Adael Luna de Sangre

CAPÍTULO XI Secuestrados

Capítulo XI

Secuestrados

 

Habían pasado unos días sin novedad alguna, no habían aparecido más casos de ataques a jovencitas, Kantu seguía practicando con Ángel sin lograr mucho:

—Oye, Ángel, ¿estás seguro de que me estás enseñando correctamente? —Su guía estaba tirado en el sofá—. ¿Ángel? —Estaba profundamente dormido—. Vaya, hasta los ángeles tienen sueño —sonrió—. Aprovecharé qué está dormido e iré a visitar a Derick —salió con dirección a su casa, entonces vio la imagen de Diana quien la llamaba—. ¿Diana?… ¿Qué haces aquí? —Pero ella no le respondió, solo corrió y se adentró en el fondo del bosque, fue tras ella llamándola por su nombre hasta que la figura se detuvo, miró mejor y vio que era un pequeño hombrecito con la apariencia de un anciano. Se sorprendió al verlo pero más grande fue su sorpresa al ver que estaba más alejada del bosque que conocía… estaba perdida—. No puede ser, cómo no me di cuenta, tú debes de ser ese duende malvado del que mi abuelo tanto me contó.

—Así es —una voz le habló de entre los árboles, una voz desconocida para ella—, para ser la elegida eres más tonta e inocente de lo que pensé, ni siquiera puedes distinguir entre el Chullachaqui, un ser sobrenatural, y tu amiga la bruja —rio.

—¿Quién eres? —preguntó Kantu.

—Alguien a quien le encargaron eliminarte por entrometida. —Una figura femenina salió de entre los árboles, tras ella otros tres tipos grandes y fuertes—. Agárrenla —ordenó ella, Kantu quiso reaccionar pero no pudo, en ese momento alguien más se unió a la pelea.

—Qué tonta eres humana, era una trampa y no te diste cuenta.

—A… Adael —Kantu se extrañó al verlo llegar—, ¡no me digas tonta! —reprochó.

—¡Y qué quieres! ¿Que te felicite? —Adael golpeó a los tres tipos, pero en un momento se tocó el pecho, ella recordó la herida que había tenido al pelear contra Ángel.

«Aún sigue herido, creo que tendré que usar esto.» Puso el broche frente a ellos.

—Ah, no —dijo la chica lanzándose contra ella tomando su mano—. Adael trató de atacarla pero los tipos se interpusieron entre ellos—. Señor Adael, no se entrometa… pensé que odiaba a los humanos y ¿pretende ayudar a esta?

—¡Ese no es tu asunto, criatura insignificante! —la atacó.

—Alguien nos dijo que podría interponerse, así que… traje esto —la muchacha se lanzó contra él clavándole una estaca en la misma herida que le había causado Ángel—. También nos dijo que estaría herido —rio.

—¡Adael! —gritó Kantu y corrió a sostenerlo—. ¿Qué pasa, por qué no te quitas esa estaca?

—Esa estaca es del Árbol de la Vida, de seguro le causará más problemas de lo que esperaba, ¿verdad? —dijo la muchacha—. Agárrenlos a los dos. —Adael trató de defenderse pero no pudo, los tres tipos lo ataron con unas cuerdas que parecían causarle mucho dolor—. Esas cuerdas están hechas especialmente para seres como usted… están purificadas. —Trataba de defenderse pero la herida y la estaca le estaban causando mucho dolor, atraparon también a Kantu a quien durmieron con unas hierbas, luego los llevaron hasta una casa abandonada—. Hay que avisar que ya tenemos a la elegida y también al señor Adael —ordenó la muchacha a uno de sus hombres.

—Ahhh —Kantu despertó tocándose la cabeza, cuando se levantó vio que estaba encerrada en un cuarto con poca luz—. ¿Do… dónde estoy?

—Humana… ¿estás consciente?

—Adael… —volteó a verlo, estaba apoyado contra la pared, aún seguía atado y la estaca seguía en su pecho—. ¡Por Dios! ¿Estás bien?… ¿Pu… puedo quitarte la estaca? —Al intentar tocarla Adael hizo una mueca de dolor.

—Por favor, solo quítala de un tirón, no lo hagas suave porque duele más —se veía agotado, Kantu nunca pensó verlo en ese estado.

—De acuerdo. —Tomó valor y la quitó de un solo tirón como se lo pidió, Adael soltó un pequeño grito de dolor.

—Malditos demonios de baja categoría, me las pagarán cuando salga —se quejó.

—Ahora las cuerdas —dijo Kantu, sacó las cuerdas con mucho cuidado bajo la atenta mirada de Adael—. ¿Qué sucede, por qué me ves así?

—Porque eres tan tonta que caes en una trampa estúpida y ayudas a quien se supone es tu enemigo, sería más fácil que intentaras escapar tu sola de aquí.

—No soy una tonta y si te ayudo es porque tú también me ayudaste, ¿no? Por eso apareciste en el bosque —Adael hizo su rostro a un lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.