Afrodita

( 16 )

—Corre, Afrodita. Corre y no mires atrás, todo saldrá bien.—Alguien toma mi rostro con cierto desespero y manos temblorosas.

—¿Por qué? ¿Qué sucede? —pregunto, intentando descifrar de quién se trata.

—Porque se acabó el tiempo. Si no huyes ahora, todo será peor y morirás en manos de esa gente. —dice la persona que no logro reconocer. Por alguna razón, no puedo abrir mis ojos, y solo escucho a algunos hombres dar fuertes zancadas y murmurar cosas.

—¿Quién eres? —Insistí con la conversación, me causa mucha curiosidad saber de quién se trata.

—Soy... —no pudo terminar de responder porque algo impactó con su cabeza, haciendo que cayera al suelo.

—¡Corre, Afrodita! ¡No abras los ojos ni mires atrás! —Exclama desde el suelo, entonces el miedo empieza a invadir mi sistema.

Obedecí temerosamente y corrí, sintiendo mi pecho latir desenfrenado y el aliento escapándose de mi sistema. El suelo carrasposo chocando repetidas veces con la planta de mis zapatos, haciendo que mis pies comenzaran a doler. Mi cabello no deja de moverse de un lado a otro, algunas hebras cosquillean en mi rostro pero no le presto atencion. Ahora es lo de menos.

Las voces masculinas van perdiendo fuerza a medida que más me alejo. Un olor a tierra húmeda llega a mis fosas nasales, haciéndome aspirar profundamente en busca de calma. Empecé a sentir hojas que parecen ser de árboles y algunos arbustos.

Pierdo la convicción de mis pasos cuando mi pie tropezó con lo que debe ser una piedra. Caigo abruptamente al suelo lleno de tierra, mi quijada duele... Creo que estoy sangrando. El olor a sangre no tarda en marearme, ¿dónde estoy?

Intento incoporarme, teniendo como resultado el fracaso. Afinco mis rodillas sobre la tierra, las diminutas piedrillas con un filo casi imperceptible rajando mi sensible piel. Apoyo mis manos sobre mi regazo para impulsarme y seguir corriendo, aunque no sé exactamente de qué.

Mis sentidos se ponen alertas cuando oigo pasos cautelosos, aunque al parecer parten ramitas que hay en el suelo con sus zapatos. ¿Por qué no puedo abrir mis ojos? Necesito mi vista ahora mismo.

El desespero y la angustia hacen que trague grueso, reprimiendo las lágrimas. Saco fuerzas desde lo más profundo de mí y me levanto, tambaleando un poco por el mareo. Débilmente, me apoyo de los árboles que hay a mi alrededor para poder seguir huyendo, pero las pisadas se hacen más cercanas con cada  segundo que pasa.

No importa cuánto corras, Mercy. Él llegará a ti.

Dice una voz en mi mente, la cual ignoro cuando esas personas ya están a unos cortos metros de distancia conmigo. Sus pisadas y murmullos resuenan en mi mente, haciendo que me maree y todo a mi alrededor comience a dar vueltas. De repente siento náuseas, y una poderosa punzada ataca mi cabeza.

Giro mi cabeza para ver a las personas que me persiguen, y logro ver tres grandes sombras totalmente encapuchadas. El pánico no deja de crecer, impulsándome a seguir huyendo con la pequeña esperanza que me queda.

Vuelvo a caer, y con ello se va extinguiendo poco a poco la esperanza de que me salve pero, ¿de qué estoy huyendo? ¿De qué tengo que salvarme?

Me arrastro por el suelo, rasgando mi ropa con el suelo lleno de tierra y piedras. Mantener la calma se me hace cada vez más difícil, como si respirar doliera. Ahora los hombres están mucho más cerca, estoy segura de que si giran su cabeza hacia mi dirección, podrán encontrarme y ya no tendré salvación.

Escucho sus pisadas y risas, me han encontrado. Aún así, por naturaleza humana continúo intentando escapar a pesar de que ya sé que no me salvaré de esta. Logro apoyarme sobre mis rodillas y gatear, haciéndolo con cuidado de no tocar una hoja y que haga eco por todo el lugar. Esto está tan silencioso que se puede oír el más mínimo ruido.

—¿Por qué continúas intentando escapar, dulzura? —Pregunta uno de los hombres, su voz es sumamente gruesa. —Ya no tienes salida, te hemos encontrado. Nuestro señor estará muy contento de que te llevemos con él.

Gimo de dolor cuando uno de ellos me agarra del tobillo y me arrastra en su dirección, la tierra causando raspones en mi estómago y brazos. Hala de mi brazo como si fuera a levantarme, pero en vez de eso me lanza al suelo con fuerza, cayendo de espaldas. ¿Quiénes son estas personas y por qué me están buscando?

—¿Qui-quienes s-son ust-tedes? —pregunto con la poca fuerza que me queda.

—Eso no deberías saberlo, muñequilla. —Responde otra voz, un poco más fina. —Solo debes saber que te vamos a hacer mucho daño, y que lo vamos a disfrutar.

Escucho como sacan algo, al parecer una navaja por el sonido de las variadas cuchillas que suelen tener. Las lágrimas no tardan en salir, mi corazón late de manera sobrenatural y mi pecho sube y baja. No quiero que me hagan daño.

—¡Por favor, no lo hagan! —Suplico, con la voz rota por las lágrimas.

—Debiste pensarlo mejor antes. —dijo uno, soltando una risa macabra.

—¡Basta! —Doy un brinco y abro los ojos abruptamente, adaptándome a la luz que sale por lo que parece ser una ventana. Llevé mis manos a mis ojos y los froté, deslizando estas por mi rostro hasta dejarlas caer sobre mis muslos.

Solo fue una mala pesadilla.

Una vez que me adapto a la luz, inspecciono el desconocido lugar en el que me encontraba. Está en una habitación de tamaño medio en una cama de sábanas blancas, las paredes eran de un color mostaza, y las cortinas de las ventanas son de girasoles. Huele a café.

Me levanté y me dirige hacia un espejo que está a un lado de una mesa. Tengo unas heridas en la frente y mis codos, pero han sido curadas. Me observo con extrañeza, pues mi ropa ya no está llena de tierra.

¿Y Damian? Me pregunto, poniendo mis sentidos alertas al recordar lo que había pasado antes de desmallarme. Estábamos en peligro y otra vez por culpa de Austin.



#7904 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, sexo, sexo dinero amor

Editado: 12.10.2020

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