Brisbane, Australia, 2014
—¡Blue!
Recojo rápidamente mis materiales y salgo corriendo escaleras abajo hasta que veo a mi padre al pie de la puerta con una mirada que podría helarme hasta los huesos.
Sonrío inocente y palmeo su pecho cuando estoy frente a él. Odia el retraso.
—Hola papi.
Me observa durante unos segundos pero luego se rinde y me brinda una bella sonrisa para después abrazarme fuerte. Salimos de la casa hasta llegar al coche, abre la puerta y antes de entrar voltea a verme.
—Te amo B, pero tienes que ser más mañanera.
Ruedo los ojos.
—Por eso había decidido mudarme sola.
Él me mira mal y se sienta en el puesto del piloto.
»Exactamente por eso te pedí que regresaras a vivir conmigo, por Dios.
Abro la puerta del copiloto y me acomodo dentro para después pasarle rápidamente las llaves.
»Hoy llegaré un poco más tarde, cariño. Por favor, a penas salgas de la universidad tomas el camino directo a casa. ¿De acuerdo? —farfulla demandante y lanzándome una mirada furtiva. Lo entiendo, la última vez llegué pasadas las 4 am porque Lola me invitó a una fiesta de fraternidad.
—Claro que sí papá, confía.
Sus ojos se dulcifican y me acaricia la mejilla.
—Claro que confío en ti cariño, pero sabes bien a los peligros que estamos expuestos y más por mi oficio.
Papá es un agente, más conocido como Oficial Harris. Es el primero en el mando de la academia y agencia T.S.S The secret service, a veces entreno allá. Él dice que siempre debo estar preparada para cualquier ocasión, pero sé que eso no es lo que me apasiona.
Media hora después estamos frente a las puertas de la universidad, bajo del auto y le mando un beso a mi padre despidiéndome con la mano.
—Adiós papá, mucho cuidado, te amo.
Me dice que también me ama y me repite que llegue directo a casa. Camino por los pasillos de las instalaciones para llegar a mi casillero, pero antes de siquiera llegar choco contra un cuerpo grande y fuerte. Me tambaleo estando a punto de caer, pero instintivamente me sostengo de sus hombros —esbeltos y definidos— evitando mi caída. La persona me sostiene por la cintura casi tocando mi trasero. Estoy a punto de replicar pero él habla primero.
—Ten más cuidado pelirroja.
Levanto mi rostro y mis ojos se encuentran con unos esmeralda. Me quedo unos segundos viéndolos, son muy lindos.
»Si ya terminaste de babear por mí podrías dejar de clavarme tus uñas.
Justo cuando dice eso reacciono y lo suelto, pero al parecer él está muy cómodo porque sigue sosteniéndome de la cintura. Trato de alejarme unos pasos pero me lo impide, y estoy en una posición tan incomoda que me resulta difícil pegarle en sus partes para que se aleje de una buena vez.
Cuando levanto nuevamente mi rostro para ver el suyo, lo encuentro repasando mi cuerpo deteniéndose más de lo normal en mis pechos, levanto mis brazos y me los cubro porque repentinamente me siento desnuda. Él lo nota y ríe abiertamente mientras finaliza su inspección en mi rostro, lo mira detalladamente hasta detenerse en mis labios.
—¿Terminaste? —suelto brusca. Me siento un poco incómoda por su inspección completa.
—Claro, pelirroja —responde y me suelta finalmente.
Asiento y me doy cuenta que está obstruyendo mi paso hacia el casillero.
—¿Podrías por favor hacerte a un lado?
Alza su dedo índice y lo mueve de derecha a izquierda sonriendo malicioso.
—Dime tu nombre.
Para este punto ya estoy más que irritada y por si fuera poco hace diez minutos sonó la campana que indica el inicio de clases. Mi primera clase es con la maestra Julia y es la más estricta e impaciente.
—Oye amigo, mi nombre no te importa, además estoy un poco atrasada para mi primera clase y tú no me ayudas mucho.
Él vuelve a sonreír, agh, qué tiene con andar de sonrisitas.
—Solo dime tu nombre, preciosa.
Lo esquivo y camino hasta el salón de Julia dando zancadas olvidando el asunto que tenía en mi casillero, pero antes volteo y lo pillo mirándome el culo, idiota, pienso, sus ojos llegan hasta los míos, antes de seguir mi camino le muestro el dedo del medio y él se ríe. Jodidamente se está burlando de mí.
Imbécil.
Me doy la vuelta y finalmente llego hasta el salón de Julia.
***
Vaya mierda, Julia alias la "amargada" me dio el sermón del año, y me dijo que si volvía a llegar tarde mejor no entrara al aula porque no toleraría esta "falta de puntualidad". La parte buena es que no he vuelto a ver al gilipollas de hoy, y eso me hace inmensamente feliz.
Justo ahora estoy en la cafetería tomándome un yogurt en la mesa del fondo. No estoy en la categoría de los populares, ni los nerds, yo simplemente soy algo así como los extras en una película. Sí, claro que tengo amigos, pero tampoco ando siempre con ellos.
—¡Foxy! ¡Foxy! —levanto la mirada y ahí viene Miranda corriendo rápidamente con su mochila en la espalda y dos lattes en sus manos. Miranda es mi mejor amiga, ella es la única que sabe lo que hace mi papá. Nos conocemos desde los diez años y somos inseparables, dos personalidades distintas que se complementan.
Ella a diferencia de mí, es dulce, sutil, tímida y muy ingenua en cuanto se trata de relaciones amorosas. Es muy hermosa con ese cabello castaño claro y sus ojos mieles brillantes. Cuando nos conocimos ella estaba llorando porque su hermano, Greyson, había roto su muñeca favorita. Así que le dije que iba a hacer pagar al causante de sus lágrimas y solo fui donde Greyson que en ese tiempo era siete años mayor que yo, y lo pateé en la entrepierna, cuando éste cayó de rodillas golpeé su cara con mi puño. Dolió como la mierda, aún lo recuerdo, pero todo valió la pena cuando una sonrojada y mocosa Miranda de diez años comenzó a reír a carcajadas.