Acuerdo de matrimonio ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XXXII

 

[HYUNJIN]

El apartamento estaba en silencio cuando llegamos. Solté las bolsas en el suelo y recorrí con la mirada el caos que había dejado al marcharme.

—Debería haber limpiado. Pero me moría por encontrarte.

Jeongin empezó a dar vueltas por el apartamento mientras recogía un par de botellas.

—Tienes que dejar de beber tanto whisky.

Las palabras brotaron de mi boca antes de poder impedirlo:

—Y tú tienes que dejar de abandonarme.

Puso los ojos como platos.

Me di un tirón del mechón de la frente.

—Joder. No llevamos en casa ni cinco minutos y ya ha salido el idiota a la luz.

—Eso tengo que admitirlo. No debería haber huido. Debería haberme quedado para hablar contigo.

Extendí los brazos y lo pegué a mí.

—No tenías motivos para confiar en mí. Me aseguraré de que no tengas esa excusa la próxima vez. Claro que —Añadí. —No va a haber una próxima vez.

Se acurrucó contra mí.

—No.

— ¿Eso quiere decir que todo está aclarado?

—Ajá.

Al moverme, los trocitos de cristal crujieron bajo mis pies y miré el suelo con una mueca.

—Ten cuidado.

— ¿Otra estupidez del idiota?

—De las gordas. —Reconocí. —Estaba enfadado contigo… pero se me pasó enseguida.

—Creo que era lógico que lo estuvieras.

—Llamaré a alguien para que venga a limpiar.

Él negó con la cabeza mientras sonreía.

—No es para tanto. Podemos recogerlo todo en un momento. —Se agachó y cogió su bolso. —Pero vas a encargar la cena y recogerás los platos.

Cogí mi propio bolso y lo seguí por el apartamento.

—Ya empiezas a dar órdenes.

—Vete acostumbrando. —Volvió la cabeza y me guiñó un ojo.

Le di una palmada en el culo, arrancándole un grito y haciendo que intentara alejarse de mí. Tropezó y casi se cayó por los escalones, pero conseguí atraparlo por la cintura.

—Lo siento, cariño. Se me ha olvidado lo de tu pierna. ¿Estás bien?

Me echó los brazos al cuello.

—Estoy bien. Pero puedes llevarme en brazos hasta el dormitorio.

Lo levanté en brazos y me apoderé de su boca, y lo besé hasta llegar a nuestro dormitorio. Al cruzar la puerta, lo dejé en el suelo y me aparté de él.

—Bienvenido a casa, señor de Hwang.

Me miró con una sonrisa mientras me acariciaba el mentón con los dedos.

—Tienes hasta un poco de barba, no es nada usual.

—Ya me afeitaré después.

—La verdad es que me gusta.

—Pues no me afeito.

Sonrió y me besó en la mejilla.

—Está bien. —Echó un vistazo a su alrededor. — ¿Por dónde quieres empezar?

Me senté en la cama y lo insté a hacer lo propio.

—No he cambiado las sábanas. Olían a ti… olían a nosotros. Y fui incapaz… —dejé la frase a medias. —Fui incapaz de hacerlo.

—Ya he vuelto.

—Lo sé. —Me puse en pie. —Voy a traer tus cosas. Quiero que vuelvan a estar aquí. Nunca debieron salir de esta habitación.

—No estábamos preparados. Pero ahora sí.

—Ajá.

—Muy bien. Pues manos a la obra.

Salí de la ducha y me sequé el pelo con una toalla. Al entrar en el dormitorio, eché un vistazo a mí alrededor y suspiré. Jeongin ya había trasladado sus cosas. Su ropa estaba colocada en el armario y en la cómoda, y sus cremas y demás estaban en el cuarto de baño. En la mesita de noche de su lado de la cama estaban sus libros, y su aroma flotaba en el aire. Se había quedado de piedra al ver el caos en el que había dejado su habitación, pero lo había recogido mientras yo movía las cosas de un lado para otro.

Me puse unos pantalones de deporte y una camiseta y bajé las escaleras corriendo. Las botellas, los documentos y los cristales rotos habían desaparecido, y la cocina había recuperado el orden. Estaba sentado frente a la barra de la cocina, con una botella de vino abierta y una copa para mí. Bebí un sorbo, disfrutando del intenso sabor del vino tinto.

— ¿La cena?

Levantó la vista del libro que estaba leyendo.

—La pizza está en el horno para que no se enfríe.

Cogí unos platos y dejé la caja entre ambos. Comimos en silencio y, aunque no era incómodo, quería saber qué le pasaba por la cabeza. Parecía muy pensativo.

Le cubrí la mano con la mía.

— ¿Adónde te has ido, Innie? ¿En qué estás pensando?

Sonrió y giró la mano de modo que nuestras palmas se tocaron.

—Estaba recordando la primera vez que cené contigo aquí mismo. También tomamos pizza y vino aquella noche.

—Es verdad.

—Me comían los nervios. No sabía qué querías decirme. Nunca me hablabas en la oficina a menos que fuera para darme una orden o para decirme que me había equivocado. Aquí, sentado a tu lado, no sabía qué esperar. No podía creer lo que me dijiste.

Esbocé una sonrisa torcida.

—Yo tampoco podía creer que te estuviera pidiendo, que le estuviera pidiendo al Joven Yang, mi pesadilla personal, que viviera conmigo y fingiera ser mi prometido. —Meneé la cabeza. —Fui un bastardo integral contigo, ¿verdad?

—Sí que lo fuiste.

—No creo que pueda disculparme lo suficiente.

—Deja de intentarlo. Eso pertenece al pasado y ya está olvidado. —Entrelazó sus dedos con los míos y me dio un apretón. —Me gusta el presente.

Levanté nuestras manos unidas y le besé los nudillos.

—Lo mismo digo.

—Todavía tenemos que hablar con los Lim.

Le solté la mano y cogí la copa de vino.

—Lo sé. Llamaré a Jaebeom por la mañana. Estoy seguro de que nos pedirán que vayamos a su casa a su debido tiempo.

— ¿Qué crees que va a pasar?

—No lo sé. Esperaba que me despidiese en el acto. Cuando me dijo que ya sospechaba que le estaba mintiendo, estaba casi seguro de que lo haría. —Solté una carcajada. —Por supuesto, ya nada es como esperaba que fuese, así que tampoco soy nadie para calibrar la situación.



#5104 en Novela romántica

En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 28.07.2023

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