Punto de vista de Ael.
Al salir del recinto del rey liberé un suspiro de alivio, nunca me imaginé que la historia diera un giro semejante. Mí ascenso fue totalmente inesperado, pero siento que no debería sorprenderme tanto, seguramente pensaron que les saldría más "barato" tenerme como aliado y no como enemigo político.
Mí gran poder me ha dado fama, no necesito el cargo de General para nada, pero la idea de restregar mí nuevo título en la cara del Capitán Superior es algo que no pude rechazar.
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"Tranquila mí niña, hoy tendrás algo de acción."
Mí Rastreadora Del Infierno está muy exaltada, se comporta como un cachorro cuando empiezo a armar su montura. Tomé un trozo de carne jugosa que traje de camino y la lance por los aires. Con un pequeño salto se traga la carne casi sin masticarla.
"Se que prefieres las presas vivas, pero no tengo tiempo de ir de cacería, tal vez al regreso podamos pasar por algún campo"
Acercándose la noche, tomé un atajo en la capital usando un portal de transportación, el mismo me dejaba a dos días de mí objetivo. Definitivamente odio usar esos portales, siempre me dejan un fuerte dolor de cabeza, pero si uso mí propia magia para trasladarme no podría llevar todo mí equipo, y menos aún a mí Rastreadora.
Monte a mí fiera y me dirigí directo a mí encuentro con el capitán, por supuesto no evitando pasar por un refrigerio en el burdel de la Rosa Blanca, en el camino del paso del Rey, a dos horas del bosque de los torcidos.
El lugar pertenece a un cazador de esclavos retirado llamado Rocco, cuando su padre murió dejó su trabajo para dedicarse a cuidar del antro.
Su apariencia ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi, ahora está mucho más delgado y usa una camisa elegante con detalles dorados y un pantalón de telas finas, típico de alguien que lleva una buena vida.
–Bienvenido, "Gene-ral".–
"Veo que te has dado cuenta de mí nuevo ascenso".
–Dado tu historial, nunca creí verte llevando un emblema Real.–
"Digamos que mantener mí cabeza sobre mí cuello ha empezado a convertirse en una tarea cada vez más difícil, así que preferí el camino fácil. Sin mencionar las conveniencias de mí cargo".
–Ni creas que la vida de un tabernero es más sencilla. A mí padre lo mató un ebrio por no querer pagar una cerveza.–
"No es cierto, a tu padre lo mataron cuando lo encontraron revolcándose con la prometida de un noble".
–Sí, puede ser. Nunca había hembra que lo terminara de satisfacer, siempre andaba por ahí en busca de aventuras con mujerzuelas.–
"Quien soy yo para juzgar".
–Preparamos lo de siempre, una habitación con una tina caliente y un par de put**.–
"No puede ser de otra manera".
–¡Esclava! Ven aquí y sírvele una buena cerveza a nuestro nuevo General.–
Al escuchar la palabra General, varios soldados de baja categoría que estaban bebiendo en el lugar dejaron sus asientos y se posaron en firme.
"Hagan de cuenta que no estoy aquí, continúen con lo suyo".
En este lugar podías encontrar de todo, desde los más nobles del reino hasta los más sucios delincuentes. En las mesas del fondo podías encontrar traficantes vendiendo productos de todo tipo, incluyendo esclavos y extraños artilugios mágicos.
Una esclava muy joven, me trae una jarra de cerveza. Me sorprendió verla vestida con una ropa confeccionada de bolsas de arpillera de cuerda. En la mayoría de los burdeles, las esclavas están completamente desnudas o apenas con unos harapos que cubren solo lo mínimo. Pareciera que la joven alguna vez recibió algún tipo de educación.
Es común en muchas familias de nobles vender a los hijos que no tienen habilidades mágicas prometedoras.
Tomé una cerveza y me quedé a ver a una hermosa muchacha de apariencia muy refinada cantando en el escenario. Su voz era realmente maravillosa, para nada acorde con este lugar andrajoso.
Un sujeto muy extraño se me acerca disimuladamente.
–General, felicidades por su nuevo cargo. Dado que ahora perteneces a una clase social diferente, deberías de hacerte de los lujos que te corresponden.–
Su voz solo me genera desconfianza.
"No quiero comprar nada, solo estoy de pasada."
–No se preocupe por el dinero, alguien de su altura no tiene que preocuparse por esas cosas. Le acabo de enviar a su habitación algo que puede ser de su agrado.–
"¿De qué hablas?"
–Es una sorpresa seleccionada especialmente para usted, espero sea de su agrado.–
El hombre se retira sin decir más.
Termine mí jarra de cerveza y subí a mí habitación, los esclavos ya habían subido mis pertenencias. Bien, veamos de qué se trata esa famosa sorpresa.
Al principio me sorprendí de lo que veían mis ojos, pero luego entendí que estás prácticas no son más que rutina entre los cerdos de la nobleza.
Allí estaba ella esperándome, con una cara muy asustada. Yo estaba atónito en la habitación aún intentando comprender el escenario.