ELEONOR
Mi padre se había ido temprano a la cama, mi pobre viejo había tenido un día difícil según me había comentado durante la cena; aún no había logrado reparar el auto, había ido al pueblo por unos nuevos repuestos, pero aun así, el cacharro se negaba a funcionar. De forma provisional, había terminado de reparar el viejo auto que me había regalado para mi último cumpleaños, en el cual se había encargado de llevarme y traerme a la universidad durante los últimos cinco días.
Me dirijo hacia el escritorio en mi habitación, coloco la taza de chocolate caliente con malvaviscos que me había preparado, y luego me dedico a sintonizar a Mozart en YouTube. Acababa de tomar una ducha, por lo que prácticamente me encontraba lista para envolverme entre las cobijas y así dormir hasta el mediodía del siguiente día.
Pero no fue lo que hice, las últimas noches me las había pasado navegando en Google, buscando artículos relacionados con lo que me pasaba; alguien más en el mundo debía de tener la habilidad de ver criaturas sobrenaturales a como lo hacía yo. Aún me negaba a ser la única.
Me siento frente al computador, estiro mis dedos y luego abro una nueva pestaña, bajo el volumen para que Mozart no fuese capaz de distraerme, y así comienzo a navegar, escribiendo palabras al azar en el navegador, buscando algo que pudiese aclarar el embrollo que tenía en mi cerebro. Además, de que lamentablemente, la persona que dijo que me ayudaría a buscar respuestas, había desaparecido.
Literalmente, parecía que se lo había tragado la tierra. No sabía si sentirme molesta o preocupada al respecto, pues ya me había acostumbrado a la presencia de Admes, me sentía cómoda con él a mi alrededor, por lo que ahora, lo echaba mucho de menos.
La última vez que lo había visto, fue al lado de la chica que lucía casi como él, parados frente a la ventana de la cocina; ahí se había desvanecido ella, y después lo había hecho él. Desde entonces, no sabía que había ocurrido.
Dejo salir la respiración con pesadez, llevo la taza de chocolate hasta mis labios y doy un largo sorbo. Cierro los ojos, saboreando el delicioso sabor de la bebida, el cual mezclado junto a la agradable melodía de Mozart, me hacía sentir como si estaba envuelta en una agradable nube, la cual me arrullaba como si fuera un bebé.
Abro los ojos y dirijo mi atención otra vez a la pantalla de mi laptop. Pongo los ojos en blanco al leer exactamente lo mismo que me había estado apareciendo en los últimos días; un artículo donde hablaba que la persona que era capaz de ver "fantasmas" o criaturas sobrenaturales, era por el simple hecho de que durante el embarazo de la madre, habían sido maldecidos. No sabía hasta qué punto creer aquello, puesto que, ya lo había visto tantas veces, que comenzaba a dudar si en realidad alguien me había maldecido cuando tan solo era un feto.
Mi móvil vibra a mi lado, mostrándome la llegada de un nuevo mensaje; lo levanto y me es inevitable no esbozar una sonrisa, el idiota de Colin me había enviado una imagen, acompañada de un emogi de beso.
La abro, y miro que se trata de una entrada a mi siguiente presentación de ballet, la cual sería en una semana. Muerdo mi labio inferior y luego le envío una rápida respuesta:
Vas a aburrirte, mejor desiste de ello.
Su mensaje no se hizo esperar por mucho tiempo, lo que nuevamente me hizo reír.
Debo de acostumbrarme a la vida de mi futura esposa ;)
Niego con la cabeza y regreso el móvil a su sitio. Colin no tenía remedio; en los pocos días que llevaba de conocerlo, no se había cansado de repetirme que "yo estaba destinada a convertirme en su esposa en algún momento" lo que me parecía completamente estúpido de su parte.
Habíamos aprendido a llevarnos bien, de hecho, admitía que el sujeto realmente me agradaba, sin importar a que se pasase tomándose fotografías con todas las chicas, además de estar firmando cuadernos, pero de ahí a que llegase a gustarme siquiera en algún momento, estaba a años luz de que sucediera.
—Eli.
Doy un respingo en mi silla, y llevo una mano hasta mi pecho cuando escuché a alguien hablar tras de mí. Cierro los ojos e inhalo y exhalo en varias ocasiones hasta lograr calmar mi ritmo cardiaco; odiaba que me hablasen de pronto, puesto que siempre sentía que mi corazón dejaría de latir ante la impresión.
—Perdón —se disculpa Admes, con un deje de diversión en su tono de voz.
Me giro para quedar frente a él, abro los ojos y lo observo; él se encuentra completamente derecho, sus manos descansaban dentro de los bolsillos de sus pantalones blancos, la rosa azul que parecía nunca secarse, continuaba posicionada en el mismo sitio en que la llevaba desde que lo conocí, el bolsillo de su chaqueta.
—Vas a matarme de un susto, Admes —le regaño—. ¿Dónde te habías metido? ¡Estaba preocupada por ti, joder! —confieso, sin darme cuenta del error que estaba cometiendo.
Una expresión de duda cruza su mirada, lo que me hace imaginar en lo que podría estar pensando en ese momento: "¿Por qué esa humana está preocupada por mí? ¿Con qué derechos me cuestiona dónde he estado los últimos días?