.
Faltando un minuto para las siete, ya nos encontramos en la puerta que está frente a la nuestra.
Llamé a la puerta. Una. Dos. A la tercera vez se abre. Es Yago.
—¡Hola! —nos saluda con una amplia sonrisa. —Bienvenidos, pasen.
Bastó con poner un pie adentro para sentir la calidez que emite el departamento. Y no es para menos, los colores de las paredes son claros y sus decoraciones tan vivas que perfectamente encajan con la imagen de un departamento familiar. Hay detalles modernos, como una pequeña isla en la cocina con cuatro sillas y un mini salón improvisado (dos sofás individuales y uno de tres espacios, una mesa de centro de madera y un televisor colgado en la pared del medio, la cual se puede ver desde todos los sofás, incluso desde la cocina) a un costado. Junto a la puerta principal, un perchero de pared y una planta de interior bajo éste. La mitad del departamento es un espacio libre, con tan solo una alfombra y uno que otro cuadro. En la pared derecha, se encuentran tres puertas, las que posiblemente sean los dormitorios, y al lado izquierdo, dos puertas más.
—Adelante, pónganse cómodos.
Yago extiende una de sus manos, señalando el mini salón.
En el medio del sillón grande se encuentra sentada una figura femenina, quien se levanta al sentir nuestros pasos.
—Hola, un placer conocerlos finalmente.
Las facciones de la chica son bellas. Rostro redondo pero agraciado, nariz de tamaño preciso y unos ojos cian que destacan incluso más que todo lo demás junto. Cabello ondulado, tonalidad rubio oscuro, que cae hasta sus hombros. Sus puntas pasan de ellos por pocos centímetros. Su piel clara es otro complemento encantador.
El vestido blanco con flores magenta que trae queda bien en ella. No es ni muy largo ni muy corto, y no trae mangas. Las zapatillas blancas que trae son un diferente, pero estiloso detalle. Yago también viste ropa informal: una sencilla playera celeste de mangas cortas, unos jeans normales y unas converse grises.
La chica regresa a su puesto en el sofá, mientras los demás nos acomodamos: Basttian y yo a los costados del sofá grande, Gabin y Yago en los sofás pequeños, Alvar y Aniza ocuparon dos de las sillas de la isla de la cocina.
—Me llamo Pauline, pero pueden decirme Pau —se presenta la chica.
Su voz es tan dulce y delicada como su apariencia.
Procedimos a decir el nombre de cada uno.
—Es un placer, Pau —Bas le estrecha la mano. —Nosotros llegamos hace poco al edificio y asistimos a la escuela Viitor.
—Lo sé. También voy allí.
—¿En serio? No te hemos visto.
—He estado ocupada, incluso he salido tarde algunos días, aunque sí me enteré de su llegada. Lamento no haberles dado la bienvenida adecuada, pero espero que con esta cena y reunión podamos conocernos más.
Pauline finaliza su frase con una sonrisa.
Hicimos una pausa para repartirnos los vasos de Coca-Cola que estaban sobre una bandeja de madera en la mesa de centro.
Pau toma un sorbo y se acomoda en el sofá, dispuesta a continuar.
—Con Yago ingresamos a Viitor hace un año, ambos por becas. Él por sus habilidades con la tecnología y computación, y yo conseguí una beca en artes musicales.
—Eso es increíble. Sin embargo, a diferencia de ustedes, no todos tenemos una beca.
—¿En serio? ¿Quiénes la tienen?
Gabin y Alvar levantan la mano, a la vez que el resto los miramos.
Pau y Yago cruzan miradas y guardan silencio por unos segundos, en un claro acto de impresión.
—No preguntaremos a profundidad, pero sí nos gustaría saber en qué obtuvieron becas.
—Yo también obtuve una beca en artes, pero especializada en diseño —responde Gabin.