Al observar esos magníficos ojos verdes, de repente me doy cuenta de que no
había reparado en su color anteriormente. Y entonces me doy cuenta también de
que es porque Hardin no había establecido contacto visual conmigo hasta ahora.
Tiene unos ojos increíbles, profundos y, ahora mismo, de sorpresa. Aparta la
mirada rápidamente cuando paso por su lado. Me agarra del brazo y trata de
meterme de nuevo dentro.
—¡No me toques! —grito soltándome de un tirón.
—¿Has estado llorando? —pregunta en tono curioso. Si no fuese Hardin, hasta
pensaría que se preocupa por mí.
—Déjame en paz.
Se coloca delante de mí, y su alta figura bloquea mis movimientos. No puedo
seguir soportando por más tiempo sus jueguecitos, esta noche no.
—Hardin, por favor. Te lo estoy suplicando y, si tienes la más mínima
decencia, me dejarás estar. Guárdate la mezquindad que vayas a decir para
mañana. Por favor. —Me da igual que perciba la vergüenza y la desesperación
que transmite mi voz. Necesito que me deje en paz.
Una chispa de confusión se refleja en su mirada antes de abrir la boca. Se
queda observándome durante un instante antes de hablar.
—Hay una habitación al final del pasillo donde puedes dormir. He llevado a
Steph allí —se limita a decir.
Espero un segundo a que suelte algo más, pero no lo hace. Simplemente me
mira.
—Vale —digo en voz baja, y se aparta de mi camino.
—Es la tercera puerta a la izquierda —me indica. Después se marcha por el
pasillo y desaparece en su cuarto.
¿A qué demonios ha venido eso? ¿Hardin sin nada grosero que decir? Sé que
me espera una buena como me lo encuentre mañana.
La tercera habitación a la izquierda es un dormitorio sencillo, mucho más
pequeño que el de Hardin, y tiene dos camas. Se parece más a las de la
residencia que al amplio espacio del que disfruta él aquí. Tal vez sea el líder o
algo así. La explicación más lógica es que todo el mundo lo teme y que ha
conseguido la habitación más grande a base de amedrentar a los demás. Steph
yace tumbada en la cama que está más próxima a la ventana, de modo que me
quito los zapatos y la cubro con una manta antes de cerrar la puerta con el pestillo
y de tumbarme en la otra.Me quedo dormida dándole vueltas a un montón de pensamientos, y las
imágenes de rosas sombrías y de unos ojos verdes furiosos inundan mis sueños.