Recojo la carpeta del suelo lo antes posible y me alejo de la puerta del despacho de Armando, para que no me descubran como la otra vez. Estoy en shock, no puedo creer lo que acabo de escuchar. Lo que más me duele, es saber que Max me volvió a ocultar algo de su vida, no me tuvo la suficiente confianza para decírmelo. Max sale del despacho de Armando furioso. Yo me volteo para evitar mirarlo.
El teléfono suena, es Armando, ¿se habrá dado cuenta que estaba escuchando detrás de la puerta? Contesto como si nada hubiera pasado. Armando me dice que aún está esperando que le lleve la carpeta que me pidió. Miento y le digo que la tengo lista desde hace rato pero estaba esperando que Max saliera para no interrumpir.
Paso al despacho de Armando y le entrego la carpeta. Todavía estoy shock y por más que trato de disimularlo no puedo. Armando me pregunta que si me pasa algo, me quedo muda, vuelve a pregunta por segunda vez y le respondo que me siento un poco mal pero que no es nada grave. Salgo de su despacho lo más pronto posible.
Tengo que afrontar a Max sobre este asunto, no puedo quedarme callada esperando que a él se le ocurra contármelo, bueno y eso si decide hacerlo algún día. Hoy mismo hablaré con él.
Dentro de un mes estaré de vacaciones. Me iré a mi país natal, Puerto Rico, tengo tres años sin visitar a mi familia. El único familiar que tenía aquí, era mamá, pero decidió regresar a Puerto Rico, hace dos años, para cuidar a mi abuela que está enferma del corazón. Todavía recuerdo cuanta ilusión le hacía a mamá, venir a vivir aquí. Yo tenía diez años de edad.
Mamá decidió mudarse de Puerto Rico porque papá había fallecido, debido a un accidente automovilístico, meses antes y todo le recordaba a él. Fue una época muy difícil para ambas, imaginarnos la vida sin mi padre era aterrador. El poco tiempo que pude disfrutar a mi padre, fue grandioso, era un gran hombre. En este país logramos salir adelante y superar la muerte de papá.
Tal parece que enterarme que Armando es mi suegro, no es suficiente por hoy. Acaba de llegar Deborah, tan odiosa como siempre. Me saluda con sus aires de diva inalcanzable y me pregunta por Max. Lo alcanza a ver por el pasillo y me deja con la palabra en la boca. Lo saluda con un largo beso en la boca.
Los celos se apoderan de mí. No soporto verlos juntos, y lo peor de todo es que no puedo hacer nada. Cuando al fin la devoradora de hombres dejó respirar a Max, él miro hacia donde mí. Imaginándose como me siento al presenciar esta desagradable escena. Su mirada es de: disculpa no fue mí intención. Deborah voltea a ver a quien está mirando Max y yo rápidamente fijo mi atención en la pantalla de mi pc.
Max se pone un poco nervioso, se la lleva a su oficina. Y yo sigo ardiendo de celos, trato de calmarme para que nadie note mi estado. Todos en la oficina tienen puesta su mirada en mí. Quieren ver mi reacción, les entretiene el chisme, en especial al grupo de las víboras.
Isabel para fastidiarme comenta con sus amigas, que Deborah se viste impecable y que tiene una figura que muchas desearían tener. Lo dice lo más alto posible. Yo la ignoro y sigo trabajando. Aunque admito que es cierto que viste impecable, ese pantalón palazzo, color negro, con ese top y chaqueta, color crema, le queda fenomenal. Le habrá costado un dineral esa ropa.
Nunca había estado tan desesperada porque llegara Max. Le dije que viniera a mi departamento a las 8:00 pm porque necesito hablar con él, no le dije sobre qué, pero ya tiene media hora de retraso.
Max desde que llega, me dice que siente mucho lo que pasó hoy en la agencia con Deborah, que no sabía que ella iría hoy a visitarlo. Me pregunta que si estoy molesta por eso.
Le respondo que estoy en shock y a la vez me siento mal, por su falta de confianza hacia mí. Max no está entendiendo nada de lo que le digo.
–¿Cuándo pensabas contarme que Armando es tu padre? – pregunté, mientras me acomodo en mi sofá para escucharlo.
Max se pone pálido, se queda callado mirándome con un rostro sorprendido y a la vez triste.
–Max di algo, no te quedes callado–
– Adela, esto es algo muy delicado, pero quiero que siempre tengas presente que eres importante en mi vida– dijo Max, toma asiento en el sofá, al lado mío y sostiene una de mis manos.
– ¿Por qué no me lo contaste? Sabes que soy muy discreta y no le hubiera contado a nadie–le reproché.
–Lo sé, pero es algo que no me compete solo a mí. Armando siempre ha sido severo en que absolutamente nadie debía saberlo. No sabes cuando he sufrido por eso–dijo con mucha tristeza.
–Me imagino, pero contarlo a las personas adecuadas hace que tú carga sea menos pesada. A veces tenemos que conversar y sacar todo lo que tenemos adentro –
–Es que no estoy acostumbrado a abrirme por completo. No me gustan que sepan todo de mí, me da miedo–
–¿Por qué te da miedo? –
–Porque eso me hace vulnerable, mientras más la gente sepa de ti es peor–
–Claro que no, siempre y cuando sea la gente a la que le importas. Porque a los que te queremos de verdad, nunca te haremos daño–