Karen estaba deslumbrada con que la casa de Dean era un castillo, y eso que solo la estaba viendo desde el coche de Jackson.
—¿Aquí vive Dean? —Karen señala la gran mansión.
—Te encantará; es muy acogedora.
Jackson se baja del coche; Karen hace lo mismo.
—Oye, debes esperar en el coche, soy un caballero y como tal debo abrirte la puerta.
—No es necesario, puedo sola.
—Acabas de pasar una semana en el hospital; deberías dejarte apapachar.
—Estoy bien, Jackson, te agradezco que hayas estado en el hospital conmigo.
—No me lo agradezcas; lo hice con gusto.
Karla sabía que lo hacía por lástima; desde que la conoció Jackson le tuvo lástima. Sabe que las personas como él solo sienten lástima por personas como ella. Es lo que provoca en las personas con dinero. Pero estaba muy equivocada. Jackson no era así; a él le gustaba ayudar desinteresadamente a los demás.
Jackson tenía razón; la casa es muy acogedora y está enorme. Karen no podía creer que ahora ella viviría ahí. No ha hablado con Dean sobre el trato que han hecho; Dean solo fue dos veces al hospital y ella estaba durmiendo en las dos ocasiones, pero ahora tendrán la oportunidad de hablar con él sobre la adopción de Sean y ella cumplirá el trato al pie de la letra. Cuidará a Sean. Eso para ella no era difícil; lo hizo prácticamente desde que nació. Mara era una excelente madre, pero tenía que trabajar muchas horas y Karen le solía ayudar lo más que podía.
—Hola, Jackson —Fernanda saluda emocionada a Jackson.
—Hola Fer, ¿no has ido a la universidad?
—No tengo clases hoy.
Karen no sabía quién era Fernanda, pero se imaginó que sería la novia de Dean. No conocía nada de él, y le incomodaba tener que invadir su privacidad, pero no tenía de otra. Hizo lo que tenía que hacer porque Sean no fuera adoptado por otras personas; no lo quería perder.
—Hola, soy Fernanda, ¿tú eres Karen?
—Mucho gusto, Fernanda—Karen le ofrece la mano para saludarla.
—Te llevaré a tu habitación para que descanses; Dean ya viene en camino con Sean.
A Karen le gustó escuchar eso; por fin después de una semana Sean y ella estarían juntos.
—Yo me iré, tengo cosas que hacer, cualquier cosa, no duden en llamarme.
—Gracias de nuevo, Jackson, por todo.
—Te veré luego.
Fernanda y Karen suben a la planta de arriba; la habitación de Karen está enfrente de la habitación de Dean.
—Esta es tu habitación, Dean duerme en esta —le señala la habitación de enfrente.
—Gracias —Karen entra a la habitación y sin evitarlo se lleva las manos a la boca. Su habitación es enorme, tiene vista al patio, y un gran espejo, una cama Montessori y decoración infantil.
—Dean quiso que durmieran juntos tú y Sean.
—Si yo también lo prefiero —dice, todavía asombrada por lo que está viendo.
Nunca había visto una cama tan hermosa: los cojines azul marino con decorados dorados.
—Te dejaré descansar, si necesitas algo, no dudes en llamarme, siéntete en casa.
A Karen le cayó muy bien Fernanda; es una chica muy linda, con cabello rubio y unos ojos color verde; no dudaba que Dean cayera a sus pies porque es una muñequita, aunque estaba muy joven, pero ella no era nadie para juzgar a dos personas que se aman por su diferencia de edades.
Ella no era noviera, no tenía tiempo para eso; tuvo algunos novios, pero solo querían algo de ella y cuando se los daba, se esfumaban.
El baño está espectacular. Tenía tantas ganas de usar la gran bañera, pero ni siquiera sabía cómo usarla. Hay tantas cosas aquí que no sabe para qué es cada cosa. Se dirige al vestidor. Jackson le ha dicho que una de sus hermanas ha ido a comprarle ropa. Cuando abre el closet ve una infinidad de prendas. En su vida ha tenido tanto. Siempre esperaba a que una prenda no le quedara o ya estuviera muy vieja para comprar otra. El dinero no le alcanzaba más que para comprar en la tienda de segunda.
Dean llega a casa cansado, con Sean en brazos, dormido. Anoche Sean se había movido mucho y Dean, que tenía el sueño liguero, se despertaba en cada movimiento. Siempre le ha costado dormir y sobre todo en los días que la ansiedad había vuelto.
Dejó sobre su cama al niño; después puso con mucho cuidado las almohadas alrededor de él y las que sobraron las puso en el piso. No quería que Sean se lastimara si se llegara a caer de la cama.
Después de asegurarse de que Sean está bien, sale de la habitación. Fernanda le comunicó que Karen estaba en su habitación.
Karen se muere por ver a Sean. Ve la hora de su celular y decide salir de la habitación para preguntarle a Fernanda si Dean ha llegado con Sean. En cuanto abre la puerta, se encuentra cara a cara con él; ahora que lo ve bien, es un hombre atractivo; puede ver en sus ojos el parecido con Mara.
—Hola —Dean la saluda.
—¿Dónde está Sean? —se apresura a preguntar.
—Está dormido ¿Tú cómo estás?
—Estoy bien, gracias y gracias por pagar el hospital, te prometo que te lo pagaré.
—No es necesario.
—Claro que lo es y te lo pagaré. Puedo ver a Sean. ¿Dónde está?
—En mi habitación. —Dean camina hacia su habitación; Karen se queda parada por un momento. Dean es un hombre que impone; Karen no lo había visto bien; nunca se vieron en las mejores circunstancias.
Lo que ve al entrar a la habitación es muy tierno: Sean dormido en el medio de la cama; al rededor tiene almohadas, al igual que el piso.
—En cuanto subimos al coche se durmió.
Dean mira a Karla; está llorando en silencio; se acerca al niño con mucho cuidado y le da un beso.
—Gracias por cuidarlo, sé que no querías hacerlo, pero te prometo que cumpliré el trato al pie de la letra.
—Hablemos afuera, no quiero que Sean despierte.