2. Destino

Eileen

“El cielo y la Tierra fueron consagrados por la bondad del Creador quien concibió la gracia de la vida a sus semejantes, les otorgó un hogar en el que pudieran habitar. A pesar del paraíso que les otorgó, prefirieron destruirla. Los actos de los mortales hirieron una de las creaciones más hermosas, la Tierra. A pesar de no tener voz se manifestó a través de viento; y el amor, lo expresó a través de la vida que albergó en ella, pero los depredadores fueron acabando con su existencia miles de años atrás, hasta el punto de la extinción; fue necesario un sacrificio para reestablecer el equilibrio entre la Tierra y los depredadores.  Una vida se ofrendó, un milagro fue concedido y una nueva encrucijada comenzó”

Al terminar de leer por fin una porción de aquel manuscrito enorme, le pareció severo en sus escritos pues la intensidad con que las palabras se conjugaban mostraban rasgos de animosidad. Imaginó a Galvin pasando sus siglos sentado en una mesa vieja con el rostro descuidado por estar escribiendo, sin ánimos de continuar un capítulo más, cerró el libro para luego dejarlo a un lado.

Sus dedos delicados como la seda, estaban llenos de ampollas, la extenuación de su cuerpo le advirtió un resfriado, aunque la amenazase con quedarse en cama, no iba a detenerse; Eileen se encontraba en una etapa de responsabilidades jamás imaginadas, se lamentaba no haber aprovechado mejor aquel tiempo escrito e imborrable. Junto a todo el revuelo de su ajetreada vida el miedo se asomó sigiloso y fiero como un reloj de arena hacia ella.

Aquella mañana, se hallaba llena de nervios. Revisó entre sus documentos y libros desordenados, algunos antecedentes históricos sobre todos los reinos de Clarus o acontecimientos que pudieran servirle. Aunque eran generalidades; al menos podría comprender un poco la reunión de los Soberanos de cada uno de ellos. No se imaginaba a su corta edad estar al frente, una de las responsabilidades más importantes de todo su reino. Detestaba por mucho no poder eludir su compromiso, las expectativas parecían ineludibles por parte de cualquiera que la estudiase solo con la mirada, muchos afirmaban que ella era un prodigio. Pero, para Eileen; una obligación más…

Quería contarle todo a su hermana, correr a sus brazos para refugiarse en ella, Raizel simplemente parecía reducir todas sus preocupaciones a nada… Abandonó por un momento todo aquel suceso venidero. Comenzó a tararear una canción de las viejas tierras olvidadas, amaba las letras armónicas de aquella melodía, se imaginó a muchas jóvenes cantándola entre las aulas y tabernas de aquel tiempo novicio de Clarus. No pudo evitar recitarlo para sí en voz alta… 

La luna dibujó tu silueta entre

la oscuridad de mi habitación,

cuanto quise levantarme y

abrazarte en la penumbra

de un sueño vivido.

 El miedo enmudeció

mi cuerpo, desperté añorando

 volver a sentir la calidez

de tu piel, ahora el frío me

abraza congelando tu recuerdo.

No nos atrevimos a bailar

Juntos el ultimo vals, ¡oh,

¡Amor mío! Cuanta lluvia

Hay en mi interior, cuantas

Tormentas gritan tu nombre.

Nuestra historia fue arrebatada

Entre los cinceles de un amor olvidado,

Los versos rotos describieron el final

De lo que pudimos haber sido… 

Entre las estrellas y soles del universo,

alma mía volveremos a converger…

Cuando por fin acabó, suspiró pensando en Caleb…

—Que melancólica canción, ¿Te han roto el corazón? —La madre de Eileen estaba parada en la puerta.

—No… yo solo cantaba. La encontré en uno de los libros de los relatos, de las antiguas tierras, de Galvin.

—¿Las has leído? Esos textos son antiguos y enormes.

—Son requisitos para nosotros. Al principio me pareció aburrido leer la historia y los acontecimientos del reino. Luego me fue gustando. Las leyendas de los primeros herederos de los Clanes, linajes conservadores y radicales.

—Son los Textos Sagrados para los nuevos sucesores. Espero que ellos no hayan influido en ti. Debes de estar feliz por ser una de las elegidas. Al fin una mujer frente a los demás Reinos.