I
Se estaba dando el anuncio en todos los noticieros del país. México ahora formaba parte de Estados Unidos. Los ciudadanos de ambas naciones estaban conmocionados y tenían sentimientos encontrados ante la decisión, ya oficial, que estaba dando el presidente mexicano.
Estados Unidos, al ver la situación tan difícil por la que pasaban muchos países en desarrollo, decidió ofrecer la integración de algunos de ellos al suyo con el argumento de que, a pesar de tener muchas riquezas naturales y diversidad cultural, al no saber manejarlas y caer en un abismo de violencia y corrupción tan grande que no les permitía ofrecer educación de calidad a la mayor parte de la población, tecnología e innovación y una economía fuerte, les daba como resultado una calidad de vida precaria y con pocas oportunidades. Ellos querían que América fuese una unión poderosa como lo era Europa. De manera que, para mostrar los beneficios y privilegios que se podían sacar de esta unificación, primero le ofreció, bajo un conjunto de lineamientos legales y políticos, esta invitación al país más cercano: México.
Al inicio, como cabecilla de México, el presidente dio un rotundo no, ya que él había asumido el cargo con un lema patriótico. Sin embargo, a muchos ciudadanos no les pareció mala idea porque creían que todos sus problemas serían resueltos: tendrían un nivel económico más alto, un estatus superior ante los otros países, mejores oportunidades, su idioma por excelencia sería el inglés, entre otras situaciones sociales que consideraban importantes. Como consecuencia se realizaron marchas, hashtag que se hicieron tendencia a nivel nacional y debates que proponían una consulta al pueblo.
Pese a que el presidente tenía a casi la mitad de la población del país a su favor y sabía que se respetaría su decisión, después de una serie de reuniones con el gobierno estadounidense, decidió hacer la consulta popular, no sin antes, mostrarse a favor de la unificación. Y, después de este lago proceso, se obtuvieron los resultados.
Así pues, ese jueves por la mañana, en todos los noticieros del mundo, se mostraba a ambos presidentes hablando, mientras estrechaban su mano, sobre el por venir de ambas naciones. Igualmente, se avisaba el inmediato arribo de algunas fuerzas policiales norteamericanas para fortalecer la seguridad de su, ahora, nación. Paula no lo podía creer.
No tenía mucho de haberse levantado. Cuando se estaba alistando para ir a la universidad vio a su padre en la sala y, al igual que él, presenció el gusto que mostraba el noticiero acerca de la situación. Estaba tan molesta. No entendía porque su país se había entregado a otro con tanta facilidad. Tenía ganas de llorar de coraje porque su razón más grande para seguir todos los días ya no le pertenecía. Se contuvo. Aún así, la cólera que resentía su estómago era causada, en su mayoría, por el hecho de que, entre tantas naciones, se tuviera que integrar con aquella que odiaba a muerte. Ahora venía el vómito. Se contuvo.
─De verdad, no puedo creer que hicieran esa tontería ─le dijo, con un nudo en la garganta, a su padre.
─Pues no es como que viviéramos en un paraíso, así que, no nos puede ir peor.
Paula entornó los ojos y suspiró. Trató de no darle importancia a las palabras de su padre. Ya había tenido discusiones con su familia sobre el tema y no quería regresar a lo de siempre.
─Bueno, lo mejor es que me vaya antes de que me ponga a discutir con medio mundo.
─Entonces ya vámonos.
Su padre la esperó en la salida mientras ella le dejaba comida a su conejo. Cuando Paula se dirigía a la salida, su hermano iba bajando las escaleras de manera que los tres se fueron juntos hacia la avenida.
─ ¿Qué tal viste los resultados? ─le dijo su hermano a su padre sonriendo. Sabía que su hermano estaba a favor debido al malinchismo sufrían la mayoría de los mexicanos. Si algo era mexicano, desde el inicio, ya tenía menos cinco de calificación.
─Pues bien. A ver si ya progresa el país.
Paula prefirió no escuchar y pensar en otras cosas, pero le era muy difícil. No sabía cómo tenía que manejar la situación. En verdad estaba molesta. En cuanto llegaron a la avenida se separaron de su hermano para tomar su camión. Su padre al verla notó la expresión seria.
─No es el fin del mundo, no exageres.
─Para mí sí ─dijo antes de subirse al transporte.
Mientras estaba parada en el camión y veía la ventana, por un momento, advirtió una patrulla que, al verla de soslayo, pensó que era una estadounidense, sin embargo, de inmediato borró esa idea de su cabeza. Creía que era tanto el estrés con la situación que ya estaba imaginando cosas, además de que los diseños eran similares y se pudo confundir. Aunque, sabía que no tardaría en suceder.
***
Becket deslizó su lengua por el abdomen hasta bajar a su entrepierna, mientras, trataba de presionar con poca fuerza sus caderas. Quería tomarla con más rudeza, pero a ella no le gustaba, la hacía sentir como una zorra. Cuando tenía esas actitudes le parecía una adolescente virgen.
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Editado: 04.05.2020