Hacía un par de días Giulia había llegado a Covent, un pueblito pequeño alejado de las grandes ciudades. Hoy, era su segundo primer día del último año, después de estar mucho tiempo distante. Desde su estancia, no se había esmerado en conocer su nuevo hogar, por lo tanto, no conocía nada, ni a nadie, algo que la tenía sin cuidado ya que su propósito principal no era hacer nuevos amigos, no cuando se había llevado más de una decepción con los antiguos. Además, la gran diferencia de edades sería un gran reto a la hora de socializar.
Al llegar a su clase –no sin antes preguntar varias veces por la ubicación de la misma– se sentó en los primeros asientos, evitando el contacto visual con cualquier joven. Sin embargo, disimuladamente entre veía a sus compañeros cuchicheando, probablemente sobre la reciente llegada de una desconocida.
Una alarma ensordecedora resuena por cada rincón de la sala, parecía indicar el comienzo de la clase ya que varios alumnos ingresaron y otros se acomodaron en sus asientos esperando la llegada de la docente; la cual no tardó mucho en entrar y saludar a los presentes con gran entusiasmo y alegría.
—Buenos días Alumnos, sean bienvenidos a un nuevo año escolar ¡Su último año! —Su emoción se extendió por toda la clase. Los alumnos golpeaban sus bancos y vitoreaban festejando —. Como seguramente han notado, tenemos una compañera nueva —su sonrisa se dirige a Giulia, la misma pensaba en que se acercaba el peor momento; Uno que hoy en la mañana había tratado de evitar rogado a todos los dioses existentes. —¡Presentate querida!
La emoción de aquella mujer no flaqueaba ni un segundo y eso ponía nerviosa a Giulia, más de lo que se encontraba unos minutos antes.
Sentada al frente, y con la sensación de que toda la clase esperaba su presentación, se levantó de su asiento para darse la vuelta con gran lentitud y así estar de frente a ellos, algo que había evitado a toda costa desde su llegada. Ninguna palabra sale de sus labios, el miedo gobernaba cada sentido de su débil y tembloroso cuerpo. Era difícil sentirse cómoda frente a una multitud de jóvenes expertos en juzgar. Además, ser tres años mayor que ellos era un gran punto en contra para Giulia, sería una “presa” fácil.
—¿Es que te ha comido la lengua el gato? —Pregunta en tono burlesco un chico rubio sentado en el fondo. Suelta una carcajada escandalosa que se extiende al resto de la clase.
Sin saber muy bien qué responder y abochornada por la atención que estaba teniendo, vuelve a su lugar, aún sin pronunciar palabra alguna. La profesora, ajena a las burlas, decide volver a su rol de educadora y comienza la clase, algo que sorprendió a Giulia. El silencio de aquella mujer era extraño ¿cómo podía ignorar ese comentario sin siquiera llamarle la atención?
La clase fue interrumpida en el momento que por la puerta de entrada ingresa un chico de esbelta y robusta figura. Portaba un cabello negro largo hasta los hombros, el cual llevaba atado en una media cola. Sus pares de oceánicos ojos habían atraído por completo la atención de Giulia, se veían profundos e intimidantes, no pudo mantener mucho más la mirada, por lo que la desvió hacia el piso. A diferencia de ella, toda la clase se mantiene atenta a sus movimientos, como si de un show de zoológico se tratase.
No es hasta que el chico toma asiento a su derecha que nota un oficial siguiéndolo desde muy cerca. El pelinegro extiende sus brazos hacia adelante y el uniformado le quita las esposas de sus muñecas. El oficial se aleja pero no se va, al contrario, se para frente a la puerta de salida colocando toda su atención en el aterrador chico que se encontraba sentado a un lado de Giulia. Como era de esperarse, luego de que acabó el espectáculo, la profesora continuó su clase ignorando el largo silencio que se había producido. Era sorprendente la forma en la que se comportan las personas en aquel sitio. Giulia se sentía fuera de lugar, allí todos parecían acostumbrados a ignorar ofensas o el hecho de que un posible criminal se encontrase en una misma habitación.
La ruidosa campana vuelve a sonar luego de dos largas horas, los nervios de Giulia vuelven a mostrarse, un nuevo reto se acercaba. Debía sobrevivir en la cafetería, un lugar que gracias a las películas ella temía.
Saliendo del aula, camina a paso lento tratando de quedar atrás de todos los estudiantes. Unas grandes puertas de vidrio, abiertas de par en par, la reciben al llegar. Los estudiantes caminaban por todo el sitio acomodándose en sus respectivas mesas. Algunos platicaban unidos y otros preferían comer solos. Sus ojos se detienen en una mesa en particular, donde se encontraban cinco jóvenes: uno de ellos era el chico esposado de su salón, el cual aún era acompañado por su oficial a cargo, además de dos chicas y dos chicos que parloteaban abiertamente, ignorando las miradas que reciben de los demás.
Luego de comprar su comida, camina hacia una mesa alejada y casi vacía; pero en el trayecto sin querer y con un manotazo, tiró su teléfono al piso, avergonzada por las miradas se agachó a recogerlo, pero unas pequeñas manos, de uñas color azul, se adelantan a su acción y toman el teléfono primero.
—Que bonito color de funda —comienza la conversación luego de asegurarse que el aparato no había sufrido lesiones, se lo entrega en las manos. La funda era color azul con pequeños lunares púrpuras, asemejándose al pelaje de Sullivan, el monstruo de la película infantil Monsters INC. —No te había visto por aquí ¿eres nueva? —insiste nuevamente luego de notar que Giulia no encontraba respuestas.
La chica expresaba alegría, era del tipo de persona que iluminaba el sitio en el que se encontraba. Era como un cálido sol de primavera. Escucharla hablar era aún mejor, sonaba calmada y simpática. Luego estaba su cabello con leves ondas que caían con gran longitud sobre sus hombros, era brillante y de un perfecto castaño oscuro, contrastaba a la perfección con su tez pálida. Su vestimenta era igual de colorida que su aura, pero al contrario de Giulia, se veía bien y combinada. Era todo lo contrario a Giulia, esta última se caracterizaba por tener un estilo hippie que a casi nadie le gustaba porque «parecía anticuada», aunque ella no pensaba que se viese así, trataba a toda costa de verse lo más normal posible cayendo en faldas largas y remeras cortas, sencillas.Aunque todo ella le rogaba vestirse con ropa grande y colorida. Su cabello era tema de discución, a muchos le gustaba lo ondulado y negro que se veia, otros la juzgaban por verse casi siempre despeinada.
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Editado: 04.01.2023