Fragmento de nota – Meses antes de la catástrofe
“Dios, mi hermano está viendo videos de ´Las peores prisiones del mundo´.
Pobre, si supiese que la peor prisión…
Esa la que no se puede evitar…
Esa que nos engaña diariamente…
Esa donde todo es oscuro…
Esa de donde solo hay un camino de escapar…
La mente…”
Vacío…
La soledad total...
La nada misma…
Solo tranquilidad y oscuridad total.
Calma…
Una paz eterna y sin sentido que carece de nombre…
De esa calma y nada, de un resplandor surge algo, algo que en el tiempo del universo, es un abrir y cerrar de ojos desaparece…
En ese momento, aparecemos y, cuando ya somos conscientes, somos prisioneros…
Prisioneros de nuestra realidad, encerrados en una prisión oscura llena de dolor, donde solo recorremos unos pasillos.
Y, de esa oscuridad, surge un mundo de voces…
Voces sin cuerpo, deambulando por los pasillos y caminando sobre los techos de las habitaciones.
Con suerte, estas voces pueden ser engañadas y encerradas en sus habitaciones con mucho esfuerzo, y hasta espantadas por luces artificiales. Pero la realidad es que, esas luces, poco a poco, se apagan, y las cerraduras poco a poco se oxidan… y entonces, aquellos que encerraron estas bestias que encerraron, reprimieron y evitaron, se sueltas y, corren todos los pasillos hasta encontrarte. Y una vez que eso sucede, no hay escapatoria… Porque por más que corras o te escondas, te van a encontrar y, una vez cara a cara, la espera de una vez por todas se va a acabar…
Abrí los ojos, pero todo era plena oscuridad… Estaba acostado sobre una suave pero fría superficie. Sentía como si mis piernas estuviesen paralizadas, y alrededor solo se podía escuchar un sonido… Una corriente de agua…
La calma reinaba y mis dedos había vuelto a recuperar sensibilidad. Podía sentir con ellos la superficie sobre la que estaba acostado era muy suave, y se desarmaba con solo tocarla.
¿Era esto acaso…?
Pude entonces reconocer que arena sobre lo que estaba acostado. Fría e inestable arena, con la cual se podía estar horas armando y desarmando figuras inestables. Muchos al verla, solo verían un recurso a explotar, un paisaje aburrido o la molestia luego de ir a la playa… Yo en cambio, podía vernos a nosotros mismos en un grano de este material: Una cosa insignificante en el universo, que se pierde en el gran montón y, donde unos pocos se destacan por no ser colados con el colador de la historia de la humanidad. Asimismo, nuestras ciudades, estado y países son como esas bolas de arena que se crean comprimiendo miles de millones de granos en un molde, donde entre todos se intenta crear una imagen, pero lo único que se logra es generar una ilusión que se desmorona fácilmente siendo pisado por la realidad o siendo inundado por la ignorancia. Muy pocos son aquellos que evitan perderse en la multitud en el colador de la historia y son reconocidos sobre el resto del mundo, pero asimismo, a medida que e tiempo vuela, ellos desaparecen con él y son muy pocos los cuales juntan la energía necesaria para ser cristales que evitan desaparecer.
La paz reinaba, mientras que solo se podía escuchar el sonido de las olas caer sobre la arena, creando y destruyendo las formas que estas mismas creaban. La calma podía extenderse indefinidamente, quietitud sin dolor, la nada y la serenidad total. Sin recuerdos, ni sentimientos, sin tristezas, sin rencores, sin incertidumbre…
El vacío y la ignorancia no parecían tan malos…
Cuando entonces recordé mis recuerdos y volví a estar “Consciente”, recuerdos se comenzaron a destapar como barriles de agua y de estas, brotaban sentimientos que daban la sensación de quedarse sin aire. Tampoco se hizo esperar el dolor y la incertidumbre y el miedo regresó. Me levanté de donde estaba acostado y pude contemplar como era este paisaje de playa en plena oscuridad. Me quedé observando las olas y viendo cómo se impulsaban y se derrumbaban una y otra vez. Pensaran que es de muy hippie, pero la realidad es que, si observamos profundamente a nuestro alrededor, somos y tenemos las mismas actitudes que los elementos y seres naturales que nosotros subestimamos tanto. Al fin y al cabo, eres lo que consumes y todos somos parte de este sistema perfecto de la naturaleza.
En un momento, una gran ola se estaba formando y yo estaba observado atentamente a que se derrumbara como todas las otras pero, sin embargo, esta se quedó parada como un gran muro de masa acuática. Una pequeña luz apareció en medio de estas, iluminando fuertemente a toda la playa y permitiéndome ver alrededor, aunque más que grandes médanos de arena, una planicie de arena y el mar, no se podía observar. Yo seguía sorprendido observado esta gran muralla cristalina, cuando la luz comenzó a cambiar.
De blanca brillante, se comenzó a oscurecer, y el agua se comenzó a convertir en roja. La brillante luz se dividió en 2 pequeñas luces, al tiempo que una negra figura se comenzó a formar. Estas luces se convirtieron en ojos brillantes, que me observaban fijamente. Sin embargo, decidí acercarme a este gran paredón de sangre, el cual se formaba a metros a la costa. Estaba a punto de poner mis piernas dentro del agua para acercarme, cuando al querer hundir mi pierna derecha se encontró con una consistencia sólida sobre la superficie del agua. Comencé a caminar sobre esta y, poco a poco, llegué al gran paredón. Pude ver entonces que esta enorme figura tenía forma de reptil, muy semejante a una de las serpientes marinas de los libros de mitología. Esta me miraba fijamente, así como yo a ella. Sus brillantes ojos rojos, que estaba a la altura de mi cabeza, parecían hipnotizantes. Casi sin conciencia alguna, alcé mi brazo y la direcciones hacia el muro de agua, en el cual pude apoyar mi mano. Fue entonces cuando, en medio de la oscuridad, escucha pasos, como si alguien estuviese corriendo. La enorme serpiente marina se vio nerviosa, abrió su boca y, con todos sus dientes afilados, comenzó a golpear el gran paredón, como si quisiera atacarme. Aterrado, comencé a correr hacia la costa, pero fue ahí, cuando mire atrás cuando pude ver lo que hacía el ruido de los pasos…
Editado: 05.06.2021